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"SUEÑOS DE ÁCIDO" - MARTIN A. LEE, BRUCE SHALIN

Publicado por Javier Serrano en La República Cultural: http://www.larepublicacultural.es/article4628.html

Como dice el título del libro, en sus casi 400 páginas Martin A. Lee y Bruce Shlain hacen un repaso exhaustivo a la historia del LSD, del ácido lisérgico, desde su descubrimiento accidental por el doctor Albert Hoffman en 1938 en los laboratorios de la Sandoz (Suiza) hasta nuestros días.
La obra, que data del año 1985, está estructurada en dos partes: Orígenes de la psiquedelia (hasta 1965) y Ácido para las masas (de 1965 en adelante).
En la primera se habla de los experimentos que la CIA y el ejército estadounidense hicieron durante la década de los 50 con el ácido lisérgico y otras drogas, en su búsqueda imparable de armas de control mental para enfrentarse al enemigo, dentro o fuera del país. Conviene recordar que era una época de paranoia y de Guerra Fría. Así, de una manera voluntaria o totalmente forzada, se probó el ácido con diferentes sujetos. La conclusión a la que se llegó fue que provocaba ansiedad, sin tener en cuenta la forma en que el ácido era consumido.
Poco a poco, el LSD se va introduciendo en círculos académicos y científicos, y comienza su expansión, de una manera más o menos velada, por todo los ámbitos de la sociedad estadounidense. Es entonces cuando empiezan a circular por el libro todo tipo de personajes estrafalarios, de vidas rocambolescas, que hacen del consumo del nuevo alucinógeno casi un sacramento, y que como apóstoles de la recién inaugurada religión tratan de iniciar en ella, en los años 50, a todo aquél que se cruza en sus caminos.
Alfred M. Hubbard, hombre brusco y agente secreto de pasado oscuro, recorre el mundo con una petaca llena de lisérgico y va repartiendo ácido a todo el mundo. Aldoux Huxley es la erudición. Describe su experiencia con la mescalina en Las Puertas de la Percepción. Para él, el anhelo de experiencias trascendentales y visionarias no es más que un imperativo biológico. En el umbral de su muerte le es administrada una dosis de LSD para el viaje definitivo. El Doctor Humphry Osmond intenta aplicar la mescalina en el tratamiento de la esquizofrenia y experimenta también con alcohólicos para desengancharlos. El poeta Allen Ginsberg capaz de probar todo tipo de drogas en su búsqueda incesante del satori definitivo, de la Gran Visión, y capaz también de escribir bajo sus efectos. El médico psicólogo Timothy Leary que tras degustar unos hongos se convierte a la nueva religión. Sus experimentos con psilocibina no sólo los aplica a sus pacientes, también a sí mismo. La heterodoxia de sus métodos provocará finalmente su expulsión (y la de su colega Richard Alpert) de Harvard. Tenaz en su cruzada, encuentra a un mecenas, el millonario Billy Hitchcok, que pone a disposición de Leary y su grupo de iniciados una mansión en las afueras de Nueva York, Millbrook, para que puedan desarrollar sus investigaciones sin ningún problema. Convertida en una verdadera central psiquedélica de la costa este, por Millbrook pasarán importantes personajes de la época, deseosos de experimentar su propio viaje. Leary no dudará en hacer del Libro Tibetano de los Muertos todo un manual de iniciación psiquedélica.
Ya en los 60 aparece la estrambótica figura de Ken Kesey, iniciado en el ácido como cobaya humana de un programa de investigación gubernamental. Escritor, autor de Alguien voló sobre el nido del cuco, él y sus seguidores, los Merry Pranksters (los Alegres Pillastres) se harán con un viejo autobús escolar, el Furthur, pintado con colores electrizantes con el que, desde California, irán recorriendo EEUU con los altavoces a todo trapo y ofreciendo catas gratuitas del alucinógeno. El conductor del autobús es Neal Cassady, uno de los protagonistas de En el camino, y paradigma de toda una generación beat. Su periplo les llevará a reunirse con la otra comuna, el grupo de Millbrook, en Nueva York. Todo ocurre en mitad de una década apasionante, en los tiempos de la contracultura, de la experimentación, de la protesta contra la guerra de Vietnam y contra la segregación racial…
La segunda parte del libro, Ácido para las masas, se inicia en 1965. Es el momento en que los hippies (a los que Ronald Reagan, gobernador por entonces de California, define como "… gente que se viste como Tarzán, lleva el pelo como Jane y huele como Chita") cogen el relevo de los beatniks y se instalan en el Haight-Ashbury de San Francisco. Otro tanto ocurre en el East Village de Nueva York. Es momento también para los grandes festivales de música al aire libre, como el de Monterey en 1967 en pleno verano del amor o el de Woodstock en 1969, con hordas de jóvenes viajando en comunión. No sólo ellos, también estrellas de la música como Hendrix, los Beatles o los grupos de rock ácido, fríen sus sesos mientras intentan expandir sus conciencias. Augusto Owsley Stanley III, el "alcalde extraoficial de San Francisco" inunda el mercado con el ácido fabricado por él mismo, en su condición de mago-alquimista. Las autoridades no tardan en reaccionar con una campaña de desprestigio contra el ácido, advirtiendo de los peligros de un mal viaje; empeño magnificado, como es habitual, por unos mass media afines, y que culminará con la prohibición del ácido lisérgico.
Ahora desfilan por el libro diferentes grupos sociales, un verdadero maremágnum de siglas y de apelativos, relacionados unos con otros, cuyos miembros están impregnados de rebeldía y de lisérgico, y cuyas diferencias radican básicamente en dos dilemas: ¿Qué ha de ser primero la revolución individual o la colectiva?, ¿la revolución ha de ser pacífica o violenta? La Nueva Izquierda, los diggers y sus provocadoras performances callejeras, los yippies (del Partido Internacional de la Juventud) y su mezcla de hippismo, marxismo (grouchista) y psicodelia; los joputas y sus acciones de violencia callejera; los Panteras Negras y su actitud violenta y armada; su equivalente, los Panteras Blancas; el Living Theater y su teatro de guerrilla; los Hombres del Tiempo y su disposición abiertamente terrorista…
A medida que la década de los 60 se acerca a su final, la actitud de Peace & Love se irá radicalizando hasta degenerar en situaciones de violencia. El paradigma ahora es esa portada del Berkeley Tribe, donde aparece una familia hippie con el padre armado hasta los dientes. Robert Kennedy es asesinado, Martin Luther King también, la violencia estalla por todo el país. Y mientras, la guerra continúa en Vietnam, con los combatientes de ambas partes disparándose y friéndose los sesos con LSD y otras sustancias.
Entretanto, en el sur de California hace su aparición la Hermandad del Amor Eterno, grupo religioso-espiritual involucrado también, con su Orange Sunshine, en la cruzada lisérgica. La Hermandad terminará por convertirse en una mafia de tráfico de drogas a nivel mundial, donde no faltan los tentáculos alargados de la CIA, y que acabará salpicando al propio Timothy Leary, que dará con sus huesos en prisión. Es la hora de la revancha y las autoridades deciden acabar con la Hermandad y todos los que de alguna manera se han mostrado partidarios del LSD. La posterior huida de Leary de la cárcel y su ulterior periplo por África, Europa y de nuevo EEUU da como para hacer una película.
Una de las tesis que se aventuran como posibles es que la propia CIA (que no le hacía ascos a participar en el tráfico de drogas o de capitales, ni a inmiscuirse en cualquier conflicto mundial que pudiera dañar los intereses estadounidenses) hubiera decidido inundar el país con ácido para debilitar toda la oposición (consumidora en su mayoría de tripis), muy numerosa por entonces, y dividirla. Cierto o no, el hecho es que precisamente eso fue lo que ocurrió, si bien tal vez todo el esfuerzo contracultural terminó difuminándose por pura evolución. La década de los 60 fue como una gran llamarada electrizante de energía que luego terminó extinguiéndose. No todo fue en vano, gracias a toda esa contracultura, a toda esa oposición, se retiró un presidente belicista, Lyndon B. Johnson (LBJ), y se evitó un bombardeo nuclear contra los comunistas de Vietnam. También la actitud ante las drogas cambió en favor de la libertad individual.
Posteriormente, el LSD se ha seguido usando por todo el mundo, si bien ya no con aquella actitud de autoconocimiento, de rebeldía, tan propia de los 60, sino más bien como una vía de evasión, de diversión. En algunos países se está debatiendo aún sobre su posible uso terapéutico.
Sueños de ácido no es sólo un ensayo bien documentado sobre el LSD, es también toda una lección de historia de un período que conmovió al mundo, donde no falta el humor y que por momentos se lee como si fuera una novela. Advertir que es un libro difícil de encontrar en las librerías, al menos en Madrid. Toda una lástima que pone en evidencia cómo funciona el negocio de los libros.

