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«NOSOTROS» DE ADOLFO DUFOUR

Publicado por Javier Serrano en

Guión: Adolfo Dufour y Pablo Mínguez
Intervienen: Francisco J. González, Pascual Fernández, Concepción Sánchez, Arancha Fernández, Noelia Fernández, Ramón Luján, Inmaculada Fonollosa, Juan Luis Torres, Aurora Garro, Adolfo Jiménez, Teodoro Miguel, Mª Del Carmen Martínez, Francisco Hernando, Valeriano Aragonés, Antonio Prada, Pedro Lara, José Luis Jiménez, Paco Gutiérrez, Noemí Pérez, José Luis Sampedro
Montaje: Berta Frías
Fotografía y cámara: Mariano Izquierdo y Pablo Mínguez
Sonido: Enrique González y Nerio Gutiérrez
Música original: Pablo Miyar
Coordinadora de Producción: Maite Ibáñez
Productora: New Atlantis
Contacto: vmendoza@newatlantis.net



La única lucha que se pierde es la que se abandona (Ernesto Che Guevara).

La historia de la empresa SINTEL tiene algo de leyenda, como de barco naufragado y desaparecido misteriosamente, de holandés errante condenado a vagar de manera incesante y que de vez en cuando aparece. Todo iba bien en Sistemas de Instalaciones de Telecomunicaciones, S.A. (SINTEL), una empresa española especializada en el montaje de sistemas de telefonía, perteneciente a Telefónica (empresa pública, por entonces), con una plantilla de entre 4.500 y 5.000 trabajadores, y que llegó a alcanzar una facturación máxima de 62.000 millones de pesetas. Su historia, más o menos feliz, comienza a torcerse a partir de las oscuras maniobras que acontecen a partir de 1996, momento en que SINTEL es vendida al grupo estadounidense MasTec Incorporated, propiedad de la familia Mas Canosa, por 4.900 millones de pesetas (algo menos de 30 millones de euros), y a partir de ahí, como el inicio de un pequeño cáncer que en su ineluctable camino hacia una metástasis total fuera devorando poco a poco las entrañas del cuerpo que lo aloja, los nuevos propietarios proceden al vaciamiento patrimonial, mediante complejas operaciones de ingeniería financiera a través de empresas filiales radicadas en paraísos fiscales, que conlleva la posterior quiebra decretada en 2001, con un déficit de 59,3 millones de euros, además de otros daños colaterales: 1.788 acreedores pendientes de cobro y 1.828 trabajadores en el paro. Serán los propios empleados de SINTEL, encabezados por un comité de empresa inasequible al desaliento, los encargados de defender sus derechos con propuestas tan originales como el “Campamento Esperanza”, instalado durante seis meses en el madrileño paseo de la Castellana, frente al Ministerio de Economía, que reunirá a 1.500 trabajadores llegados desde todo el país, consiguiendo así evitar la censura informativa que había sobre los medios de comunicación; o el encierro de las mujeres trabajadoras y esposas de los empleados en la también madrileña catedral de La Almudena. En 2001, los trabajadores en lucha alcanzan un acuerdo, con el beneplácito de los sindicatos, para desmontar el campamento a cambio de indemnizaciones económicas, prejubilaciones y la recolocación de varios cientos de empleados en otras empresas de Telefónica. Finalmente, de dicho acuerdo solo se cumplió la parte de las prejubilaciones.
Hasta aquí la historia oficial. La venta de SINTEL es como un déjà vu económico y perverso, donde se enriquecen unos y una gran mayoría se va al paro y de manera precaria. En cuanto a los gastos sociales ocasionados será el Estado, es decir los ciudadanos, los que pagarán los platos rotos; y eso por no hablar de los beneficios que una empresa rentable y saneada podría haber generado, o de la pérdida del control de sectores estratégicos. PeroNosotros habla también de la parte humana, de la intrahistoria, de las pequeñas historias que nunca llegan a aparecer impresas en los manuales de Historia, sin que por ello sean menos importantes o estén exentas de épica. Adolfo Dufour, el director, recurre a fragmentos de Las uvas de la ira, la novela publicada en 1939 por John Steinbeck, para ir tejiendo algo parecido a un hilo argumental.
