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"GREGUERÍAS" (y 6) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

Ventilador: rosa de los vientos mecanizada.

Incunable es el libro que no se puede leer en la cuna.

El viento es el correo amoroso de las flores.

La gallina llena el suelo de asteriscos.

En realidad los seguros de vida son seguros de muerte.

El oráculo era un mentiroso cuya originalidad consistía en decir las mentiras con anticipación.

Hay maridos que llevan a su mujer del brazo como si la condujesen a la Comisaría.

Una libélula es como un tornillo que vuela.

Los viudos son como mutilados de guerra.

El corazón viejo tiene tos.

El Café es la enfermería del escritor.

Algo se juega uno al echar los dados de hielo en el vaso.

El corazón de la alcachofa está envuelto en sus cartas de amor.

El óvalo es el círculo que adelgazó.

El viudo toma bebidas oscuras como el oporto, el soltero bebidas rubias y el casado vermut seco.

«Mentor» parece ser el que enseña a decir mentiras.

Un beso puede ser una caricia o una llaga.

El más sorprendido por la herencia es el que tiene que dejarla.

Muchas cosas se pueden encontrar en medio del campo, pero jamás un sacacorchos.

Las cigüeñas tijeretean el cielo.

Mujer: nubosidad variable.

Familia: un mantel y seis servilletas.

Mujer con chal, mujer chalada.

Lo peor es llegar a ser jubilado de epitafio.

El relámpago es la rúbrica nerviosa de Dios.

"GREGUERÍAS" (5) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

Al soplar al mosquito para que se vaya le dotamos de algo de nuestra alma.

En la tinta china está el luto del Arte.

La luna pone en el bosque luz de cabaret.

Al matar la polilla nos deja un polvillo de seda robada.

El bebé se saluda a sí mismo dando la mano a su pie.

Los inválidos esperan en los bancos públicos a que les retoñe el brazo o la pierna que perdieron.

-¿Hay peces en el sol?
-Sí, pero fritos.

La T está pidiendo hilos de telégrafo.

En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños.

No confiéis demasiado en vuestro propio corazón, porque él os fallará en definitiva.

Hay quien se reserva para dar limosna a los pobres que haya a la puerta del cielo.

El que se despierta de la siesta al atardecer, nota que le han robado el día mientras dormía.

Un segundo es idéntico a los siglos: es un siglo en miniatura.

Las algas que aparecen en las playas son los pelos que se arrancan las sirenas al peinarse.

El agua no tiene memoria: por eso es tan limpia.

En los ojos mefistofélicos del gato se ve un resquicio del infierno.

El genio es toda la paciencia y toda la impaciencia reunidas.

Para estar completamente solos tendríamos que desprendernos de nosotros mismos.

La lluvia es triste porque nos recuerda cuando fuimos peces.

La morcilla es una transfusión de sangre con cebolla.

Aburrirse es besar a la muerte.

El coleccionista de sellos se cartea con el pasado.

La sandía es una alcancía de ocasos.

El poney es el hijo sietemesino del caballo.

La eñe tiene el ceño fruncido.

Mineros: vendimiadores de carbón.

En la fuente que corre se desangra el mundo.

La castaña pilonga sabe a bisabuela arrugada y cariñosa.

Los pellizcos estrangulan lunares.

El desierto es la patria de los puntos suspensivos.

El pájaro tiene manos de niño.

Los que fechan cualquier cosa con números romanos —MCMXXXV— son unos MMMEMOS.

En la noche alegre la luna es una pandereta.

El niño intenta sacarse las ideas por la nariz.

En el papel de lija está el mapa del desierto.

Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.

Cuando sacan todas las cosas de su bolso parecen policías de sí mismas.

El mapamundi nos sirve el mundo como un par de huevos fritos.

Los días de lluvia, el «Metro» se convierte en submarino.

Mataba el tiempo vengándose de antemano de lo que el tiempo iba a hacer con él.

La amnistía es la amnesia del delito.

Lo más caro de la naturaleza es el rocío que sólo se expende con cuentagotas.

Biblioteca pública es el sitio en que se comienzan todos los libros y no se acaba ninguno.

La Biblia es un libro en el que todos estamos aludidos.