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (9) - LOS DIGGERS

Texto extraído de la página 214 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. 


"Los espectáculos callejeros son rituales de desahogo, reivindicación territorial (la puesta de sol, la circulación de vehículos, la alegría de la gente) a través del espíritu", proclama un manifiesto de los Diggers. "Nadie puede controlar el momento único del cortocircuito que insufla realidad crítica al juego. Si rompemos el cristal y eliminamos la distancia almohadillada de los medios de difusión, puede que los pacientes ya nunca más respondan con normalidad. Se convertirán en actores de la vida... un reparto de seres liberados"
(...)
Los Diggers irrumpieron en escena durante el verano de 1966, al escindirse un grupo de actores de la Troupe de Mimos de San Francisco para formar su propio colectivo abierto.
(...)
Los Diggers habían tomado su nombre de una comunidad agraria británica que durante el siglo diecisiete había predicado y practicado una forma de comunismo revolucionario. Los Diggers primigenios, que tenían la convicción de que l dinero y la propiedad privada eran obra de Satán, exigían el derecho de ocupación para la gente y proporcionaba comida gratuita a los necesitados. (...)
Los Diggers nunca protestaron contra nada y rechazaron dejarse seducir por las pretensiones románticas de la Nueva Izquierda, cuya fe en la eficacia de cantarle las verdades al Poder ponía en evidencia su propia ingenuidad. (...) Las manifestaciones y las marchas pacifistas quizá suponían un escape a las frustraciones personales, una dosis de solidaridad dirigida al alivio temporal de la alienación, pero les parecía dudoso que tanto despilfarro de retórica y denuncia pudiera cuajar en algún tipo de cambio real.
(...)
Aunque las características exactas del nuevo orden social nunca se habían articulado de forma consistente, se podía comenzar por postular la abolición de la división entre trabajo y ocio, de forma que la lógica del juego adquiriera de nuevo preponderancia en los asuntos humanos. El suyo era un juego al que se dedicaban para ganarse el sustento.
(...)
Para los Diggers, el LSD era una patada de las gordas contra lo establecido y la manera de extender la propia personalidad hasta el perímetro existencial donde algo espectacular y formidable iba a producirse. (...) Pero nunca se aferraron a la idea de que si todo el mundo "sintonizaba", las cosas irían de primera. Las pijotadas trascendentales del Oracle les resultaban chocantes por elitistas e insulsas y se mofaban de quienes tomaban drogas para descubrir la verdad oculta y el misterio de la existencia.
(...)
En contrapunto a la etérea filosofía del amor de los Niños de las Flores, ellos propusieron una ética que se oponía al absurdo al grito de ¡LIBRE! Cuando empezaron a servir comida gratuita en el Panhandle durante el otoño de 1966, no se trató de un ardid publicitario aislado, ya que de hecho, semejante labor a los Robin Hood la llevaron a cabo de forma cotidiana durante más de un año. Cualquier hippy (o carca, daba igual) hambriento no tenía más que dejarse caer por el parque a las cuatro de la tarde, cruzar un gran andamio de color naranja (un "Marco de Referencia Gratuito") y a la manduca. También montaron una tienda donde repartían de forma gratuita una gran variedad de productos "liberados", la mayoría de los cuales eran donación de los comerciantes de la zona. Incluso tenían un cesto que contenía "dinero gratis", en caso de que alguien anduviera escaso de efectivo. Desaprobaban absolutamente la obtención de cualquier tipo de beneficio, tanto si se trataba de venta de drogas como de souvenirs psiquedélicos durante la temporada turística.
(...)
Este era el objetivo de las actividades de los Diggers: convertir el teatro callejero en un arte, una ópera social que encendiera y liberara el espíritu humano.
(...)
El anonimato era la piedra angular de sus actividades y contribuía en gran medida a reforzar la mística del grupo. Entre la docena de hombres y mujeres del grupo inicial no había ni líder ni portavoz. (...) También sabían arreglárselas para mantenerse al margen de la atención de los medios de comunicación. Desconfiaban de la prensa no sólo porque distorsionaba los hechos, sino porque encima se basaba en jerarquías y ejercía de intermediario entre la gente y la realidad. (...) Los Diggers tenían poca paciencia con los periodistas y se cachondeaban de ellos cuando se les acercaban en busca de entrevistas.

Más información sobre los Diggers: http://www.diggers.org

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (8) - JOHN LENNON, LOS BEATLES Y EL LSD

Texto extraído de la página 224 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. 