Nosotros habla de sentimientos: sufrimiento, solidaridad, dignidad…, palabras estas que cotizan a la baja en nuestro mundo de burbujas. La solidaridad mostrada por los trabajadores entre ellos, sabedores de que nadie, salvo ellos mismos, les apoyará; y la solidaridad mostrada por personas desconocidas (y también algunas conocidas como el escritor y economista José Luis Sampedro o el Nobel José Saramago) que se acercan hasta los escenarios de la protesta para mostrar su apoyo moral a los implicados, a veces incluso con donativos de comida o de dinero. Esa solidaridad y el deseo de no rendirse se materializará, años más tarde, en proyectos como la Asociación SINTEL o la creación, por parte de los propios afectados, de una empresa, SINTRATEL, que dará trabajo a varios centenares de los extrabajadores, logrando conseguir beneficios sin ayudas del Gobierno y con el veto de Telefónica. Nosotrosdescribe el saqueo progresivo al que es sometida la empresa, pero también de otro saqueo menos perceptible, el expolio de las vidas de sus trabajadores (truncadas de un día para otro por culpa de oscuras y frías decisiones tomadas en algún despacho lejano). Nosotros habla de intemperie, de paro, de supervivencia, de incertidumbre, de sueños rotos y también de sueños frustrados, de desgaste moral y psicológico, de pérdida de autoestima, y de, en los casos más extremos, de suicidio. La lucha de los trabajadores de SINTEL es la lucha de siempre, la que describe Steinbeck en Las uvas de la ira, la que inspira tantas otras protestas que han sido, están siendo y serán, la que alimenta la acampada indignada en la Puerta del Sol y en otros lugares, desde la plaza Taksim hasta la tunecina Revolución de los Jazmines, pasando por la plaza Syntagma, el Zuccotti Park o las calles de Sâo Paulo y Río de Janeiro, la misma que afecta a los dos trabajadores que aparecen en el principio de la película, y que bien pudieran ser cualquiera de nosotros, conversando en un bar sobre cómo el paro ha afectado a sus vidas, partiéndolas quizá para siempre.
Nosotros es una película incómoda para muchos, pues habla del Estado entendido como una máquina compleja, tan invisible como demoledora en su funcionamiento, integrada por diferentes piezas, y cómo cada una de esas piezas intenta silenciar la injusticia del caso SINTEL: Telefónica, con una directiva capaz de vender de una manera torticera una empresa que genera beneficios; los sucesivos Gobiernos, con algunos de sus miembros sentados en esa directiva, que hacen la vista gorda (la decisión de vender es tomada en Semana Santa, por el Gobierno en funciones y con el Parlamento disuelto, en ese limbo político que conduce de Felipe González a José María Aznar) o que no se implican lo suficiente como para resolver el conflicto; los medios de comunicación, alimentados por empresas privadas (Telefónica entre otras) o sirviendo los intereses de uno u otro partido político, intentando ocultar la protesta o desvirtuando las reivindicaciones de los trabajadores; los sindicatos, o para ser más precisos las cúpulas sindicales y su connivencia velada con los negociadores del otro lado de la mesa… Si finalmente la historia del desmantelamiento de SINTEL no llega a caer en el olvido más absoluto (y vergonzoso) es porque falla uno de los elementos, el más débil, de la máquina: los trabajadores; ese puñado de irreductibles galos y su comité de empresa empeñados en que se haga un poco de justicia. Me pregunto qué habría pasado si ese comité de empresa se hubiera entregado a los cantos de sirena que les llegaban y hubieran traicionado a la plantilla. Afortunadamente, tal cosa no sucedió y Nosotros viene a demostrar que la dignidad todavía es posible.
El caso SINTEL llega hasta nuestros días, como la enésima aparición del siniestro holandés errante, cuando el conflicto parece haber alcanzado una resolución y la familia Mas Canosa se muestra dispuesta a abonar 35 millones de euros a sus extrabajadores y acreedores, que retirarán los cargos y se evitará así el juicio en la Audiencia Nacional. Desgraciadamente, gracias a la proverbial lentitud de la justicia española, algunos de los trabajadores no conocerán jamás la noticia, y muchos otros, la mayoría, se preguntarán, ¿mereció la pena?
Adolfo Dufour Andía, el director de Nosotros, ha dirigido también otros documentales, como Septiembre del 75, Viva la escuela moderna, entre otros. También ha trabajado en series como Ésta es mi tierra, Robinson, Los Frutos del Dorado, Paraísos cercanos, Memoria de España o Camino a casa.
Nosotros consiguió el Primer Premio al Mejor Largometraje Documental SEMINCI (2012), y tiene dos candidaturas a los Goya 2013, como Mejor Película y como Mejor Película Documental.
El asunto SINTEL ha sido llevado en numerosas ocasiones al cine: El Efecto Iguazú (Pere Joan Ventura, 2003),Alzados del suelo (Andrés Linares, 2003), La mano invisible (Isadora Guardia, 2003), y 200 Kilómetros (del colectivo Discusión14, 2004).


