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«PARADIES: HOFFNUNG (PARAÍSO: ESPERANZA)» - ULRICH SEIDL

«Paraíso: Esperanza» - Ulrich Seidl
Título original: Paradies: Hoffnung (Paraíso: Deseo)
Año: 2013
Duración: 91 min.
País: Austria
Dirección: Ulrich Seidl
Guión: Ulrich Seidl, Veronika Franz
Fotografía: Edward Lachman, Wolfgang Thaler
Reparto: Melanie Lenz, Joseph Lorenz, Verena Lehbauer, Michael Thomas, Viviane Bartsch, Johanna Schmid, Maria Hofstatter, Rainer Luttenberger, Hannes A. Pendl
Productora: Coproducción Austria-Francia-Alemania

Tercera película de la trilogía Paraíso, de Ulrich Seidl (junto a Amor y Fe).
Melanie (Melanie Lenz), una adolescente de trece años con problemas de sobrepeso, es la protagonista de la película. Su madre, Teresa, se encuentra de vacaciones en Kenya (tal y como vemos en Amor), y es su tía Anna Maria, una fanática católica (la protagonista de Fe), la que lleva a Melanie a pasar las vacaciones en un campamento dietético ubicado en la campiña austriaca, con la intención de hacerle perder unos kilos.
Es justamente en ese campamento, rodeada de otros adolescentes obesos, regido por una disciplina casi militar y bajo la atenta mirada de un puñado de adultos empeñados en ahormar los imperfectos cuerpos (en las películas de Seidl los cuerpos no suelen ser normativos) y voluntades de los chavales, donde transcurre la mayor parte de Esperanza. Ejercicio físico, mucho deporte, revisiones médicas, charlas y vídeos sobre alimentación saludable impartidos por adultos de cuerpos saludables. Luego, en la intimidad del dormitorio compartido, Melanie y sus compañeras intercambian confidencias sobre el amor, el sexo, despotrican de sus padres, hacen peleas de almohadas, beben alcohol, fuman o incursionan en la cocina para robar comida.
En una de las revisiones médicas, Melanie conoce al doctor Joseph (Joseph Lorenz), un hombre entrado en años pero todavía atractivo cuyas revisiones parecen juegos infantiles, como cuando prueban a auscultarse recíprocamente, el uno a la otra y con el torso descubierto, para ver cómo suenan sus corazones. La adolescente no tarda en enamorarse de Joseph. Se trata de un amor ingenuo, puro, pero también imposible, pues uno no puede escaparse de las normas sociales, de la misma manera que uno tampoco puede comer lo que quiere en el campamento dietético. Pese a ello, Melanie tiene la esperanza de ser correspondida en algún momento por Joseph, sin importarle la diferencia de edad y otros prejuicios.
La visión de Seidl sobre el género masculino es bastante pesimista en general (un ejemplo muy claro es su filme de 2001, Dog Days, titulado Canícula en su versión española): los hombres son a menudo maltratadores, explotadores sexuales, violadores potenciales… Tal vez por ello las protagonistas de las tres partes de la trilogía son mujeres. A diferencia de las otras dos películas del tríptico Paraíso, en Esperanza el protagonista masculino, el doctor Joseph, no adolece de esos comportamientos, sino que es más bien un tipo de maneras amables, respetuoso, del que ignoramos su situación sentimental y al que de lo único que se puede culpar es de un comportamiento ambiguo respecto a Melanie, dudando entre entregarse o no a la atracción que siente por ella. Buena muestra de este comportamiento errático e indeciso es esa hermosa secuencia del final, con ambos protagonistas en medio de un bosque, entre la niebla, yaciendo sobre la hierba, y que explica la película con ese final ambivalente.
En lo que sí coincide Esperanza con las otras dos cintas es en esa visión desesperanzada de la vida, donde la búsqueda del amor (un amor bastante idealizado) se revela imposible en cualquiera de sus formas, ya sea el amor en la edad madura, el amor a Dios o el primer amor.
Esperanza es, a mi juicio, la película menos interesante de la trilogía; la menos provocadora y más alejada de la pornografía social habitual en el autor, también la más cercana a la narrativa convencional. Uno podría pensar que quizás se ha operado un cambio de tendencia en la filmografía del director. Por fortuna, las películas Im Keller (En el sótanoy Safari, rodadas después, nos devuelven al Seidl provocador y perturbador.