"A comienzos de 1965, Lennon y su mujer Cynthia fueron a cenar con George Harrison a casa de unos amigos. A la hora del café, su anfitrión les echó a cada uno un terrón de azúcar impregnado de LSD en la taza, así que cuando se hubieron marchado las cosas empezaron a tomar un cariz muy extraño. Cynthia lo recuerda como una ordalía, "John lloraba y se daba con la cabeza contra la pared. Yo quise vomitar pero no lo conseguí. También intenté irme a la cama y dormir y me resultó imposible. Parecía una pesadilla sin fin y no sabíamos qué hacer. No nos recuperamos hasta tres días más tarde". La experiencia de John también resultó terrible: "No entendía qué me estaba pasando. Parecía que habíamos enloquecido. Se nos había ido la olla".
Al cabo de tan desafortunada iniciación a la psiquedelia, al cabo de un año John Lennon consumía ácido con la misma tranquilidad con que antes había fumado porros. Pero Lennon no seguía la vanguardia de la psiquedelia, que a mediados de los 60 ya había ganado algunos adeptos entre los grupos de rock británicos. Algunas estrellas del pop, como Donovan Leitch, Keith Richards y los Yardbirds, se había iniciado a través de Michael Hollingshead en el londinense Centro Psiquedélico Mundial de fugaz existencia. Poco después el mensaje lisérgico se transmitía a todo el mundo de habla anglosajona y el ácido se convertía en un fenómeno internacional. Los Rolling Stones anunciaban que "Something Happened to Me Yesterday" (Algo me sucedió ayer), y Eric Burdon and the Animals musitaban una canción de amor A una Chica llamada Sandoz ("A Girl Named Sandoz"). Al otro lado del océano, en América, los Count Five sufrían una Reacción Psicótica ("Psychotic Reaction"), los Electric Prunes habían Soñado Demasiado la Noche Anterior ("Too Much to Dream Last Night"), los Amboy Dukes emprendían Un Viaje al Centro de la Mente ("Journey to the Center of My Mind") y los Byrds volaban a una Altura de Ocho Millas ("Eight Miles High").
(...)
Sgt. Pepper es un álbum conceptual estructurado como una "viaje" musical. Los Beatles tocan la parte del Club de Corazones Solitarios del Sargento Pepper, un grupo musical de los viejos tiempos, que transporta a sus oyentes a través de un viaje sentimental por la historia de la música, con baladas y canciones populares, la música de baile, melodías de circo y rock and roll. Como mínimo, el álbum incluye cuatro fragmentos que contienen referencias directas a las drogas y en todo el disco se utilizan efectos de sonido muy novedosos a fin de recrear las imágenes mentales propias de la psiquedelia y consolidar una estética general.
Para la subcultura del ácido el disco alcanzó una importancia tremenda. Para la generación del amor, el Sgt. Pepper era nada menos que la revelación, el mensaje de las alturas. Miles de personas todavía recuerdan con quién estaban y dónde la primera vez que escucharon flotar sobre la brisa veraniega los mágicos acordes de "Lucy in the Sky with Diamonds". Se trata del fragmento donde Lennon celebra la culminación sinestética de un viaje de ácido. Las alucinaciones de "árboles anaranjados", "cielos de mermelada", "taxis de papel de periódico" y "corbatas de espejo" embrujaban a la multitud de fans de los Beatles que escuchaban el Sgt. Pepper fumando porros y tomando LSD hasta borrar los surcos del disco. Lennon decía que el título de la canción no provenía del LSD, sino que se inspiraba en los dibujos que hacía su hijo, pero semejante puntualización no afecta para nada la interpretación general de la letra de la canción.
(...)
En septiembre de 1967, los Beatles emprendieron un audaz viaje inspirado en la odisea de los Alegres Pillastres. Llenaron un autobús escolar de amigos y friquis y partieron rumbo a la campiña inglesa. Igual que los Pillastres, también rodaron una película, onírica, espontánea e improvisada, que titularon Magical Mystery Tour y también editaron un álbum con el mismo nombre. Durante esa época, la familia Beatles dispuso de LSD en abundancia gracias a Owsley, quien les suministró varios litros del líquido eléctrico junto con un alijo de pastillitas de color rosa. Lennon se hallaba en la cúspide de su fase de ácido. Acostumbraba a "tripar sin parar", según decía él mismo, y vivía en una casa de campo repleta de un extravagante despliegue de grabadoras, equipos de vídeo, instrumentos musicales y otros chismes. Como el dinero no resultaba ningún problema, podía satisfacer todos los caprichos que le inspirara el LSD en cualquier momento del día o de la noche.
Durante esa época y según su propio cálculo, "viajó" en ácido un millar de veces. Pero su prolongada investigación personal con lisérgico no hizo otra cosa que exacerbar sus problemas personales. Se debatía entonces contra la tiranía que suponía su éxito musical y las crecientes discrepancias que tenía con Paul sobre el camino que debía seguir el grupo y también sobre la conveniencia de seguir juntos. Aunque sus fans ni siquiera lo imaginaban, los Beatles, incluso cuando estaban en la cumbre de su popularidad, se hallaban constantemente al borde al ruptura. A Lennon el ácido se le estaba volviendo problemático, hecho que resulta evidente en algunas de sus canciones psiquedélicas como "I Am the Walrus" (Soy la Morsa), donde admite repetidamente que está llorando.
En un momento dado, el Beatle alucinado ya no pudo soportar más la situación. Llegó a sentirse tan mal que tuvo que abandonar el consumo, aunque requirió cierto tiempo antes de volver a poner los pies sobre la tierra. "El mensaje que recibí del ácido fue que es necesario destruir el propio ego, y así lo hice, como se bien se sabe. Había leído el estúpido libro de Leary (el manual psiquedélico basado en el Libro Tibetano de los Muertos) y toda esa basura. Jugaba al mismo juego que los demás, pero estaba autodestruyéndome... destruyendo mi ego y creyéndome incapaz de hacer algo al respecto", explicó más tarde.

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (7) - LOS ALEGRES PILLASTRES vs. LOS ÁNGELES DEL INFIERNO


Texto extraído de la página 166 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. Ken Kesey y los Alegres Pillastres, en su afán por difundir su particular religión lisérgica, ofrecen LSD a los temibles Ángeles del Infierno...

"A mediados de los 60 los Pillastres realizaron una serie de iniciaciones públicas, las Pruebas del Ácido Eléctrico, durante las cuales introducían al LSD a cientos de personas en una misma sesión. Se trataba de carnavales extravagantes con muchas cintas de vídeo, luces estroboscópicas intermitentes, improvisaciones en vivo de rock and roll a cargo de los Grateful Dead (los Muertos Agradecidos), vestimentas estrafalarias por doquier y baile.
El ejemplo definitivo del intento de Kesey de meter a todo el mundo en la película de los Pillastres, se producjo cuando inició al ácido a los Ángeles del Infierno, con mucho el grupo más vetusto y marginal. Kesey había contactado con ellos en Los Ángeles durante el verano de 1965, gracias a Hunter Thompson, el famoso Doctor de Gonzo, que entonces estaba escribiendo un libro sobre la banda de motoristas. Por algún motivo, quizá debido a su faceta proletaria, Kesey se fumó un porro con algunos de ellos y congeniaron enseguida. "Estamos en el mismo negocio, vosotros le rompéis la cabeza a la gente y y o les frío los sesos", les había dicho e invitó a sus nuevos amigos a una fiesta en La Honda. Los Pillastres se hicieron con ignentes cantidades de cerveza y tenieron un enorme cartel sbore el césped dando la bienvenida a los Ángeles del Infierno. La juerga iba a reunir a distintas especies: estaba la gente de Perry Lane, junto con Allen Ginsberg, Richard Alpert y numerosos intelectuales de San Francisco y Berkeley. Los Pillastres se prepararon para el encuentro como hacían siempre: tomando ácido. Los habitantes del pueblo lo hicieron apiñándose muy inquietos detrás de las puertas cerradas, mientras la policía salía a recibir a los visitantes con un escuadrón de diez coches y abundante munición.
Esta vez sí que la habían hecho buena. Una cosa era un grupo de bohemios colocados y otra muy distinta una banda de motoristas violentos. Incluso entre los Pillastres existían ciertas dudas acerca de sus invitados. El termómetro de la inquietud marcaba muchos grados cuando los Ángeles llegaron a La Honda rodeados de estruendo y con las chaquetas de cuero adornadas con calaveras y esvásticas. Pero una vez que se hubieron lanzado sobre la cerveza, la tensión descendió de manera notable. Con toda seguridad, los Pillastres eran el primer grupo marginal que aceptaba a los Ángeles. Para los muchachos de Kesey no eran más que compañeros proscritos con la misma intolerancia hacia la hipocresía o el compromiso. Se propagó una atmósfera de pacífica coexistencia y entonces se distribuyó ácido como sorpresa de la fiesta.
Contradiciendo los vaticinios y las funestas expectativas sobre una brutal carnicería ejecutada por asesinos espoleados por la droga, el LSD tornó a los motoristas bastante dóciles. Paseaban como entre nubes y se mezclaban con los radicales, los pacifistas y los intelectuales. Se acercaban a Allen Ginsberg, poeta neoyorquino y homosexual que cantaba el Hare Krishna y bailaba con los dedos llenos de címbalos, epítome de todo lo que despreciaban, y a los Ángeles les gustaba y todo. Menudo espectáculo. Los policías, aturdidos, permanecieron alejados del jardín con sus luces rojas centelleando entre los árboles. Con tantos Ángeles del Infierno con el cerebro afectado, los polis juzgaron más sensato mantener las distancias.
La fiesta de los Pillastres duró dos días y representó la apoteosis de los propósitos que había hecho al empezar el viaje en autobús en 1964. Habían superado el peor trauma de los intelectuales, el de la "vida auténtica". Después de la primera fiesta, los Ángeles permanecieron por los alrededores de la casa de Kesey durante seis semanas y asistieron as numerosas fiestas de los Pillastres. Su presencia aportó cierto voltaje que resultó inolvidable a los asistentes. Hunter Thompson escribió que si hubiera tenido la ocasión de repetir uno de sus viajes primerizos, hubiera escogido alguno de La Honda con la participación de los Ángeles del Infierno. "Había mucha electricidad en el ambiente. Si bien los Ángeles producían cierta zozobra, tambén contribuyeron a hacerlo más interesante... y mucho más vital que si se hubiera tratado de un experimento controlado o de una reunión edulcorada de descubridores de la verdad demasiado bien educados que iban a la búsqueda de la sabiduría en una cápsula. Viajar en ácido con los Ángeles del Infierno fue una auténtica aventura. Eran demasiado ignorantes para anticipar qué sucedería y demasiado agrestes para que les importara".

