Fragmento de Ejercicios negativos, de Emil Cioran, publicado por Taurus y traducido por Alicia Martorell.
LA FACULTAD DE ESPERAR
«La clave de
nuestro destino es esta propulsión indomable que nos empuja a creer en
cualquier circunstancia que todo es aún posible, a pesar de los obstáculos
infranqueables y de las evidencias irreparables. Aunque obtuviésemos
certidumbres sin tacha y de fría nitidez en su oposición a nuestros deseos,
nuestro corazón abriría en ellas una brecha por la que se infiltraría el dios
de todas las almas: lo Posible. Es lo que nos impide ver las cosas como son; es
lo que nos convierte en espectadores inexactos de nuestra suerte y de las
sorpresas que nos damos a nosotros mismos».
«… esta
esperanza que muere y renace cada día: producción infatigable de errores
vitales que debilita a la larga nuestra capacidad de esperar, sin reprimir por
ello la eclosión de esperanzas individuales y variopintas» (…) «Así, nuestra
voluntad de ceguera sigue esperando, aferrada a una cosa o a todas, pero el
manantial de los espejismos se va agostando»…
«El heroísmo
sólo es desesperación que acaba en monumento público» (…) «… la mayor parte de
los hombres no cree en la inmortalidad —sería un peso excesivo para la razón—,
pero todos viven como si fueran inmortales. Esta inmortalidad inconsciente es
de la misma naturaleza que la facultad de esperar. El hombre conoce la
inevitabilidad de la muerte, pero actúa como si no la conociera; sabe que o es
razonable esperar, pero se comporta como si le perteneciera el futuro. El
auténtico milagro de la existencia no consiste en modo alguno en fenómenos
insólitos, sino en esta saña de no aceptar lo imposible —y sin embargo normal,
habitual—, en la contumacia de esperar del siguiente instante más de lo que nos
trajo el anterior».
«¡Suprimirse
parece un acto tan claro y sencillo! ¿Por qué lo evita todo el mundo? Porque
cuando todas las razones niegan en teoría el ansia de vivir, esa nada
que lleva a prolongar los actos tiene una fuerza infinitamente superior a todos
los absolutos, no sólo es el símbolo de la existencia, sino la existencia
misma; es el todo. Y esta nada, este todo, no puede dar un sentido a la vida,
pero la lleva a perseverar en lo que es: un estado de no suicidio»
«Hay quien se
mata mil veces en el pensamiento y mil veces comienza de nuevo a ser.
Éstos viven
sus días como el día antes o el día después del suicidio. Y cada vez matan algo
en su interior; lo que va quedando compone su «vida». Así, el acto más importante
que un ser pueda ejecutar se convierte en ejercicio, en medio de
conocimiento. Todo lo que se saben se lo deben a esos momentos de
indeterminación y cobardía, a esas tentaciones geniales y frustradas. La
percepción perentoria de las apariencias, bajo las que se agitan enigmas
estúpidos y monstruosos, les ha hecho acumular tanta infelicidad nítida y
turbia que pasan su vida gastándola, usándola, sin riqueza ni gloria al margen
de ella»
MITOLOGÍA
COTIDIANA
«Cada día, el
hombre se ejercita refrescando una mentira trillada o forjando una nueva. La falsedad
constituye una dimensión natural de la vitalidad. Toda biografía debería
titularse «Historia de una ilusión», pues la calidez de la vida sólo son fuegos
artificiales, un espectáculo irreal adaptado únicamente a los placeres de un
ojo estafado.
No importa si
un ser defiende sus intereses más viles o un dios cualquiera: una misma
actividad fabuladora teje mi trama de deseos imaginados y de símbolos
improbables. Sin embargo, la mirada que pasea una tristeza itinerante sobre el
desarrollo de las intrigas vitales descubre fácilmente lo que tiene de
irrealidad y de desierto.
Mientras
puedas mentir, el sol brilla. Cuando te despiertas sin el recurso de mentira
alguna, ningún rayo te acaricia. Y entonces, lo que queda de energía se
concentra al acecho de un pretexto, ya sea una tarea vil o un sueño
trascendente, siempre que te libere de esta mortificación lúcida que expolia a
las horas y obliga al tiempo a mendigar a las puertas del alma. Cualquier falsa
luminaria que irrite tus inclinaciones o tiente a tus pensamientos, la atrapas
al vuelo, con la avidez de un prestigio frágil que se imponga al vacío invasor.
Una realidad
que no esté embellecida por las fábulas es más difícil de soportar que un
infierno revestido de mitos. El hombre siempre prefirió representaciones
inciertas a la visión desnuda que desenmascara los días. El temor de afrontar
la ausencia en su alma y en el tiempo le lleva a poblar de ilusiones el cielo y
la tierra: el resultado son los dioses impalpables y los afanes cotidianos; el
terror de contemplar en medio de la vida el silencio que la precede, y el que
la sucede obliga a aceptar este estruendo que llamamos vivir, al que cada cual
añade su voz, por miedo a escucharse a sí mismo y no oír nada más».
«Adorar y
execrar la vida al mismo tiempo, estar escindido entre dos ardores
contradictorios, sufrir esta predestinación de desmembrado en el espacio de
cada instante, estos accesos de entusiasmo y de horror en el cielo y en el
infierno de cada día... ¡Si al menos el alma tuviera un solo patrón, un dios de
luz o de tinieblas, si su destino estuviera determinado de una vez por todas,
irrevocablemente claro u oscuro! Todos los seres tienen un mundo propio, un
medio ideal para sus alegrías y sus penas, una patria para su estupidez y sus
raptos de lucidez. Nosotros no sabemos dónde estamos; nada nos pertenece, ni
siquiera ese exilio entre la materia y el sueño. Hemos sido borrados de los
registros de la vida y de la muerte; y sin embargo, arrastramos nuestra
supervivencia ilegal, extraviada entre el tiempo y la eternidad, sin poder
reivindicar uno ni otra, para siempre desahuciados de las cunas y de las
tumbas»
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