Fragmentos de la obra El corto verano de la anarquía.Vida y muerte de Durruti, de Hans Magnus Enzensberger, publicada por la Editorial Anagrama.
(pág. 146)
(pág. 146)
Ascaso, Durruti y Jover |
Por último me dijo:
-Este espectáculo con esas
mujeres que andan rondando por la columna debe acabar de una vez por todas.
-Y bien jefe, excelente idea,
pero ¿qué hacemos?
-Ponte en contacto con el parque
móvil y pide que envíen todos los coches que consideres necesarios. Que
recorran todas las centurias y recojan a las mujeres. Pero ¡que no quede ninguna!
Después viajas con la caravana de coches a Sariñena. Allí las cargáis en un
vagón precintado y las mandáis para Barcelona.
-Ah, muy bien pensado. Y para
esta clase de trabajitos no podías encontrar a otra persona más que a Jesús.
¿Querrás también que les vaya predicando el sexto mandamiento por el camino?
-No, sólo quiero una cosa: que me saques este problema de encima.
-No, sólo quiero una cosa: que me saques este problema de encima.
Era una orden y tuve que
cumplirla.
Mi éxito no duró mucho, ya que al
poco tiempo volvieron a aparecer mujeres dudosas en las centurias. Quizás eran
las mismas que yo había despachado a Barcelona.
[Jesús Arnal Pena]
(pág. 148)
Una última historia, esta vez de
la retaguardia. Dos anarquistas me contaron que una vez habían capturado a dos
sacerdotes. Uno fue fusilado de inmediato de un pistoletazo, a la vista del
otro; a éste le dijeron que podía irse. Cuando hubo andado unos veinte pasos lo
abatieron a tiros. El relator se sorprendió mucho al ver que su historia no me
hacía reír.
Una atmósfera como ésta, en la
que diariamente ocurren cosas así, hace desvanecer el objetivo de la lucha.
Porque este objetivo no debe expresarse en oposición al bien público, al bien
de los hombres; pero en España la vida de un hombre no vale nada. En un país
donde los pobres son, en su mayoría, campesinos, el objetivo de toda agrupación
de extrema izquierda debe ser mejorar la situación de los campesinos; y la
Guerra Civil fue al principio, y tal vez ante todo, una guerra a favor (y en
contra) de la distribución de tierras entre los campesinos. Y ¿qué ocurrió?
Estos miserables y magníficos campesinos de Aragón, que no han perdido su
orgullo a pesar de todas las humillaciones, no eran para los milicianos de la
ciudad ni siquiera un objeto de curiosidad. Aunque no haya habido abusos, insolencias
ni agravios (yo por lo menos no he notado nada, y sé que existía la pena de
muerte por robo y violación en las columnas anarquistas), los soldados estaban
separados por un abismo de la población sin armas, un abismo tan profundo como
el que separa a los pobres de los ricos. Esto se percibía claramente en la actitud
siempre un poco humilde, sumisa y temerosa de los unos, y la desenvoltura, la
prepotencia y la condescendencia de los otros.
[Simone Weil]
(pág. 156)
Conversé con él poco antes de su
partida a Madrid. Estaba alegre y de buen humor, como siempre; creía que la
victoria estaba cerca. «¿Ves?», me dijo, «nosotros dos somos amigos. Podemos
unirnos. Incluso tenemos la obligación de unirnos. Cuando hayamos vencido
veremos... Cada pueblo tiene un carácter propio. Los españoles no son como los
franceses ni como los rusos. Ya se nos ocurrirá algo... Pero primero tenemos
que liquidar a los fascistas». Al terminar nuestra conversación no pudo dominar
su emoción: «Dime, ¿sabes lo que es estar dividido en tu interior? Piensas una
cosa y haces otra: no por cobardía, sino por necesidad». Le respondí que lo comprendía
muy bien. Al despedirnos me palmoteó la espalda, como se acostumbra en España.
Sus ojos quedaron grabados en mi memoria, eran ojos que expresaban una voluntad
férrea unida a una desorientación casi infantil, una mezcla extraordinaria.
[Ilya Ehrenburg]
durruti: No, todavía no hemos puesto en
fuga a los fascistas. Siguen ocupando Zaragoza y Pamplona, donde están los arsenales
y las fábricas de municiones. Debemos conquistar Zaragoza a toda costa. Las
masas están armadas, el antiguo ejército ya no existe. Los trabajadores saben
lo que significaría el triunfo del fascismo: carestía y esclavitud. Pero
también los fascistas saben lo que les espera si son vencidos. Por eso ésta es
una lucha sin compasión. Para nosotros se trata de aplastar para siempre al
fascismo. Y a pesar del gobierno.
Sí, a pesar del gobierno. Lo digo
porque ningún gobierno del mundo combatirá a muerte al fascismo. Cuando la
burguesía ve huir el poder de sus manos, recurre al fascismo para mantenerse.
Hace tiempo que el gobierno liberal español habría podido reducir al fascismo a
la impotencia. En cambio ha vacilado, ha maniobrado y tratado de ganar tiempo.
Incluso actualmente hay en nuestro gobierno hombres que quisieran tratar a los
rebeldes con guante de seda. ¿Quién sabe? (Se ríe) Tal vez un día este gobierno
podría necesitar a los militares rebeldes para destruir al movimiento obrero...
Van
Paasen: ¿De modo que
prevé dificultades incluso después de sofocada la rebelión de los generales?
Durruti: Sí, habrá una cierta resistencia.
Van
Paasen: ¿Resistencia
por parte de quién?
Durruti: De la burguesía, por supuesto.
Aunque la revolución triunfe, la burguesía no se dará por vencida tan fácilmente.
Nosotros somos
anarcosindicalistas. Luchamos por la revolución. Sabemos lo que queremos. Poco
nos importa que exista en el mundo una Unión Soviética por amor a cuya paz y
tranquilidad Stalin ha entregado a los trabajadores alemanes y chinos a la
barbarie fascista. Queremos hacer la revolución aquí, en España, ahora mismo,
no después de la próxima guerra europea. Nosotros actualmente les damos más
preocupaciones a Hitler y a Mussolini que todo el ejército rojo. Con nuestro ejemplo
les mostramos a la clase obrera alemana e italiana cómo se debe tratar al
fascismo.
Yo no espero la ayuda de ningún
gobierno para la revolución del comunismo libertario. Es posible que las
contradicciones dentro del campo imperialista influyan en nuestra lucha. Es
bastante posible. Franco se esfuerza por arrastrar al conflicto a toda Europa.
No vacilará en lanzar a los alemanes contra nosotros. Nosotros, en cambio, no
esperamos ayuda de nadie, ni siquiera de nuestro propio gobierno.
Van
Paasen: Pero si
triunfan descansarán sobre un montón de ruinas.
Durruti: Siempre hemos vivido en barracas
y tugurios. Tendremos que adaptarnos a ellos por algún tiempo todavía. Pero no
olviden que también sabemos construir. Somos nosotros los que hemos construido
los palacios v las ciudades en España, América y en todo el mundo. Nosotros,
los obreros, podemos construir nuevos palacios y ciudades para reemplazar a los
destruidos. Nuevos y mejores. No tememos a las ruinas. Estamos destinados a
heredar la tierra, de ello no cabe la más mínima duda. La burguesía podrá hacer
saltar en pedazos su mundo antes de abandonar el escenario de la historia. Pero
nosotros llevamos un mundo nuevo dentro de nosotros, y ese mundo crece a cada
instante. Está creciendo mientras yo hablo con usted.
[Buenaventura Durruti]
No hay comentarios:
Publicar un comentario