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (6) - LOS ALEGRES PILLASTRES LLEGAN A NUEVA YORK


Texto extraído de la página 164 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. En él se habla del encuentro, más bien frío, que mantuvieron Ken Kesey y los Alegres Pillastres con el grupo de Timothy Leary, en Nueva York, al que también asistieron Ginsberg y Kerouac.
"Cuando finalmente llegaron a Nueva York, los Pillastres estaban eufóricos. Cassady consiguió un apartamento para reunir al grupo de Kesey con sus viejos amigos Ginsberg y Kerouac. ¿Aceptarían los auténticos y genuinos hipsters que los neobohemios de la psiquedelia fueran sus hermanos de espíritu? El escenario era típico de los Pillastres: ecos de música retumbando y haces de luz rebotando en los espejos. El sofá estaba cubierto por una bandera americana. Kerouac se sintió fuera de lugar entre tanta demencia. Con Kesey tenían poco que contarse. Kerouac se encaminó hacia el sofá, dobló la bandera con mucho cuidado y preguntó a los Pillastres si eran comunistas. Se fue temprano con Cassady y regresó a su casa de Massachusetts, donde vivía con su madre. Tom Wolfe describe así el encuentro: "Fue hola y adiós. Kerouac era la vieja estrella, Kesey el nuevo cometa salvaje que partiendo del oeste, se dirigía Dios sabe dónde.
Quien se preguntara de dónde habían salido los Pillastres, imaginaría seguramente que del grupo de Leary. Después de viajar varios miles de kilómetros, no pensaban perder la oportunidad de visitar Millbrook, la única comuna psiquedélica de la cual habían oído hablar, aparte de la suya. Los Pillastres esperaban un cálido recibimiento, pero al llegar no les abrazaron. El trato fue amistoso pero un poco frío. Todos esperaban el momento del encuentro entre Kesey y Leary, pero éste no iba a recibirles, pues se hallaba inmerso en una sesión muy profunda de tres días de duración en algún lugar de los pisos superiores de la mansión y no se le podía molestar. Kesey se sintió desconcertado por la forma en que se desarrollaban los acontecimientos, aunque los Pillastres, que pronto se familiarizaron con el panorama de Millbrook, comprendieron enseguida los motivos del nerviosismo de los demás. El grupo de la casa estaba formado en su mayoría por científicos que efectuaban continuas anotaciones de su estado mental, escribían artículos y publicaban una revista. Leary y los suyos llevaban una trayectoria propia de eruditos, daban conferencias y todo eso. NO iban a ganar nada asociándose con una pandilla de sonrientes vagabundos desaliñados, vestidos de gamuza y con los rostros pintados. el abismo entre los intelectuales de la Costa Este y el clan de Kesey era tremendo. Tal como Michael Hollingshead narra el encuentro: "... Nos tomaron por carrozas y nosotros a ellos por chiflados".
A los Pillastres, el ambiente general de serenidad, las habitaciones reservadas a la meditación, las estatuas de Buda, el énfasis sobre el Libro Tibetano de los Muertos, les resultaban temas insufribles y retrógrados, tanto que etiquetaron el asunto como "el Viaje a la Cripta". En semejante escenario no tenía cabida la electrónica, no había guitarras, ni vídeos, ni banderas y, claro, tampoco bichos raros. A Kesey no le interesaba lo más mínimo la preparación de la ambientación y de la actuación de un viaje para conseguir que se convirtiera en una experiencia espiritual. ¿Por qué el ácido requería un paisaje pintoresco o un apartamento elegante lleno de obras de arte en las que recrearse mientras la suite en B menor de Bach sonaba en el estéreo? La aventura psiquedélica en el autobús no precisaba ningún trasfondo espiritual preconcebido, se vivían en el contexto de una escena familiar y corriente, un concierto de rock o una fiesta de las de siempre. A los Pillastres les parecía perfecto dejarse llevar por los acontecimientos y tomaban ácido sin considerar lo que ocurría a su alrededor, sin importarles que la situación fuera inusual o pudiera producir desorientación".

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (5) - KEN KESEY & THE MERRY PRANKSTERS


Texto extraído de la página 162 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. En él se habla de Ken Kesey, The Merry Pranksters y Neal Cassady, haciendo las veces de chófer del psiquedélico autobús en que viajaba el disparatado grupo.

