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JOSEBA SARRIONANDIA - Poemas

CUADERNO DE BITÁCORA
(de "Por los escondrijos del miedo")

El viajero se aventura a través del laberinto
aunque apenas sí recuerda cuándo ni por dónde entró.
Supone que el camino ha de ser un laberinto,
pues adivina en lo nuevo reflejos del ayer.
Mas no son reflejos amables, son vástagos del miedo
pues le revelan que cae, que se derrumba hacia el centro.
¿Pero hay un centro acaso?
¿No cae hacia los bordes?
Piensa entonces que le es preciso un escondite
y a ratos se oculta por los rincones. Pero el miedo
corre a refugiarse en sus mismos escondrijos.
Piensa entonces que quizá se extravíe a la deriva
y que necesita un hilo que lo guíe en el laberinto.
¿Pero dónde amarrar el hilo?
Piensa entonces que siquiera el recuerdo podrá sostenerlo
y, cada atardecer, escribe un cuaderno de bitácora.
Éste es un cuaderno de bitácora a la deriva, el viajero
escribe como el timonel que, en un mar sin una brisa,
adivina que se acerca la tormenta del naufragio.
Escribe con desesperación:
no como el profeta, sino como el loco;
no para los Dioses: para las marionetas;
como la marioneta para las marionetas escribe.
Y el viajero sabe a veces, pero a veces nada sabe:
quién es, quiénes es.
Piensa a veces que transita por Europa
como una mosca por un cuerpo desnudo de mujer.
Otras veces se queda contemplando las páginas en blanco del
cuaderno de bitácora,
sin pensar en nada, o dibujando espirales.

LAS LÍNEAS DE LA MANO
(de "Por los escondrijos del miedo")

El arado de la vida trazó los surcos de nuestras palmas
Y en ellos residen todos nuestros caminos.
Ahí están las calles de las ciudades que recorreremos,
Ahí las doncellas llorosas y los bueyes bermejos,
Ahí los trenes interminables y ballenas con un arpón clavado,
Ahí las carreras de los rinocerontes al otro lado del espejo,
Ahí las telarañas desplegadas y los verdugos sin trabajo,
Ahí los viejos huesos y los barcos sin timón.
Todo se refleja en los surcos de nuestras palmas
Como la imagen del abeto solitario a la orilla del lago,
Y en la misma tumba nos enterrarán
A nosotros y nuestras líneas,
Nosotros y todos esos errores.

ULISES VUELVE A ÍTACA
(de "Por los escondrijos del miedo")

Estás llegando, Ulises, a Ítaca
Y miras con ansia hacia tu casa.
¿Pero sabes acaso qué hallarás?
Yo, Eumeo, te lo diré:
Mira qué regocijo en la que fue tu casa.
¿Quién te ha dicho que te esperan?
Mira los barcos varados en la arena
Y el olor a vino y fritura en las ventanas.
Esto es lo que te espera, vuelto a casa:
La honra del hijodalgo, camisas perfumadas,
Los mismos nombres y voces cada día,
Las tiernas caricias de parientes y allegados,
Ajo, harina de cebada y vino aguado.
Y encanecido el cabello hacerte abuelo
Y morir cuando se borren las líneas de tu mano.
¿Por qué volver a Ítaca, Ulises?
Sólo buitres habitan hace tiempo esta casa,
No es más que punto de encuentro para aves perdidas.
¿Estás agotado? ¿Te place quizá el llanto de las plañideras?
Haz caso, como las aves, al camino que marcan las estrellas
Y a este viejo Eumeo que algo sabe del destino.

COPLAS PARA ESCONDER EN LOS PANTALONES
(de "Yo no soy rey de Noruega")

Es Venus la primera que en el cielo se ilumina
ahora se despierta el más anciano murciélago
y acaricia en silencio rojas tejas, paredes grises
el ave de los negros rincones va tejiendo la nueva noche

Aquí yacemos, imposible huir del castillo de las cenizas
la noche, gigantesca red, se abate sobre nosotros
me atrapa debajo, amarrado a la tristeza
aquí yazgo y no puedo explicar qué cosa es esto

Esto es el refugio de los temores y las hierbas oscuras
esto es la catedral de las lágrimas y los hombres vacíos
esto es un páramo sin víspera y de breve porvenir
aquí yace, vivo cadáver, lo que una vez fue un pueblo

Dicen que allá lejos nacen flores y flores a la vida
pero quien llega a la cárcel ha llegado al sepulcro
al monte del patíbulo de los murciélagos tejedores
mirad atentamente cómo nos columpiamos

Escribo estas coplas sin luz, encerrado
mientras el dolor visita las venas de mi ánimo
los carceleros buscan papeles por las celdas
toma, cógelo, escóndelo en tus pantalones.

EL ÁNIMO DE QUIEN HA ESTADO PRESO
(de "Viejos marinos")

El ánimo de quien ha estado preso
Retorna siempre a prisión.
En la calle se cruza con jueces, fiscales y abogados
Y los policías, aún sin reconocerlo,
Lo miran más que a cualquier otro,
Porque su paso no es sosegado, o bien
Porque su paso es en extremo sosegado.
En su corazón habita,
De por vida, un condenado.

UN LARGO TREN
(de "Viejos marinos")

Siempre hay al amanecer un largo tren
Que parte de la estación.
Una mujer mira desde la ventana,
A nadie puede decir adiós.
Siempre hay un corazón dividido:
Una mitad se aleja con el tren
La otra mitad se queda en la estación.
Cae la lluvia, moja el cristal,
Moja los vagones, moja las vías.
El tren va siempre hacia el infierno.

