Texto extraído de la página 164 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte. En él se habla del encuentro, más bien frío, que mantuvieron Ken Kesey y los Alegres Pillastres con el grupo de Timothy Leary, en Nueva York, al que también asistieron Ginsberg y Kerouac.
"Cuando finalmente llegaron a Nueva York, los Pillastres estaban eufóricos. Cassady consiguió un apartamento para reunir al grupo de Kesey con sus viejos amigos Ginsberg y Kerouac. ¿Aceptarían los auténticos y genuinos hipsters que los neobohemios de la psiquedelia fueran sus hermanos de espíritu? El escenario era típico de los Pillastres: ecos de música retumbando y haces de luz rebotando en los espejos. El sofá estaba cubierto por una bandera americana. Kerouac se sintió fuera de lugar entre tanta demencia. Con Kesey tenían poco que contarse. Kerouac se encaminó hacia el sofá, dobló la bandera con mucho cuidado y preguntó a los Pillastres si eran comunistas. Se fue temprano con Cassady y regresó a su casa de Massachusetts, donde vivía con su madre. Tom Wolfe describe así el encuentro: "Fue hola y adiós. Kerouac era la vieja estrella, Kesey el nuevo cometa salvaje que partiendo del oeste, se dirigía Dios sabe dónde.
Quien se preguntara de dónde habían salido los Pillastres, imaginaría seguramente que del grupo de Leary. Después de viajar varios miles de kilómetros, no pensaban perder la oportunidad de visitar Millbrook, la única comuna psiquedélica de la cual habían oído hablar, aparte de la suya. Los Pillastres esperaban un cálido recibimiento, pero al llegar no les abrazaron. El trato fue amistoso pero un poco frío. Todos esperaban el momento del encuentro entre Kesey y Leary, pero éste no iba a recibirles, pues se hallaba inmerso en una sesión muy profunda de tres días de duración en algún lugar de los pisos superiores de la mansión y no se le podía molestar. Kesey se sintió desconcertado por la forma en que se desarrollaban los acontecimientos, aunque los Pillastres, que pronto se familiarizaron con el panorama de Millbrook, comprendieron enseguida los motivos del nerviosismo de los demás. El grupo de la casa estaba formado en su mayoría por científicos que efectuaban continuas anotaciones de su estado mental, escribían artículos y publicaban una revista. Leary y los suyos llevaban una trayectoria propia de eruditos, daban conferencias y todo eso. NO iban a ganar nada asociándose con una pandilla de sonrientes vagabundos desaliñados, vestidos de gamuza y con los rostros pintados. el abismo entre los intelectuales de la Costa Este y el clan de Kesey era tremendo. Tal como Michael Hollingshead narra el encuentro: "... Nos tomaron por carrozas y nosotros a ellos por chiflados".
A los Pillastres, el ambiente general de serenidad, las habitaciones reservadas a la meditación, las estatuas de Buda, el énfasis sobre el Libro Tibetano de los Muertos, les resultaban temas insufribles y retrógrados, tanto que etiquetaron el asunto como "el Viaje a la Cripta". En semejante escenario no tenía cabida la electrónica, no había guitarras, ni vídeos, ni banderas y, claro, tampoco bichos raros. A Kesey no le interesaba lo más mínimo la preparación de la ambientación y de la actuación de un viaje para conseguir que se convirtiera en una experiencia espiritual. ¿Por qué el ácido requería un paisaje pintoresco o un apartamento elegante lleno de obras de arte en las que recrearse mientras la suite en B menor de Bach sonaba en el estéreo? La aventura psiquedélica en el autobús no precisaba ningún trasfondo espiritual preconcebido, se vivían en el contexto de una escena familiar y corriente, un concierto de rock o una fiesta de las de siempre. A los Pillastres les parecía perfecto dejarse llevar por los acontecimientos y tomaban ácido sin considerar lo que ocurría a su alrededor, sin importarles que la situación fuera inusual o pudiera producir desorientación".
