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«SUMMER OF SOUL» (2021) - AHMIR-KHALIB THOMPSON

 ... la ceremonia de entrega de los óscares de 2022 pasará a la historia del cine y a la historia en general como la noche en que Will Smith le soltó una hostia a Chris Rock por haberse metido con su mujer, Jada Pinkett Smith. Un negro pega a otro negro y arruina así la gala y probablemente su carrera. Pero esa noche ocurrió otro acontecimiento que también tiene que ver con la comunidad afroamericana: la película Summer of Soul, el llamado Woodstock negro, ganaba el óscar al mejor documental. No creo que estuviera en la mente de Will Smith eclipsar el logro de este documental, todo una reivindicación del pueblo negro y de su empoderamiento, pero así fue.
El Harlem Cultural Festival tuvo lugar en 1969 y a lo largo de seis fines de semana consecutivos (desde el 29 de junio hasta el 24 de agosto) logró reunir a cerca de 300.000 personas en el Mount Morris Park, ahora llamado Marcus Garvey Park (en honor a Marcus Garvey, el líder negro, fundador de la UNIA, Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro, y que entre otras cosas abogaba por el regreso al continente africano).
Hay que tener en cuenta el contexto en que tiene lugar el evento, después de una serie de magnicidios: John F. Kennedy (en 1963), Malcolm X (1965), Martin Luther King (1968) y Robert Kennedy (1968), y teniendo como telón de fondo la protesta contra la guerra de Vietnam, donde combate un gran número de población negra. Ese es el contexto en que a Tony Lawrence, actor y cantante de nightclubs de Nueva York, se le ocurre la idea de montar un festival gratuito en la ciudad de Nueva York, más concretamente en pleno barrio de Harlem, con una mayoría de población negra o de origen latino, de clase trabajadora y asolado por el crimen y la heroína.
La iniciativa cuaja, gracias al apoyo de John V. Lindsay, el alcalde blanco republicano, y de algunos patrocinadores. Para evitar posibles conflictos, los conciertos estarán vigilados por la policía pero también por integrantes de los Black Panthers. Y así es cómo por aquel parque y a lo largo de seis fines de semana irá pasando la flor y nata de la música negra (blues, góspel, jazz, soul, R&B, rock, funk...): B.B. King, Ray Barretto, Mongo Santamaría, David Ruffin, Chambers Brothers, Stevie Wonder (tocando la batería, el teclado, y con un asistente con un paraguas), Nina Simone (cantando junto al piano y leyendo el poema reivindicativo de un poeta negro), Gladys Knight and the Pips, Chuck Jackson, Sly and the Family Stone (con una banda que integra a músicos blancos y a mujeres tocando instrumentos), Mahalia Jackson, The 5th Dimension, Hugh Masekela, Sonny Sharrock, el baterista Max Roach, el ventrílocuo Willy Tyler con su muñeco Lester...
El monumental documental es el debut como director del talentoso Ahmir Thompson, Questlove, baterista en la banda The Roots, además de DJ, productor, periodista, actor... A partir de un material inédito construye una obra de dos horas que muestra lo que ocurrió en aquel verano de 1969 en el Mount Morris Park. No se trata solo de una serie de conciertos que consigue reunir a una pléyade de músicos negros de primera fila sino que también cuenta con la participación de líderes de la comunidad tan destacados como el reverendo Jesse Jackson, lo que contribuye a que finalmente se convierta en un acto de exaltación de la negritud, de reivindicación de los derechos de la comunidad negra, o como el propio Jesse Jackson clama (y con él el público): ¡Soy negro! ¡Soy hermoso! ¡Soy orgulloso! Tal y como revela la cinta, en ese momento histórico se produce un irreversible punto de inflexión: es la hora de dejar de ser llamado despectivamente «negro» y empezar a ser reconocidos como «black». Dicho de otro modo, la asunción por parte de la comunidad negra de todo su poder, el reconocimiento de su capacidad de cambiar las cosas, llegando, si es necesario, a usar la fuerza (aquí las opiniones se dividen entre pacifistas y partidarios de la vía violenta).
Hay un momento especialmente emotivo hacia la mitad de la película, cuando el pastor Jackson cuenta los últimos instantes de Luther King (Jackson estaba con él), poco antes de caer asesinado, y quería escuchar una canción que no pudo escuchar, y que en el festival se interpreta.
El documental cuenta con testimonios como el del actor Musa Jackson y otros participantes que estuvieron presentes en aquellos conciertos, incluido el actor Chris Rock (ese que se llevó una hostia durante una gala de los óscares, ¿lo recuerdan?), y que ahora, décadas después, recuerdan, con lágrimas en los ojos, lo que pasó. Alguno incluso parece cuestionarse si aquello realmente llegó a pasar, dada la irrelevancia a la que fue condenado, o tal vez es la memoria que juega una mala pasada e inventa las cosas.
¿Cómo puede ser que este evento, un «océano de gente negra», gratis para todos los asistentes, pasara desapercibido? Es cierto que coincide temporalmente con el más popular festival de Woodstock (apenas los separan 100 millas), pero incluso el de Harlem empieza antes. ¿Cómo es posible que esas cintas se guardaran durante 50 años en un sótano, que nadie se interesara por ellas y que aquel festival fuera ninguneado y olvidado?
«O cuando la revolución no pudo ser televisada», reza el subtítulo del filme. El productor de televisión Hal Tulchin filmó unas 50 horas, en color (algo inusual pues lo habitual en la época era el blanco y negro). Asegura que toda la publicidad se la llevó Woodstock, que al igual que Altamont (el Woodstock de la Costa Oeste de diciembre de ese mismo año) contaba con un plantel de grupos mayoritariamente blancos. Incluso probaron a llamar al de Harlem el Black Woodstock, pero no parece que fuera buena idea pues a nadie le interesaba un espectáculo de negros ni mucho menos lo que pasaba en Harlem. El hecho es que el festival se olvidó y también las cintas, como se olvida buena parte de la historia. O tal vez no fue por racismo ni por desinterés sino porque lo que aconteció aquel verano en el Mount Morris Park era demasiado peligroso, pues hablaba de empoderamiento y de cambiar el mundo, y estas cuestiones, ya se sabe, conviene abortarlas a tiempo...