"De los acontecimientos que se vivieron en La Honda nacieron los famosos Merry Pranksters o Alegres Pillastres de Kesey. Los Pillastres no necesitaron patearse continentes, como habían hecho antes los beatniks, para hallar un doctor o un curandero que les recetara una planta con atributos. Con un montón de LSD en el bolsillo, les hubiera resultado más sencillo quedarse a disfrutar del cálido sol de California bajo los altavoces que atronaban canciones de Bob Dylan y los Beatles. Pero viajar aún formaba parte del bagaje espiritual de la bohemia como metáfora de descubrimiento. Compraron un viejo autobús escolar, un International Harvester de 1939, acondicionado con literas, estanterías, una nevera y un fregadero. Hicieron un agujero en el techo para que la gente pudiera sentarse arriba y tocar música en el exterior. También lo electrificaron por entero, de manera que se podía emitir desde el interior y grabar del exterior. Se apiñaron en masa alrededor del chasis maltratado por la intemperie y, armados con pinceles, los Alegres Pillastres crearon el primer medio de transporte psiquedélico, pues le pintaron alegres y brillantes remolinos de color. Colgaron un cartel en la parte posterior donde se podía leer: "Peligro: Carga Extraña". Y en la parte delantera, la palabra "FURTHUR" (con dos U; más allá o, mejor, más ayá), que resumía con eficacia el espíritu de los Pillastres. La tripulación del autobús constaba de una veintena de personas, las cuales se hallaban en pleno dispuestas para "el gran fenómeno que avanza".
Los Pillastres usaban elaboradas vestimentas, máscaras y capas, se pintaban el cuerpo con pintura fluorescente y a veces parte de su atuendo estaba hecho con pedazos de la bandera americana. Se ponían nombres apropiados a su nueva identidad psiquedélica. Entre las mujeres, estaba la Chica de la Montaña, Sensual X, la Hermosa Gretchen Reina del Fango y Doris Delay (Doris Atraso). Ken Babbs era el Intrépido Viajero y el atrayente Kesey, Matasiete. Mike Hagen, el encargado de mantener firme la cámara de vídeo mientras el autobús trotaba por la carretera, era Disfunción. Incansables, filmaban una saga épica que protagonizaba todo el mundo y cualquiera. El lema de Kesey, mételes en tu película antes de que ellos te metan en la suya, no era sólo convicción sino además, estrategia.
Los Pillastres, cuando descendían del autobús mientras los altavoces emitían rock and roll a todo volumen, eran plenamente conscientes de que los ciudadanos convencionales les contemplaban como si fueran habitantes de otro planeta, lo cual era exactamente lo que deseaban. Querían "tocar la flauta para la muchedumbre" y hacer lo imposible por agredir la mentalidad de la gente y trastornarla. Según Kesey "... la finalidad de los alucinógenos consiste en evidenciar las reacciones estereotipadas de la gente y usarlas luego para divertirles. Es la única formar de conseguir que se planteen cuestiones, pues hasta que no lo hagan seguirán siendo robots programados".
(...)
"El conductor del autobús psiquedélico era Neal Cassady, avejentada encarnación beat que acababa de salir de la cárcel de San Quintín, donde había permanecido preso durante dos años por la posesión de un mísero porro de marihuana. Aunque la temporada que había pasado entre barrotes no le había mermado la alegría, la experiencia le había endurecido. La esencia del carácter de Cassady seguía siendo la exaltación enardecida del momento, pero su afición al speed se había vuelto mucho más compulsiva y consumía anfetaminas constantemente. Con Cassady llevando las riendas, los Pillastres recorrieron la ruta mítica forjada años antes por los beats. Según Ginsberg: "Neal Cassady había llevado a Jack Kerouac a México en un automóvil profético y una década más tarde, el mismo Cassady condujo el autobús cósmico de Ken Kesey por un recorrido circense y kafkiano a través de las carreteras de una nación que despertaba".
(...)
"Era el lunático del Zen cuyas actuaciones representaban el compromiso bohemio hacia la espontaneidad y la autenticidad. Kesey describía la ruta espiritual de Cassady como: "... el yoga de un hombre acorralado al borde del precipicio por el humo del incendio producido por la locura materialista de una nación entera. Por no dejasrse consumir, salta, pues prefiere arreglar así las cosas, los últimos instantes de su vida sin refugio serán fugaces pero sin humo".

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (4) - KEN KESEY, LSD Y ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO


Fragmento extraído de la página 160 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.
En esta parte se habla de la iniciación de Ken Kesey, ese rebelde bullicioso, al LSD y de cómo esto influyó en la génesis de su novela Alguien voló sobre el nido del cuco. Todo ello sin olvidar, por supuesto, la receta del venado con chile.

"Entre los numerosos personajes conocidos que hicieron proselitismo a favor del ácido durante los 60, quizá fuera Ken Kesey quien mejor comprendió la inutilidad de etiquetas experiencias de lisérgico. Kesey, igual que Ginsberg y muchos otros, se había iniciado al LSD gracias a un programa de investigación financiado por el gobierno. En 1960, mientras asistía a un curso de escritura creativa en la Universidad de Stanford, se enteró de que en el Hospital de Veteranos de de Menlo Park se realizaban experimentos. A los voluntarios les pagaban setenta y cinco dólares diarios por el privilegio de servir como cobayas en un estudio sobre "sustancias psicomiméticas".
En la clínica, Kesey, fornido ex campeón de lucha libre del instituto preuniversitario, tuvo la oportunidad de experimentar fabulosos estados de conciencia. Mientras se hallaba bajo los efectos del ácido, había notado que podía ver a través de los médicos, quienes nunca habían probado la droga y desconocían sus efectos. Unas semanas más tarde, se presentó en el Hospital de Veteranos en calidad de asistente nocturno de la sala de psiquiatría, donde se almacenaba una selección de sustancias psiquedélicas: LSD, mescalina, Ditrán y una sustancia misteriosa conocida como IT-290, así que las drogas empezaron pronto a circular por Perry Lane entre los amigos de la bohemia universitaria. A menudo Kesey acudía al trabajo bajo los efectos del LSD y pasaba largas horas cavilando sobre la naturaleza de la locura apoyado en la fregona. "Antes de empezar a consumir drogas no sabía por qué los tipos de la sala de psiquiatría estaban allí, no les comprendía. Un día, después de tomar LSD, de repente lo entendí, lo comprendí perfectamente. Les escuchaba y les observaba; me di cuenta entonces de que las cosas que hacían y decían no eran, después de todo, tan disparatadas", declaró. Poco a poco, su primera novela, Alguien voló sobre el nido del cuco, iba tomando fuerza.
En la comunidad de Perry Lane se iban produciendo rápidos cambios a medida que aumentaba el número de sus componentes que consumía drogas. Dieron fiestas psiquedélicas cuyo momento culminante era el consumo del famoso Venado con chile inventado por Kesey, un plato sazonado con generosas dosis de lisérgico. Algunos de los que participaban en las cenas "eléctricas" fueron: el actor Roy Seburn, la bailarina Chloe Scott, un joven músico llamado Jerry García y los escritores Robert Stone (Dog Soldiers, Una Bandera para la Aurora) y Larry McMurtry (Hud, Tiernas Palabras). Los colegiados del ácido pronto desarrollaron el gusto por lo exótico en lo que a sustancias que expandían la conciencia se refería y consiguieron hacerse con cientos de botones de peyote que les enviaba una empresa de Laredo, Texas, por correo aéreo.
Según el folclore, el sacramento nativo americano, tomado en dosis elevadas, produce visiones propias de la antigua tradición local. Kesey tomó peyote, por supuesto, y se le apareció un rostro extraño y primitivo. Era la cara de un Jefe Indio, Broom, que se convertiría más tarde en el personaje principal de Alguien voló sobre el nido del cuco. Kesey, que escribía a menudo bajo los efectos del peyote y del lisérgico, narraba la historia a través de los ojos del indio esquizofrénico. El segundo personaje de la novela, McMurphy, era el alter ego literario del nuevo Ken, un rebelde bullicioso que pretendía descalabrar a la autoritaria Enfermera Jefe. El libro fue muy bien acogido por la crítica y el éxito que alcanzó confirió al panorama psiquedélico una curiosa legitimación, pues demostraba que se podía comer pastel (andar colocado de LSD) y escribir la Gran Novela Americana.
Con las ganancias del libro, Kesey adquirió una casa en La Honda, a ochenta kilómetros al sur de San Francisco, donde terminó su segunda novela, A veces un gran impulso. De las ramas de los árboles había colgado potentes altavoces que atronaban rock and roll y atraían como un imán a beatniks, profesores universitarios y una nueva generación de drogatas, los del tripi."