DEFIENDAN SU NEGRA PAZ
(de "Viejos marinos")

Defiendan su descanso sembrado de blancas palomas,
Con billetes de banco y armas pesadas.
Defiendan su negra libertad de
Trabajar, hacer deporte, rezar,
Defiendan la negra casa de su padre
Para no perderse ni un folletón televisivo,
Defiendan su negro sueño y que sus bellos sueños
Engendren otros bellos sueños,
Defiendan el sosiego de sus corazones
Que perfuman hasta ahogarlos, y su fin de semana,
Defiendan su negra paz
Y su reloj de una única aguja:
Somos hijos de alguna oscura loba,
Es la hora, señálenos con su dedo índice
Y que sus policías tiren contra nosotros.

PREGUNTA II
(de "Viejos marinos")

El hombre se detiene
En la esquina de la celda,
Parece que habla solo,
Pero no, hasta cuándo
Le ha preguntado a una araña.
La araña, de inmediato,
Se descuelga y baja
Por el hilo que larga,
Y parece que ese largo hilo es
La respuesta de la araña.

JOSEBA SARRIONANDIA - Cuentos

"LA ASAMBLEA"

Hicimos una asamblea. Teniendo en cuenta que el mundo va cada vez peor, que esta sociedad se sigue organizando sin criterios proporcionados de libertad y justicia, teniendo en cuenta que incluso el medio ambiente se va deteriorando progresivamente, teniendo en cuenta que nuestras esperanzas de una vida mejor se frustran nuevamente, y conscientes, así mismo, de que todos, sí, todos los seres humanos deberíamos tomar parte en la búsqueda de soluciones adecuadas a los problemas comunes, nos reunimos en una asamblea.

Durante la asamblea realizamos penetrantes análisis de la situación, mantuvimos enriquecedoras discusiones y llegamos a importantes acuerdos. En el momento en que ya estábamos repartiéndonos el trabajo, para pasar de las propuestas a los hechos, repentinamente llegó el loquero y, alegando que ya se acabó la media hora de recreo, nos está encerrando a cada uno en su celda.

"PELEA DE CARNEROS"

En la plaza, cada uno de los carneros acumula toda su fuerza para embestir. Da unos pasos hacia atrás, bastantes pasos hacia atrás, y se lanza desmedido hacia adelante. El choque de los dos carneros es tremendo, las gotas de sangre salpican a la gente. El crujido del golpe se mezcla con los murmullos, las apuestas, el griterío.

Los carneros retroceden y, rodeados por toda esa gente que los anima con delirante entusiasmo, se lanzan de nuevo al choque. Ninguno se rinde, aturdidos por el golpe se quedan parados sólo durante un momento, inmediatamente retroceden para investir de nuevo. La plaza retiene el aliento, enardecida, mientras los carneros se lanzan al enésimo choque.

Súbitamente, dos espectadores se enfrentan. Muy similarmente a los carneros, retroceden y se lanzan el uno contra el otro frontalmente. En seguida se multiplican los apareamientos de espectadores enfrentados. Se impugnan, se contradicen, se amenazan y, después de haber ingerido un café doble y una copa de brandy, los más entusiastas se lanzan de cabeza. El topetazo es descomunal y, aturdidos, se tambalean por un momento. Recuperado el discernimiento, retroceden sin perder de vista al contrario.

Son cada vez más. Sin asomo de cobardía van hacía atrás para arrojarse de frente. A esta hora, ya todos participan en la pelea, agachan la cabeza y se abalanzan frontalmente contra alguien. Los topetazos consiguientes son espeluznantes. No deja de haber apuestas y gritos, mientras todo el mundo choca en la plaza.

Los carneros de verdad se detienen, pues ya nadie los rodea, ni les deja espacio, ni les carga da aliento. Entre cabezas reventadas, entre carreras cruzadas, entre jadeos y crujidos de materiales óseos, los carneros de verdad se van.

"DURANGO 1937"

Olvidemos la destrucción, el dolor, la tristeza.

No toquemos estos ladrillos quebrados, estas cenizas aún calientes, ni esta sangre pegajosa. No escuchemos los gemidos, no oigamos los insultos que resuenan bajo estos techos derrumbados, hagamos oídos sordos incluso a los partes de radio de los vencedores.

No sintamos este olor a azufre, no advirtamos las emanaciones de los cuerpos tiznados, ni siquiera las del perfume de esos botellines reventados. Hagamos como que no contemplamos esta ciudad de pilastras derribadas, ruinas todavía alumbradas por las llamas, hagamos como que no vemos esa mano de niño cercenada y sola.

No nos figuremos que nos arrastramos como limacos aplastados, no pensemos que nos descomponemos como víctimas de una plaga, que nos disipamos como herejes incinerados antaño.

No nos asustemos por indicios que provienen de este alrededor y del interior de nuestro propio cuerpo, el que hayas olvidado algunas palabras por ejemplo, o esa mano trunca y sola que baja por la escalera destrozada en busca de su madre, y tropieza con tu corazón y lo estruja con sus blancos dedos.

Desconozcamos toda esta destrucción, este dolor y esta tristeza. Abandonemos este aturdimiento e imaginemos que el mundo es apacible y hermoso; imaginemos que estamos vivos.