Habría que llamar también a los bomberos en caso de infundio.

Un papel en el viento es como un pájaro herido de muerte.

El matrimonio es la carta de amor certificada.

"GREGUERÍAS" (4) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


El niño engordaba a fuerza de gomas de borrar.

Las estrellas viven con tan gran holgura porque saben la cortesía suprema que es guardar las distancias.

La lima es el cepillo de dientes de los metales.

El sostén es el antifaz de los senos.

Lo importante no es tener o no tener microbios, sino tenerlos amaestrados.

Al cine hay que ir bien peinado, sobre todo por detrás.

Los negros tienen voz de túnel.

Hay suspiros que comunican la vida con la muerte.

La idiosincrasia es una enfermedad sin especialista.

Los solares están soñando ventanas.

Un tumulto es un bulto que les sale a las multitudes.

La carcoma con su pequeño sacacorchos va descorchando los muebles.

Los gatos se beben la leche de la luna en los platos de las tejas.

Discóbolo: el que tira más lejos una tapadera.

Aquella mañana los pájaros cantaban al revés.

La eternidad envidia a lo mortal.

La pulga hace guitarrista al perro.

El látigo traza en el aire la rúbrica del tirano.

El estornudo es la interjección del silencio.

La ñ dice adiós con su pañuelo a los niños y a los ñoños.

El ancla es la inicial del pañuelo del mar.

La merluza es un pescado hecho de rodajas.

Apretaba el secante como si asfaltase las cartas.

El Creador guarda las llaves de todos los ombligos.

Metía huevos en la heladera y salían bolas de marfil.

El epitafio es la última tarjeta de visita que se hace el hombre.

"GREGUERÍAS" (3) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


El pitido del tren sólo sirve para sembrar de melancolía los campos.

Hay quienes llevan agarrados los guantes como si les fuesen tomando el pulso doctoralmente.

Los lagos son los charcos que quedaron del diluvio.

En la sala del cine hay siempre alguien cuyo drama es el que se está proyectando en la pantalla.

Las Venus de los Museos presentan manchas de pellizcos.

En las playas, nuestros zapatos se convierten en relojes de arena.

Los juncos son los ascetas de la vegetación, pues han renunciado a las hojas y a las flores.

Lo que más les molesta a las estatuas de mármol es que tienen siempre los pies fríos.

Las que se pintan las uñas color lacre son mujeres certificadas.

A un mentiroso sólo le cura un sordo.

Tenía un llavero tan poblado que parecía un pescador de llaves.

Los miasmas son los microbios de los fantasmas.

Las lentejas son los centimillos de la alimentación.

El guarda de jardín fue el primer mariscal de campo que conocimos.

En lo que más avanza la civilización es en la perfección de los envases.

Cuando el padre llega tarde a la hora de cenar y después se sirve el primero, los hijos alcanzan a comprender qué es eso de «los últimos serán los primeros».

Las únicas que saben de arquitectura comparada son las golondrinas.

El arroyo trae al valle las murmuraciones de la montaña.

Los bancos públicos son los pentagramas de las iniciales del Amor.

Lo peor de la ambición es que no sabe bien lo que quiere.

Esos que están muy pagados de sí mismos y que creen que todo tiene precio.

La fraternidad de tres pares de calcetines es conmovedora y tiene rebaja.

El más pequeño ferrocarril del mundo es la oruga.

Los ceros son los huevos de los que salieron las demás cifras.

Las básculas marcan las doce en punto.

"GREGUERÍAS" (2) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


La ferretería es una farmacia ferruginosa.

Un panamá es un sombrero de segador que presume de nuevo rico.

Se había tragado tantos bostezos durante las visitas que adquirió un bocio de aire comprimido.

El puzle presagiaba la ruina universal.

La araña es la zurcidora del aire.

El hambre del hambriento no tiene hache, porque el verdadero hambriento se la ha zampado.

El pañuelo de seda es el adiós de una caricia.

Los pianos de cola se abren como sigilosos cepos para cazar malos pianistas.

Las hormigas son los glóbulos rojos de la tierra.

Aquella mujer lucía esos hermosos y falsos ojos que llevan mariposas en las alas.

El que afila un cuchillo con otro cuchillo se desafía consigo mismo.