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (3) - GINSBERG, LSD Y UN POEMA DE BLAKE


Fragmento extraído de la página 152 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.
El texto describe la experiencia alucinatoria que tiene Allen Ginsberg al leer un poema de Blake, y cómo después trata de repetirla con la ayuda de drogas. Se narra también el satori que le sobreviene en Japón y que rompe el nudo gordiano que había en su actitud frente a las drogas.

La biografía psiquedélica de Allen Ginsberg ilustra la futilidad de los viajes planificados, tanto de viajes iniciados por propia voluntad como por la ajena. A Ginsberg le parecía que incluso la planificación personal podía originar una tensión psíquica formidable, a menudo seguida de malos rollos tremendos. Sus deseos paradisíacos de iluminación, que buscaba a través del ácido lisérgico, provenían de una experiencia producida en 1948 en la que no había intervenido drogas. Vivía entonces en un piso de alquiler en Harlem. Mientras estaba leyendo el poema de Blake titulado ¡Ah, girasol!, escuchó el resonar de una voz profunda. Inmediatamente la reconoció como perteneciente al poeta que resurgía entre los muertos. Sintió que su cuerpo flotaba inmerso en resplandor. Todo lo que veía se le aparecía bajo una luz nueva. Le invadió el convencimiento abrumador de que había nacido para experimentar el espíritu universal.
Ginsberg empezó a consumir sustancias psiquedélicas teniendo como punto de referencia la alucinación experimentada con el poema de Blake. Según decía, el LSD le había proporcionado el acceso a "... aquello que como poeta había catalogado previamente como conciencia estética, poética, trascendental o mística". Pero sus intentos de volver a capturar el apogeo cósmico del antiguo episodio usando drogas le resultaron problemáticos. Bajo la influencia del ácido lisérgico deseaba escribir un poema que evocara el significado de la divinidad, pero el mismo acto de escribir interrumpía el flujo de pormenores que inundaba su sistema nervioso. La tensión entre la visión romántica de la iluminación y la urgencia simultánea por transmitirla convertía la búsqueda de la divinidad en un mal viaje. Ginsberg describió su frustración en numerosos poemas que compuso bajo los efectos del LSD y de otros alucinógenos: "La Respuesta", "Salmo Mágico", "Mescalina", y "Ácido Lisérgico".
Ginsberg, que se pintaba a sí mismo tomando drogas en una esquina, creyó que consumir ácido le limpiaría el alma y se esforzó demasiado en conseguir cualquier clase de satori. Se sentía obligado de forma compulsiva a consumir LSD una y otra vez a fin de desarticular su identidad y vencer su obsesión por la mortalidad. Su creciente paranoia hacia los alucinógenos alcanzó el clímax en 1960, cuando tomó yagé en Perú. Como siempre, buscaba la revelación divina pero sin embargo "... el universo entero estalló alrededor, fue el peor viaje y el más duro... sentí que me enfrentaba a la Muerte... me invadieron las náuseas, salí corriendo al exterior y empecé a vomitar... me vi a mí mismo cubierto de serpientes, una aureola de serpientes de mil colores que envolvía mi cuerpo, me sentí como una serpiente que vomitara el universo, como un jíbaro adornado con colmillos descubriendo la muerte del universo, mi muerte próxima, la muerte de todos, todos desprevenidos, yo mismo".
A finales de 1961, Ginsberg emprendió un peregrinaje espiritual a la India con la finalidad de comprender las visiones perturbadoras producidas por las drogas. Durante el itinerario, se detuvo en Israel para visitar a Martin Buber, el eminente filósofo judío que concedía preponderancia a las relaciones humanas, que le aconsejó evitar dejarse atrapar por confrontaciones con el universo inmaterial. En la India recibió un mensaje similar de Swami Sivananda: "Tu propio corazón es tu gurú". Estos encuentros prepararon el terreno a la comprensión súbita unos meses más tarde, durante los últimos días del recorrido. en 1963, en Japón, mientras viajaba en tren, experimentó una transformación arrebatada, una inexplicable pero vívida recapitulación sobre su experimentación con alucinógenos. Se sintió tan aliviado que se echó a llorar. Inspirado por un momento tan decisivo, escribió un poema titulado "La Transformación: Kyoto-Tokyo Exprés" que marcó un momento supremo en su búsqueda espiritual.
Ginsberg había busco la divinidad a través de viajes psiquedélicos trascendentales. Al intentar superponer los efectos del ácido a la memoria antigua de su visión cósmica, no vivía el presente, se bloqueaba. Entonces descubrió la inutilidad de intentar conjurar las visiones en éxtasis de un universo imaginario cuando el secreto residía en su propia carne mortal. En ese momento de revelación profunda, comprendió que la verdad sólo se puede experimentar desde el interior del cuerpo; por tanto, el imperativo místico consistía en la unidad con la propia piel. No renunciaba a las drogas, sino que rechazaba que éstas le dominaran o negaba la obligación de correr riesgos psicológicos mediante fármacos que le expandieran la conciencia. "Durante quince o veinte años intenté repetir la experiencia del poema de Blake y perdí el tiempo. Al que toma ácido para ver a Dios y se esfuerza por encontrarle, acaba sucediéndole todo lo contrario y termina por no ver más que maquinarias diabólicas a su alrededor y por contemplar el infierno en lugar del paraíso. Así que al final llegué a la conclusión de que un mal rollo de ácido, al igual que un mal estado de conciencia normal, se produce por aferrarse a desear un final y buscar un universo ambos preconcebidos en lugar de introducirse en el cosmos inconcebible, aún por nacer, indescriptible".
Estabilizado su sentido del yo, con la mente tranquila, Ginsberg adoptó una posición personal diferente en sus posteriores viajes, que adquirieron un carácter totalmente distinto. Empezó a disfrutar. Después de todo lo que le había sucedido, se daba cuenta finalmente de que la experimentación con LSD implica en esencia un horizonte abierto, un campo espiritual en el sentido más amplio. Cualquier intento de aferrarse a la Eternidad, a la Luz Pura o al mensaje secreto del código genético termina irremediablemente convirtiéndose en una obsesión y, por tanto, en una relación falsa con la amplitud infinita de la conciencia psiquedélica. Una vez capacitado para dirigir su atención al exterior, dejaron de existir los severos criterios que requería el ácido, sólo la apreciación del mundo que se extendía ante él.

Nota: Éste es el poema de William Blake causante de todo:

¡AH, GIRASOL!

¡Ah, Girasol!, fatigado de tiempo,
Tú que calculas los pasos del Sol,
Buscando esa dulce región dorada
Donde acaba el viaje del peregrino:
Donde la Juventud, mustia de anhelo,
Y la Virgen pálida envuelta en nieve,
Se alzan de sus tumbas, y se elevan
Adonde ansía ir mi Girasol.

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (2) - BURROUGHS, LSD Y EL GRUPO DE HARVARD


Fragmento extraído de la página 121 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.