"NOSOTROS" - EVGUENI IVÁNOVICH ZAMIÁTIN

Publicado por Javier Serrano en La República Cultural:
http://www.larepublicacultural.es/article5218.html

"Incluso nuestros antepasados adultos sabían que la fuerza es el origen del derecho y que éste es una función de la fuerza. Imagínense dos platillos de una balanza: en una los gramos, en la otra una tonelada, en una «yo» en la otra «nosotros», el Estado Único. ¿No es evidente que suponer que yo pueda tener derechos sobre el Estado Único, y que un gramo pueda equivaler a una tonelada, es lo mismo? Por lo tanto, la tonelada es el derecho, el gramo es el deber. El único método para pasar de la parte ínfima a la magnitud es olvidar que uno es un gramo y sentirse como una millonésima parte de la tonelada…" (fragmento de Nosotros)

Como deja bien claro el título, la novela de Evgueni Zamiatin habla sobre el "nosotros" (la tonelada) que ha sustituido al "yo" (el gramo convertido en la millonésima parte de la tonelada), y eso a pesar de estar narrada en primera persona, en palabras de D-503, ese constructor-jefe encargado de construir la nave "Integral" que habrá de partir en breve hacia el espacio, llevando hacia otros planetas su mensaje, su fórmula para alcanzar la felicidad.
Nosotros es pionera del género conocido como distopía o antiutopía, novelas que transcurren en una sociedad ficticia y a menudo en un futuro cercano (en este caso el Estado Único), gobernadas por un poder totalitario y absoluto que dirige (de una manera autoritaria y supuestamente benévola) los designios de sus habitantes. En la novela Nosotros el poder está en manos del Benefactor (Bienhechor, en otras traducciones) que se encarga de la felicidad del pueblo, convertido en meros números que sueñan "con alguien que les diga de una vez por todas en qué consiste la felicidad y que luego les encadene a ella", que han perdido la capacidad de amar, de sentir, de compadecerse… en aras de la razón, de una certeza en clave matemática que les aleje de toda incertidumbre. Es una sociedad ideal y de superficie lisas, pulidas; un mundo hecho de cristal y vidrio, donde todo es transparente y está a la vista de todos, incluidos los propios Guardianes. Los confines de este territorio distópico e hiperindustrializado están delimitados por el Muro Verde, que aísla "nuestro perfecto mundo mecánico del irracional y feo mundo de los árboles, pájaros y animales".
La ordenada y feliz (en apariencia) vida de D-503 se quiebra el día que conoce a I-330, mujer fascinante y fatal, Eva disidente que viene a destruir el Paraíso. La tranquila vida de D-503, recogida en esos apuntes (que constituyen la novela) dirigidos a un público desconocido y pretérito, se desmorona por momentos. No es solo que rechace a O-90, la amante ocasional a la que estaba "abonado" y con la que mantenía unos minutos de intimidad de vez en cuando. Ni siquiera el riesgo evidente de haber escrito unas páginas comprometedoras, o que su conducta aberrante le pueda conducir a la muerte en la Máquina del Benefactor. Es algo más, el conocimiento de ese grupo insurgente y secreto al que pertenece I-330 le hace sentir mal, ¿a qué espera para denunciarlo al Benefactor? Se siente culpable, enfermo, tal vez su problema, grave, es el que le diagnostica un médico: que tiene