Fragmentos de Ejercicios negativos, de Emil Cioran, publicado por Taurus y traducido por Alicia Martorell.
REHABILITACIÓN DE LA PERIFERIA
«La suma de
verdades que podemos adquirir no tiene proporción alguna con las condiciones
favorables para la prosperidad de nuestro ser. Lo que permite realmente la
promoción del conocimiento es la cantidad de nuestras carencias: lo que
no tenemos es lo que llena nuestra sabiduría. Así, un defecto del cuerpo
constituye una excelencia del alma, una preeminencia en el espíritu. Por esta
razón, un enfermo está siempre más avanzado —en el plano de la conciencia— que
un hombre sano, aunque este último tenga genialidad, pues la conciencia de los
órganos es la presuposición del despertar del espíritu, el fundamento
fisiológico de la existencia lúcida. Cuando somos asimilados al ser, este ser
se nos escapa; las cosas que están en nuestro poder no nos pertenecen, ya que
no nos diferenciamos de ellas. Sólo para el mendigo todas las cosas existen,
porque todas se le resisten. Y goza de ellas más que el que las toma, de
la misma forma que sólo saborea la salud —como esencia diferente— el doliente.
Sólo poseemos en espíritu aquello que nos falta de verdad; sólo sabemos lo que
nos parece eternamente inaccesible; sólo disponemos conscientemente de los
frutos prohibidos.
Los que han
sido mimados por la vida, los que no han nacido con la revelación de lo
imposible, siempre serán ajenos a esta avalancha de verdades que cubre y ahoga a
aquellos que el azar o la suerte ha dejado al margen de todo. Es de sentido
común que se dicen más verdades en un hospital, en una taberna o en un burdel
que en todos los lugares respetables del mundo; que hay más realidad en la
periferia de la vida que en su centro; que un fracasado ha llegado a
profundidades más peligrosas que un artífice social. El espíritu sólo florece
sobre los fracasos de cuerpo y alma; el conocimiento se alza desde una herida
secreta o evidente; la visión clara de las cosas se amplifica por el fracaso en
el combate con los hombres. Allá donde el espíritu reina sin restricciones, el
ser es vencido en alguna medida. Toda derrota —sea cual fuere— representa una
victoria filosófica, pues en toda derrota las cosas se desnudan a sí mismas
ante el espíritu: la corteza de la rea1idad se rompe y el núcleo o la ficción
que envolvía quedan al descubierto. Cualquier derrota plantea a la existencia
la obligación de una exhibición ontológica. Así, todo fracaso tiene un aspecto
positivo. Vamos encontrando en todas partes algo menos de realidad que antes; y
la parte vacía de la realidad se convierte en el contenido del conocimiento».
«Y es que un
espíritu sólo es fecundo en la medida en que no haya encontrado una solución a
su vida, que se engañe sobre lo que desea, sobre lo que ama o lo que odia, que
no pueda elegirse, pues es múltiple y no puede optar por sí mismo. Un pesimista
que no adora secretamente la vida es un cadáver: sólo merece desprecio; un
agitador de esperanzas que no se plantee refugiarse en la amargura es un débil
mental. La embriaguez o la acritud de un espíritu solo es tolerable por lo
opuesto que conoce o prevé».
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