A las investigaciones de Timothy Leary con la psilocibina en la universidad de Harvard se unen Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Ginsberg es partidario de hacerla llegar a todo el mundo, y es así como se la hace probar a Thelonious Monk, Dizzie Gillespie, Neal Cassady, Jack Kerouac, Robert Lowell, Arthur Koestler...

"No obstante, la reprimenda más severa al optimismo desaforado del grupo de Harvard todavía estaba por llegar. Leary esperaba con impaciencia que William Burroughs probara las pastillas de psilocibina. El autor de El almuerzo desnudo era algo así como el mentor de la generación beat. El verano de 1961, Leary viajó a Tánger, donde vivía Burroughs en aquellos momentos. Trabajaba en una nueva novela, La máquina blanda, fumaba cantidades considerables de kif marroquí y realizaba experimentos con un proyector fabricado por su amigo Byron Gysin que producía alucinaciones similares a las de la mescalina o del LSD. Los poetas Alan Ansen y Gregory Corso estuvieron presentes en las sesiones junto con Leary y Ginsberg. Las cosas comenzaron bien pues mientras paseaban bajo la hermosa luz de la luna después de tomar una buena dosis de psilocibina decidieron irse a nadar. Pero el panorama cambió con rapidez cuando se hizo patente que a Burroughs no le gustaba la sustancia. "No good, no bueno", repetía moviendo la cabeza. Se apartó de los demás y esperó la bajada en soledad.
Burroughs nunca tomó drogas con la única finalidad de pasarlo bien. A pesar del desengaño que tuvo con la psilocibina, accedió a participar en futuros experimentos sobre alteración de la conciencia que iban a tener lugar en Cambridge. Había decidido efectuar trabajos sobre privación sensorial, en tanques de inmersión, con estroboscopios, con mecanismos para medir las ondas cerebrales y con todas las maravillas tecnológicas que pudiera poner a su alcance una universidad de prestigio. Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando llegó a Harvard. Se encontró con un continuo de fiestas cuyos asistentes eran una pandilla de intelectuales de ojos chispeantes que repetían eslóganes desafortunados sobre la hermandad del amor. Leary seguía considerando que la psilocibina era la droga de la iluminación, la panacea para una sociedad enferma. A Burroughs semejante enfoque le parecía demasiado simplón. Aunque aceptaba que las sustancias alucinógenas fueran capaces de abrir las puertas de la percepción, reconocía que solamente la búsqueda deliberada de nuevos hábitos de conciencia era capaz de proporcionar visiones de significado permanente. "Conviene recordar que todo aquello que se puede obtener mediante la química también puede lograrse de otros modos", insistía. "No hacen falta drogas para entonarse, pero resultan útiles para acortar camino durante ciertos estadios del aprendizaje". Burroughs ya había experimentado con drogas con finalidades de autoconocimiento e intentaba seguir adelante. Después de una corta estancia en Cambridge, abandonó el clan psiquedélico.
Burroguhs era muy consciente de la faceta siniestra de la política americana y algunas de sus predicciones sobre el futuro de la revolución psiquedélica resultaron muy acertadas. Aunque era un entusiasta de los alucinógenos, sospechaba que ciertas fuerzas siniestras también se interesaban por esas sustancias y que Leary y sus adláteres les hacían el juego. Temía que las sustancias psiquedélicas acabaran usándose como armas de control en lugar de elementos liberadores de las masas. Había comprendido que aquel que busca la iluminación se halla muy vulnerable a la manipulación interior y lanzó una seria advertencia al respecto en los pasajes iniciales de Nova Express, publicada en 1964.

Aún sabiendo que corro el riesgo de convertirme en el personaje de ficción más impopular de todas las épocas (y la historia es ficción) debo declarar lo siguiente:
Recompón el estado de la situación. Cuestiona inexorablemente a quien la ha originado. ¿Quién ha monopolizado la Inmortalidad? ¿Quién ha inmortalizado la Conciencia Cósmica? ¿Quién ha monopolizado el Amor el Sexo, los Sueños? ¿Quién ha monopolizado el tiempo, la Vida, la Fortuna? ¿Quién se ha llevado lo que era tuyo? Escucha: su Jardín de las Delicias es una gran cloaca. Su Inmortalidad, su Conciencia Cósmica y su Amor son mierda mediocre de segunda categoría... Permanece apartado del Jardín de las Delicias... Rechaza el fraude de la Inmortalidad... Tira por el desagüe sus drogas violentas... Están monopolizando y envenenando las sustancias alucinógenas: Aprende a hacerlo sin productos químicos."

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (1) - ALLEN GINSBERG, EL LSD Y WAGNER


El texto que sigue está extraído del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Edit. Castellarte, pág. 86, y narra la tormentosa primera experiencia de Allen Ginsberg con el LSD, y cómo a raíz de ella el poeta elabora el poema titulado "Ácido lisérgico":

"... las circunstancias favorecen una reacción psicomimética, conocida por "mal viaje" o "mal rollo".
El poeta Allen Ginsberg se dio cuenta enseguida de ello la primera vez que tomó LSD en el Instituto de Investigación Mental en Palo alto, California. En 1959, Ginsberg ya se hallaba familiarizado con las substancias psiquedélicas y había experimentado con peyote en diversas ocasiones. Por aquel entonces el suministro clandestino aún no existía y era casi imposible procurarse alguna dosis. Por tanto, estuvo encantado de que el antropólogo Gregory Bateson le pusiera en contacto con el equipo de médicos de Palo Alto. Ginsberg desconocía que uno de los investigadores vinculados al instituto, el Dr. Charles Savage, a principios de los 50 había llevado a cabo experimentos con substancias alucinógenas para la Marina de los Estados Unidos.
El experimento se efectuó en una reducida habitación sin ventanas repleta de equipo médico y aparatos para hacer electroencefalogramas. Dijeron a Ginsberg que podía escuchar la música que desease; él escogió Tristán e Isolda de Wagner y una grabación de Gertrude Stein. "Algo me decía", explicó más tarde, "que esperaban que me tumbara en el diván del psiquiatra como si estuviera en el hospital y dejara que la cosa me invadiera lentamente, y así fue". Mientras la sustancia comenzaba a surtir efecto, le sometieron a una serie de pruebas psicológicas (asociación de palabras, Rorschach, problemas de aritmética) que en aquellos momentos le parecieron totalmente absurdos. "¿Qué diferencia hay?", preguntaba sin parar a los ayudantes. Mientras evaluaban sus respuestas, el poeta, que había leído a Huxley, esperaba que Dios se proyectara en el interior de su mente.
Cuando llegó el momento de las pruebas de electroencefalograma, Ginsberg propuso un experimento poco usual que le había sugerido su amigo William S. Burroughs. Deseaba comprobar qué sucedería si durante su estado actual contemplaba un estroboscopio que centellease en sincronización con los ritmos de sus ondas alfa. Los médicos conectaron la máquina centelleante con el aparato de electroencefalograma, de modo que las ondas que emanaran de su cerebro activarían el estroboscopio. "Fue como si estuviese contemplando el interior de mi propio organismo", declaró Ginsberg. "No existía ninguna diferencia entre el interior y el exterior. De pronto, me invadió la sensación de que yo y la maquinaria mecánica que me rodeaba no éramos entes diferentes. Pensé que si aquello continuaba, sucedería algo espantoso. Me absorbería la red nacional de suministro eléctrico. Luego comencé a notar un ligero crujido en los hemisferios cerebrales. Sentí que la corriente absorbía mi alma a través del enchufe de la pared y la llevaba".
Fue demasiado para Ginsberg. Pidió a los médicos que desconectaran la máquina centelleante, pero la enorme ansiedad que había sentido se prolongaba. El frío ambiente clínico del laboratorio dificultaba la relajación. A medida que el efecto del ácido se desvanecía, aumentaba su aturdimiento y su confusión: "Tenía la impresión de ser una partícula insignificante en una telaraña gigante y que la araña que se acercaba lentamente para cazarme era Dios o el demonio, no estaba seguro, pero lo cierto era que la víctima era yo. Pensé que había quedado atrapado en el interior de una red gigante de fuerzas que no podía controlar o que quizá estuvieran experimentando conmigo, quizá fueran de otro planeta o de algún supragobierno o de un ejército cósmico a las órdenes de algún Gran Hermano de ciencia-ficción".
Ginsberg pasó la tarde en casa del Dr. Joe Adams, supervisor del experimento. Se retiró a una habitación deseando describir su primer viaje de ácido. Todavía estaba colocado cuando escribió el poema "Ácido lisérgico"...

