Recuerdo el año que estuve de vacaciones en Vietnam. Fue a últimos de 2006 y emprendí aquel viaje con cierto remordimiento de conciencia pues mi madre se quedaba en el hospital, recuperándose de una operación por una isquemia intestinal. Yo tenía el billete de avión comprado desde hacía tiempo, conque si no lo utilizaba lo perdía. En cuanto a mi madre, obviamente no se quedaba sola: mi familia cuidaría de ella y me iría informando. Aun así, inicié el viaje, como digo, con una brumosa sensación de culpabilidad. Pasados unos días recorriendo el país desde el norte hacia el sur, tuve una pesadilla: estaba en una iglesia donde había un féretro al que no me dejaban acercarme; cuando por fin lo conseguí pude ver dentro de él a mi madre: estaba muerta. Desperté sobresaltado, en mitad de la madrugada, en una cama que no era la mía, en algún hostal de un lugar bullicioso llamado Hoi An. Estaba angustiado, sudando. Hacía días que no sabía nada de los míos. De repente, en mitad de la madrugada, todo empezaba a encajar de un modo diáfano: se trataba de un acuerdo familiar, un pacto de silencio para no estropearme las vacaciones, ¿cómo habían podido llegar a ese punto? A la mañana siguiente, llamé por teléfono a Madrid, a mi padre. Hablé con él y luego con mi madre. Probablemente no fue más de un minuto: estaba bien, incluso fuera del hospital. El río de la vida volvía a su cauce. Días después, o acaso aquel mismo día, continué mi viaje rumbo al sur, hacia Ho Chi Minh.
Con lo bonito que es Hoi An y teniendo esas pesadillas.
ResponderEliminarUn saludo
Vietnamitas en Madrid