"Cuando finalmente llegaron a Nueva York, los Pillastres estaban eufóricos. Cassady consiguió un apartamento para reunir al grupo de Kesey con sus viejos amigos Ginsberg y Kerouac. ¿Aceptarían los auténticos y genuinos hipsters que los neobohemios de la psiquedelia fueran sus hermanos de espíritu? El escenario era típico de los Pillastres: ecos de música retumbando y haces de luz rebotando en los espejos. El sofá estaba cubierto por una bandera americana. Kerouac se sintió fuera de lugar entre tanta demencia. Con Kesey tenían poco que contarse. Kerouac se encaminó hacia el sofá, dobló la bandera con mucho cuidado y preguntó a los Pillastres si eran comunistas. Se fue temprano con Cassady y regresó a su casa de Massachusetts, donde vivía con su madre. Tom Wolfe describe así el encuentro: "Fue hola y adiós. Kerouac era la vieja estrella, Kesey el nuevo cometa salvaje que partiendo del oeste, se dirigía Dios sabe dónde.
Quien se preguntara de dónde habían salido los Pillastres, imaginaría seguramente que del grupo de Leary. Después de viajar varios miles de kilómetros, no pensaban perder la oportunidad de visitar Millbrook, la única comuna psiquedélica de la cual habían oído hablar, aparte de la suya. Los Pillastres esperaban un cálido recibimiento, pero al llegar no les abrazaron. El trato fue amistoso pero un poco frío. Todos esperaban el momento del encuentro entre Kesey y Leary, pero éste no iba a recibirles, pues se hallaba inmerso en una sesión muy profunda de tres días de duración en algún lugar de los pisos superiores de la mansión y no se le podía molestar. Kesey se sintió desconcertado por la forma en que se desarrollaban los acontecimientos, aunque los Pillastres, que pronto se familiarizaron con el panorama de Millbrook, comprendieron enseguida los motivos del nerviosismo de los demás. El grupo de la casa estaba formado en su mayoría por científicos que efectuaban continuas anotaciones de su estado mental, escribían artículos y publicaban una revista. Leary y los suyos llevaban una trayectoria propia de eruditos, daban conferencias y todo eso. NO iban a ganar nada asociándose con una pandilla de sonrientes vagabundos desaliñados, vestidos de gamuza y con los rostros pintados. el abismo entre los intelectuales de la Costa Este y el clan de Kesey era tremendo. Tal como Michael Hollingshead narra el encuentro: "... Nos tomaron por carrozas y nosotros a ellos por chiflados".
A los Pillastres, el ambiente general de serenidad, las habitaciones reservadas a la meditación, las estatuas de Buda, el énfasis sobre el Libro Tibetano de los Muertos, les resultaban temas insufribles y retrógrados, tanto que etiquetaron el asunto como "el Viaje a la Cripta". En semejante escenario no tenía cabida la electrónica, no había guitarras, ni vídeos, ni banderas y, claro, tampoco bichos raros. A Kesey no le interesaba lo más mínimo la preparación de la ambientación y de la actuación de un viaje para conseguir que se convirtiera en una experiencia espiritual. ¿Por qué el ácido requería un paisaje pintoresco o un apartamento elegante lleno de obras de arte en las que recrearse mientras la suite en B menor de Bach sonaba en el estéreo? La aventura psiquedélica en el autobús no precisaba ningún trasfondo espiritual preconcebido, se vivían en el contexto de una escena familiar y corriente, un concierto de rock o una fiesta de las de siempre. A los Pillastres les parecía perfecto dejarse llevar por los acontecimientos y tomaban ácido sin considerar lo que ocurría a su alrededor, sin importarles que la situación fuera inusual o pudiera producir desorientación".
Estupendas cosas nos dejas amigo, excelente post
ResponderEliminarSe hace lo que se puede. Me parece que esta información es interesante y por eso la cuelgo aquí. En cuanto al libro es difícil de conseguir, así que intento difundirlo un poco.
ResponderEliminarSaludos.