ÁCIDO LISÉRGICO
Allen Ginsberg

Es un monstruo de millones de ojos múltiples
está oculto en todos sus elefantes e identidades
tararea en la máquina de escribir eléctrica
es la electricidad conectada a sí misma, si ésta tuviera cables
es una enorme Telaraña
y yo estoy en el último millonésimo infinito tentáculo de la telaraña, preocupado
perdido, separado, un gusano, un pensamiento, una identidad
uno de los millones de esqueletos de China
uno de los errores particulares
yo Allen Ginsberg una conciencia escindida
quiero ser Dios
quiero escuchar la infinita e insignificante vibración de la armonía eterna
yo que temblando espero ser destruido por la música etérea en el fuego
yo que odio a Dios y le doy un nombre
yo que cometo errores en la máquina de escribir de la eternidad
yo que estoy Condenado

Pero en el extremo final del universo la araña de un millón de ojos y sin nombre gira sobre sí misma sin parar
el monstruo que no es un monstruo se acerca con manzanas, vías férreas, televisión, cráneos
un universo
que se come y se bebe a sí mismo
sangre de mi calavera
criatura Tibetana de pecho peludo y Zodiaco en mi estómago
esta víctima sacrificial incapaz de pasarlo bien

Mi rostro en el espejo, cabellos delgados, sangre congestionada en derrames ahí debajo de mis ojos, chupa vergas, una decadencia, una lujuria por hablar
un gruñido, un tic de la conciencia en el infinito
una porquería a los ojos de todos los Universos
tratando de escapar de mi Ser, incapaz de transmitir al Ojo
Vomito, estoy en un trance, mi cuerpo es atrapado por convulsiones, mi estómago repta, mi boca se llena de agua, estoy aquí en el Infierno
huesos secos de miríadas de momias inertes desnudas en la red, los Fantasmas, yo soy un Fantasma
grito dónde estoy en la música, a la habitación, a quién esté cerca, tú, ¿eres Dios?
No, ¿quieres que sea Dios?
¿No hay respuesta?
Tú respondes, ¿debe haber siempre una respuesta?
Y si dependiera de mi decir Si o No-
Gracias a Dios que no soy Dios! Gracias a Dios que no soy Dios!
Pero añoro por un SI de armonía para penetrar
en cada rincón del universo, bajo cualquier condición
un Si Hay... un Si Soy... un Si Eres... un Nosotros

Un Nosotros
y debe ser un Eso y un Ellos y una Cosa sin Respuesta
Aquello se arrastra, espera, está quieto, ha empezado, es las Trompetas de la Batalla, es una Esclerosis Múltiple
no es mi esperanza
no es mi muerte en la eternidad
no es mi palabra, ni la poesía
cuidado con mi Palabra

Es una Trampa Fantasma, tejida por un sacerdote en Sikkim o en Tibet
el cruce en el cual mil hilos de distintos colores
son colgados, como una raqueta de tenis espiritual
en la cual cuando la observo veo ondas de luz etéreas que irradian
brillante energía pasando a través de los hilos por un millón de años
las bandas de hilos mágicamente cambiando sus matices uno transformado en otro como si la
Trampa Fantasma
Fuera la imagen del Universo en miniatura
parte consciente y sensible de la máquina interrelacionada
que hace olas hacia fuera del tiempo en dirección al Espectador
desplegando su propia imagen en miniatura de una vez por todas
repetida hacia abajo con variaciones sin final a través de todo su ser
y siendo lo mismo en cada partícula

Esta imagen de la energía que se reproduce a sí misma en las profundidades del espacio desde el Principio
en lo que puede ser una O o un Aum
y rastreando variaciones hechas de la misma Palabra circula alrededor de sí misma en el mismo patrón como su Apariencia original
que crea una Imagen mayor de sí misma a través de las profundidades del Tiempo
hacia fuera en círculos a través de los cintos de la lejana Nebulae & vastas Astrologías
contenidas, para ser fiel a sí misma, en un Mandala pintado en la piel de un Elefante,
o en una fotografía de una pintura al lado de un elefante imaginario que sonríe, pero cómo se ve el elefante es un chiste irrelevante-
podría ser una Señal sostenida por un Demonio en Llamas , o un Ogro de la Transciencia,
o en una fotografía de mi propia panza en el vacío
o en mi ojo
o en el ojo del monje que hizo la Señal
o en su propio Ojo que se observa a Sí Mismo por fin y muere

y a pesar de que un ojo puede morir
y a pesar de que mi ojo puede morir
el monstruo de un millón de ojos, el Sin Nombre, el Sin Respuestas, el Escondido-de-mí, el Ser sin fin
una criatura que nace de si misma
se estremece en su más ínfima partícula, ve fuera de todos sus distintos ojos a la vez
Uno y no Uno se mueve según sus propias maneras
no puedo seguirlo

Y he creado una imagen del monstruo aquí
y crearé otra
se sienten como Criptozoides
se arrastra y ondula bajo el mar
viene para tomarse la ciudad
invadirá cada Conciencia
es delicado como el Universo
me provoca ganas de vomitar
porque tengo miedo de perderme su aparición
aparece de todos modos
aparece en el espejo
limpia el espejo como el mar
es una miríada de ondulaciones
que limpian el espejo y ahogan al espectador
ahoga al mundo cuando ahoga al mundo
se ahoga en sí mismo
flota hacia fuera como un cadáver repleto de música
el ruido de la guerra en su cabeza
la risa de un bebé en su estómago
un grito de agonía en el mar oscuro
una sonrisa en los labios de una estatua ciega
estuvo ahí
no era mío
lo quise usar para mí mismo
para ser heroico
pero no está a la venta para esta conciencia
se va y sigue su camino para siempre
va a completar todas las criaturas
será la radio del futuro
se escuchará a sí misma en el tiempo
quiere un descanso
esta cansado de escucharse y verse
quiere otra forma otra victima
me desea
me da buenas razones
me da una razón para existir
me da infinitas respuestas
una conciencia para separarme y otra para ver
me hace señas para que sea Uno u otro, para decir que soy ambos y ninguno
se puede cuidar perfectamente sin mí
es Ambos Sin Respuestas (no responde a ese nombre)
ronronea en la máquina de escribir
escribe una palabra fragmentaria que es
una palabra fragmentaria.