alma. Ello implicaría ser distinto, quedar fuera del "nosotros", sumirlo en la incertidumbre de lo irracional, simbolizado por la raíz cuadrada de -1. Quizás la solución al problema sea esa Gran Operación a la que todos quieren entregarse y que tiene como fin acabar de una vez por todas con la fantasía. Nosotros es precisamente eso: el dilema entre el yo y el amor a una mujer, y el nosotros; una trama desarrollada en forma de anotaciones con una prosa de frecuentes frases inacabadas que funde la poesía con las matemáticas, con la perfección de la geometría, pero que no renuncia a la ironía y al humor (especialmente en la descripción física de algunos personajes).
Nosotros fue escrita en ruso en 1920 (si bien en la Unión Soviética no se pudo leer en su idioma original hasta 1988) y publicada primeramente en inglés en 1924. A pesar de ser simpatizante del partido bolchevique y de haber padecido prisión por ello, Zamiatin (y la crítica a todo poder totalitario, incluido el estalinista, que supone Nosotros) no tardó en padecer el precio de todo autor independiente que se precie: la censura. La imposibilidad de desarrollar su carrera como escritor llegó hasta tal punto que empujó a Zamiatin a pedir públicamente, en carta dirigida al mismísimo Stalin, que se le permitiese salir de la URSS, deseo que finalmente pudo ver cumplido, gracias a la mediación de Gorki, marchando con su esposa a Praga y luego a París, donde su talento se sumirá en el olvido.
Los antecedentes de Nosotros pueden rastrearse en autores como H.G. Wells o Jack London. En cuanto a las novelas inspiradas de una manera más o menos evidente en la obra de Zamiatin, podemos hablar de Un Mundo Feliz, de Aldoux Huxley, 1984 y Rebelión en la granja de George Orwell, Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, La Naranja Mecánica, de Anthony Burgess, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick (que a su vez habría de dar pie a la grandiosa película Blade Runner)…, obras mucho más conocidas, por desgracia, que la del propio autor ruso.
Respecto a su huella cinematográfica, aparte de la ya mencionada obra de Ridley Scott y de algunas de las adaptaciones al cine de las novelas citadas, Nosotros también influyó en películas como Metrópolis de Fritz Lang, El planeta de los simios, de Franklin Schaffner, o la más reciente Matrix, de los hermanos Wachowski, entre otras.
¿Tiene vigencia el término distopía en el s. XXI? Ya no existe el régimen estalinista ni tampoco el nazi, y el número de dictaduras se ha reducido, ¿entonces? ¿Se pueden considerar distopías ciertas formas de gobierno denominadas democracias, pero que en la práctica se quedan en pseudodemocracias? La idea de capitalismo como única forma válida de pensamiento, como único camino posible hacia la felicidad, ¿acaso no es una variante del Benefactor que describe Zamiatin? ¿En qué se diferencian las elecciones de los países libres de ese Día de la Unanimidad, anual, en que los números de Nosotros votan a un solo candidato? La globalización actual ¿es diferente de la nave Integral en su afán proselitista por difundir su mensaje de felicidad?

"Y nosotros, mis queridos lectores de otro planeta, iremos a visitarles para que vuestra vida sea tan ideal, racional y precisa como la nuestra…".