Fragmentos de la novela de Fernando Vallejo, El desbarrancadero, galardonada con el Premio Rómulo Gallegos 2003 y publicada por Alfaguara:
«Hijo: Hazte nombrar y valoriza el puesto. Que nada pase con tu firma sin tu coima, que el mundo es de los vivos y el cielo de los pendejos. No des sin que te den y si no te dan que esperen, que la prisa es de ellos: ellos tienen la siderúrgica prendida y no pueden esperar: tú sí, tú tienes sueldo. ¿Industrias? ¿Cultivos? ¿Trabajo para los desempleados? Que las abran ellos, que cultiven ellos, que les den trabajo ellos que son los explotadores: tú no, tú eres santo. Y ten presente que funciona-rio que deja el puesto ya no es: fue. Por eso les dicen «el ex ministro», «el ex presidente», con una equis lastimera. En esa equis radica la diferencia entre el ser y el no ser. Así que no sueltes puesto sin tener otro mejor preparado. A tus inferiores humíllalos, a tus superiores cepíllalos, y cuando tus superiores caigan, dales con el cepillo en la cabeza que la lealtad es vicio de traidores. ¡Cómo vas a traicionar tus intereses por un ex jefe! Un ex ya no es. Y sube, sube, sube que mientras más subas tú tu país más baja. Nadie está arriba si nadie está abajo. En las entrevistas no te des, que tú no eres mujer enamorada, y no olvides que hoy día todo lo graban; di que sí pero que no, enturbia el agua que no se pesca en río transparente. Masturba al pueblo, adula a los poderosos, llora con los damnificados, y a todos promételes, promételes, promételes, y una vez elegido proclama a los cuatro vientos tu amor a tu país pero si te lo compran véndelo, y si no hipotécalo que las generaciones venideras pagan: el futuro es de los jóvenes. Las casas, las calles, las escuelas, los hospitales, las universidades, las carreteras que prometiste déjalas como los puentes: en el aire, pendientes, entre una orilla y la otra de la nada. Absurdo sería gastarte en lugares comunes suntuarios lo que es para tus gastos: tus mansiones, tus aviones, tus palacios, tus palacetes, tus islas, tus playas, tus yates, tus putas, tus delicatessen. Y al irte, si es que te vas, recuerda que lo que dejes se lo lleva el próximo viento: dinero en arca pública es volátil cual espíritu de trementina. Eso, eso, eso es lo que le aconsejaría yo a un hijo si lo tuviera. Pero ay, yo no practico la cópula con las hijas de Eva, y la existencia por lo visto no se da sin causa agente. ¿Honraditos a mí? ¡Honrado el Papa, Su Santidad! Y trabajador además: echa azadón de sol a sol».
«Hijo: Hazte nombrar y valoriza el puesto. Que nada pase con tu firma sin tu coima, que el mundo es de los vivos y el cielo de los pendejos. No des sin que te den y si no te dan que esperen, que la prisa es de ellos: ellos tienen la siderúrgica prendida y no pueden esperar: tú sí, tú tienes sueldo. ¿Industrias? ¿Cultivos? ¿Trabajo para los desempleados? Que las abran ellos, que cultiven ellos, que les den trabajo ellos que son los explotadores: tú no, tú eres santo. Y ten presente que funciona-rio que deja el puesto ya no es: fue. Por eso les dicen «el ex ministro», «el ex presidente», con una equis lastimera. En esa equis radica la diferencia entre el ser y el no ser. Así que no sueltes puesto sin tener otro mejor preparado. A tus inferiores humíllalos, a tus superiores cepíllalos, y cuando tus superiores caigan, dales con el cepillo en la cabeza que la lealtad es vicio de traidores. ¡Cómo vas a traicionar tus intereses por un ex jefe! Un ex ya no es. Y sube, sube, sube que mientras más subas tú tu país más baja. Nadie está arriba si nadie está abajo. En las entrevistas no te des, que tú no eres mujer enamorada, y no olvides que hoy día todo lo graban; di que sí pero que no, enturbia el agua que no se pesca en río transparente. Masturba al pueblo, adula a los poderosos, llora con los damnificados, y a todos promételes, promételes, promételes, y una vez elegido proclama a los cuatro vientos tu amor a tu país pero si te lo compran véndelo, y si no hipotécalo que las generaciones venideras pagan: el futuro es de los jóvenes. Las casas, las calles, las escuelas, los hospitales, las universidades, las carreteras que prometiste déjalas como los puentes: en el aire, pendientes, entre una orilla y la otra de la nada. Absurdo sería gastarte en lugares comunes suntuarios lo que es para tus gastos: tus mansiones, tus aviones, tus palacios, tus palacetes, tus islas, tus playas, tus yates, tus putas, tus delicatessen. Y al irte, si es que te vas, recuerda que lo que dejes se lo lleva el próximo viento: dinero en arca pública es volátil cual espíritu de trementina. Eso, eso, eso es lo que le aconsejaría yo a un hijo si lo tuviera. Pero ay, yo no practico la cópula con las hijas de Eva, y la existencia por lo visto no se da sin causa agente. ¿Honraditos a mí? ¡Honrado el Papa, Su Santidad! Y trabajador además: echa azadón de sol a sol».
«Esa tarde en
el balcón, mirando en el vacío, vi ponerse el sol estúpido por entre las
montañas, y salir de entre las montañas la estúpida luna. En la oscuridad, de
súbito, al unísono, se encendieron tras la luna los infinitos focos de los
infinitos barrios de la ciudad, y sumando su luz a la luz de ella, en la vasta
bóveda negra me iluminaron la Muer-te: con sus alas deleznables de ceniza,
aleteando, descendía sobre Medellín y mi casa el gran pájaro ciego. Barrio de
Manrique, barrio de Aranjuez, barrio de Boston, barrio de Enciso, barrio de
Prado, barrio de Laureles, barrio de Buenos Aires, barrio de La América,
barrios de San Javier, de San Joaquín, de Santa Cruz, de San Benito, de Santo
Domingo Savio, de El Salvador, de El Popular, de El Granizal, de La Esperanza,
de La Francia, barrios viejos, barrios nuevos, barrios míos, barrios ajenos, barrios,
barrios, barrios, proliferando, reproduciendo en la ceguedad de unos genes la
plaga humana convencidos de que el que se reproduce no muere porque sobrevive
en su descendencia. ¡Pendejos! El que se murió se murió y tus descendientes son
los gusanos, que se comen lo que dejes. Déjales deudas. Gástate lo que tengas
en lo que sea, en putas, en yates, en compact discs, que tu recuerdo día a día
se lo irá comiendo el tiempo, el último sepulturero. De la posteridad no
esperes nada: unas flores, si acaso, en tu ataúd, con las paletadas de tierra
en el entierro, y después polvo de olvido. Que hereden mierda. ¡Carajo, cuánto
borracho por mi carril llevándome la contra! Todos, todos errados. Oh Muerte
justiciera, oh Muerte igualadora, comadre mía, mamacita, barre con esta partida
de hijos de puta, no dejes uno, con tu aleteo bórralos a todos.
¿Y cómo
decirle ahora a papi, que se moría, que lo quería, si en una vida entera nunca
me dio la oportunidad? Al final le hablaba y no me oía; una bruma de tristeza
lo envolvía y no le llegaban mis palabras. La clepsidra inexorable chorreaba
sus últimas arenillas. Después lo conectamos a una botella de suero y el tiempo
empezó a contarse en goticas de solución glucosada. Una, otra, otra iban
cayendo indecisas, dudando, como su corazón cansado. Entonces entendí que lo
que no había sido ya no iba a ser».
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