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«KOSHIKEI (MUERTE POR AHORCAMIENTO)» (1968) - NAGISA OSHIMA

... una voz en off interpela al espectador al principio de la película: ¿estás a favor o en contra de la abolición de la pena de muerte? Según un sondeo de la época (1942), el 71% de la población japonesa está en contra de abolirla, el 16% la apoya y el 13% está indeciso. "¿Habéis visto alguna vez una sala de ejecución? ¿Habéis visto alguna vez una ejecución?".
Una toma aérea nos sitúa en el lugar donde transcurre la película: una prisión que tiene una sala de ejecución en un rincón apartado, lejos del edificio central y lejos de las miradas de los curiosos, como si fuera una casa normal, pintada de color crema y donde incluso a veces se pueden ver cerezos en flor y azaleas. La cámara entra ahora en esa sala de ejecución. Parece el interior de un piso. La voz en off nos describe los detalles: paredes de color salmón, sala de espera, una capilla, un altar budista que puede ser usado como altar cristiano... Salvo una celda que no se utiliza, nada hace sospechar el oscuro fin al que está destinado el edificio.
La voz nos presenta ahora a los protagonistas de la película: funcionarios de la prisión, un fiscal público, un párroco, un médico, verdugos... y un reo. Todos hombres. 
Hecha la presentación del lugar y de los personajes solo resta proceder: ejecutar al reo. El reo es un coreano llamado R y será una muerte por ahorcamiento. Se pulsa un botón, una trampilla se abre bajo los pies del presidiario y este queda colgando ante la atenta y morbosa mirada de los funcionarios. Por alguna misteriosa razón R no muere, su corazón sigue latiendo. ¿Qué hacer con él? En el metódico proceder de los funcionarios nunca se ha presentado un caso igual. Por si fuera poco, no se puede razonar con R: ha perdido la memoria. El equipo de funcionarios toma la decisión de hacerle recordar algunos momentos de su vida que explican cómo se llegó a su condena. Un funcionario va leyendo la sentencia y sus compañeros se dedican a hacer una suerte de obra de teatro bastante ridícula donde se recrean hechos de la vida de R, especialmente aquellos más truculentos, los que describen cómo ejecutó y violó a dos mujeres japonesas. Nos remontamos a la infancia humilde de R en Corea, un país que sufrió la invasión y humillación por parte de Japón. Aparte de la legitimidad o no de la pena de muerte, la otra línea argumental de la película es precisamente esta: la ocupación de Corea por parte de su vecino nipón y el desprecio de los japoneses a los coreanos. Dicha ocupación conllevó muchos muertos, ¿no convierte eso a los japoneses en asesinos similares a R? ¿Qué justicia pueden estar entonces ejecutando esos verdugos? Dicen representar al Estado, a la nación, conceptos que no dejan de ser abstracciones que pueden llegar a justificar los peores crímenes. ¿Tiene ese Estado alguna legitimidad para matar a un hombre?
Las penurias padecidas por R podrían explicar su comportamiento posterior, el resentimiento contra los invasores, aunque tal vez la causa última sea una oscura e incestuosa relación con su hermana. ¿Quién puede saberlo? ¿Acaso Dios? Y si Dios existe, ¿por qué permite tanto dolor?
Si R recupera la memoria, ¿qué se ha de hacer con él? ¿Volverlo a ejecutar? ¿Es posible la redención de R? Es cierto que físicamente sigue siendo la misma persona, el mismo cuerpo, pero el alma es cosa distinta. ¿Se puede redimir el alma? ¿Es posible la redención del pueblo japonés después de todo el daño que infligió a Corea y a los países del imperio colonial que construyó?
Pese a lo dramático del asunto y la seriedad de la muerte y la pena de muerte, esta cinta rodada en blanco y negro ─un evidente alegato en contra de la pena capital─ está tratada en clave de comedia...