Diccionario quiere decir millonario en palabras.

Cuando asomados a la ventanilla echa a andar el tren robamos adioses que no eran para nosotros.

Tener una mosca cogida en la mano es como haber pillado cautivo un murmullo o un calambre.

La novia que regala una cartera a su novio le comienza a administrar.

El “maitre” es como el novio del restaurante.

Dos en un auto: idilio. Tres: adulterio. Cuatro: secuestro. Cinco: crimen. Seis: tiroteo con la policía.

Las roscas son los salvavidas del hambre.

Cuanto más usado esté un mayordomo, mejor.

El grillo mide las pulsaciones de la noche.

La radiografía nos descubre las nubes interiores.

Los plátanos envejecen en un solo día.

"GREGUERÍAS" (1) - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


No hay una certeza sobre cuántas greguerías escribió Ramón Gómez de la Serna ya que se manejan cifras muy dispares. De hecho, el propio Gómez de la Serna hablaba unas veces de más de cien mil greguerías y otras veces afirmaba haber escrito unas diez mil. Además, muchas están repetidas o con ligeras variantes. 
Estas son algunas de ellas, siguiendo un criterio puramente personal:

En el cisne se unen el ángel y la serpiente.

Cuando una mujer pide ensalada de frutas para dos, perfecciona el pecado original.

“Ídem”, buen seudónimo para un plagiario.

Caníbal fue el que se comió a Aníbal.

Los puentes civilizan los ríos.

¡Cómo nos mira una tienda de objetos de óptica!

La sandalia es el bozal de los pies.

El beso es un paréntesis sin nada dentro.

De tanto mirar al mar se le había llenado el alma de algas y sargazos.

Cuando se abre la nuez se encuentra una oreja dentro.

En las «saetas» cantadas hay las que son venenosas y las que no lo son.

Las primeras canas son los hilvanes de la vejez.

La serpiente es la rúbrica del paisaje.

Consejo superfilosófico: «Hágase una fotografía y si sale es que existe».

Dormir la siesta es morir de día.

Exceso de fama: difamación.

Al mar le gusta la impunidad y por eso borra toda huella en la playa.

Las espigas hacen cosquillas al viento.

Las almejas son las castañuelas del mar.

La lechuga es toda enaguas.

Ya sé; sudario cuando es verano y mortaja cuando es invierno.

Pingüino es una palabra atacada por las moscas.

Lo que más le duele al árbol de los hachazos es que el hacha tenga mango de palo.

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

ÉL Y ÉL MISMO

Detenido por la policía, sostenía ante todos que se había ido a América en el vapor Suntanton. Se telegrafió al puerto de Dakar, y de allí contestaron que, en efecto, a bordo iba un caballero con aquel nombre y aquellas señas personales.
"Devuélvanlo península", fue el telegrama de la policía.
Así la expectación que había en el puerto el día de la llegada del otro, que era él mismo, que le esperaba acordonado de gendarmes, sobrepasaba lo imaginable y las filas primeras de los espectadores caían constantemente al agua y se ahogaban.
El otro avanzó por la pasarela, y al llegar al que era él mismo, le abrazó y los dos quedaron convertidos en uno solo.
Entonces el "reintegrado" dijo a la policía:
-¡Lo ven!

EL SUEÑO DEL VIOLINISTA

Siempre había sido el sueño del gran violinista tocar debajo del agua para que se oyese arriba, creando los nenúfares musicales.
En el jardín abandonado y silente y sobre las aguas verdes, como una sombra en el agua, se oyeron unos compases de algo muy melancólico que se podía haber llamado "La alegría de morir", y después de un último "glu glu" salió flotante el violín como un barco de los niños que comenzó a bogar desorientado.

CUANDO NOS AHOGÓ UNA CORTINA

Alguna vez hemos estado como fuera de la vida, en el espacio laberíntico entre la vida y la muerte, y fue cuando nos envolvió una cortina o bien se nos desprendió encima o porque no supimos encontrar la salida entre sus grandes pliegues.
Envueltos en la cortina y rizados en su rizo nos perdimos en un interregno entre ópera y baile de máscaras, entre negro y blanco, sin saber qué podía ser de nosotros, en manos del verdugo de terciopelo.