Son también los tiempos en que el nazismo empieza a extender sus ideas y sus tentáculos por Alemania y por Europa, Praga incluida. Kopfrkingl tiene amigos abiertamente filonazis que le hablan de las bondades de ser nazi, incluso de buscar esa sangre alemana que hay en todo checo, salvo los judíos, claro, a los que conviene eliminar, por el bien del nuevo orden que se avecina y también para no hacerles sufrir demasiado. Poco a poco, Kopfrkingl se irá dando cuenta de la conveniencia de adaptarse a los nuevos tiempos. Solo hay un problema: su mujer es judía y sus hijos también. Finalmente, acaba entrando en el partido nazi checo, seducido por la posibilidad de probar las rubias prostitutas del casino reservadas a los miembros del partido, y también por la posibilidad de un ascenso en el crematorio donde trabaja. Eso sí, se le pide que antes dé nombres de judíos, que les espíe, que sonsaque información. Gracias a sus métodos, sus compañeros de trabajo irán desapareciendo y él será ascendido a nuevo director del crematorio. Se empieza a insinuar la posibilidad de acabar con los judíos de una manera práctica y a gran escala. Por ello, los nazis checos están especialmente interesados en la figura del incinerador Kopfrkingl y en su crematorio. «Todo está mecanizado, automatizado, como tu crematorio. Nadie debe sufrir», dice uno de los personajes, un entusiasta nazi, prefigurando todo el horror que vendrá con el holocausto y la segunda guerra mundial. Herz, el director de la película, sabe de lo que habla: siendo un niño, estuvo en el campo de concentración de Ravensbrück.
La
obsesión del protagonista con la cremación como vía rápida para una
reencarnación, le hace ver a un lama (él propio Kopfrkingl ataviado de
lama) que le comunica que el Dalai Lama ha fallecido y que Buda se ha
reencarnado en él, por lo que debe trasladarse a Lhasa. Pero antes de ir
al palacio del Potala, Kopfrkingl tiene una misión que cumplir: «Los
salvaré a todos. Al mundo entero».
Rodada en blanco y negro, «The cremator» es una auténtica joya, basada en la novela del mismo título de Ladislav Fuks,
una mezcla de horror, sátira social y humor negro, con una estética
expresionista que dota a menudo a lo real de una atmósfera onírica, de
pesadilla, con encuadres sorprendentes, picados excesivos, ópticas
deformantes (con un uso espectacular del gran angular)... La película
estuvo prohibida durante la ocupación soviética, hasta 1989.
Especialmente
interesante es el montaje, con un procedimiento original para enlazar
secuencias: un personaje, a menudo el omnipresente Kopfrkingl, inicia
una frase o un diálogo que se termina en un sitio y un tiempo distinto,
saltando con frecuencia de un lugar a su contrario, por ejemplo pasando
de un prostíbulo a un confortable hogar familiar. Otras veces,
Kopfrkingl mira a cámara, buscando nuestra participación,
interpelándonos o como si esperara nuestro beneplácito.
El
filme está repleto de detalles de humor negro, de referencias a la
muerte, como ese plano en que un Kopfrkingl de sospechoso parecido a Hitler está soltando un speech sobre las bondades de la cremación, delante de una copia de El jardín de las delicias, de El Bosco.
Hay también secuencias con cierto tono surrealista, como cuando el
protagonista lleva a su familia a la feria y visitan la Casa del Horror,
donde unos muy realistas muñecos de cera imitan asesinatos (en
realidad, se trata de personas que están ejecutando en vivo dichos
crímenes), o ese patético combate de boxeo donde los contendientes se
dan puñetazos de manera torpe, mientras los protagonistas hablan sobre
cómo el débil acaba sucumbiendo ante el fuerte (de hecho, uno de los
púgiles cae, probablemente a punto de morir).
Hay
constantes detalles en el filme que anticipan lo que va a ocurrir en la
película pero también en el momento histórico, como esa hermosa y
misteriosa dama de negro que se le aparece por todos lados al
incinerador, anticipando la muerte, como si de una danza macabra se
tratase.
La magnífica banda sonora es obra de Zdenek Liska, con evocaciones de mantras budistas, música de carrusel, canciones judías...
La magnífica banda sonora es obra de Zdenek Liska, con evocaciones de mantras budistas, música de carrusel, canciones judías...