LAS ARMAS Y LAS LETRAS (20) - Félix Ros


"Las armas y las letras", (Andrés Trapiello), pág. 443:

"Desde un punto de vista literario, la importancia de Félix Ros es mucho menor que la de Santa Marina y, desde luego, que la de Max Aub. Ros había escrito, antes de la guerra, un libro de versos y dos de prosas, más o menos evocadoras y romántico-vanguardistas, que tituló Una lágrima sobre la Gaceta y Un meridional en Rusia. También, como el mismo Santa Marina, había sido colaborador de Cruz y Raya.
Como falangista se encuadró, al estallar la guerra, en lo que se vino a llamar entonces, por una alusión de Mola, la Quinta Columna, la organización que espiaba los movimientos republicanos dentro de las ciudades y los pueblos, socorría a los perseguidos, escondiéndolos o ayudándoles a evadirse, y saboteaba, en la medida de sus posibilidades, instalaciones estratégicas.
Al cabo de un año de actividades Félix Ros fue detenido y llevado a una checa conocida como Preventorio D, nombre con el que tituló un libro, al que añadió el subtítulo de Ocho meses en el SIM, obra más interesante por el argumento que por la literatura, imprescindible, no obstante, para conocer los hechos. Finalmente sus amigos lograron sacarle de la checa, principalmente Corpus Barga. Un juez firmó la orden, salió y fue detenido de nuevo y llevado a la checa. Los milicianos tampoco estaban de acuerdo con el juez ni con los "hechos".
El editor Josep Janés, enterado de la suerte que corría su amigo por segunda vez, fue a interceder por Ros a Antonio Machado, a quien intentó persuadir relatando las torturas a las que estaba siendo sometido, tales como que le habían arrancado las uñas. Machado le espetó a Janés: "Pues ¿qué? -me interrumpió-. ¿Quiere usted que nos arranquen las uñas a los antifascistas?". Lo contó poco después Janés en su artículo "Intelectuales en la zona roja", que publicó Santa Marina en Solidaridad Nacional. Este episodio, grave, es omitido por los historiadores de Machado, a quienes, una vez más, no cuadran los "hechos". Ros fue liberado por los nacionales a su entrada a Barcelona. Janés recuerda también que cuando intercedió por él su amigo Bergamín, de quien Ros había sido secretario en la revista Diablo mundo, aquél, sabiendo que era un quintacolumnista, dijo con cinismo: "En la checa por lo menos comerá mejor que en su casa".
Fue también Ros uno de los tres "maleantes" que, acabada la guerra, y haciéndose pasar por una patrulla de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda, asaltaron y saquearon el piso de Juan Ramón Jiménez de la calle Padilla, en Madrid, del que se llevaron manuscritos y libros que le eran preciosos al poeta de Moguer (los otros dos fueron Carlos Sentís y Martínez Barbeito), al que le serían restituidos en parte, meses después, por la enérgica intervención del entonces poderoso José María Pemán. "Me gustaría mucho saber por ustedes mismos -le escribiría J.R.J. con zumba diplomática al poeta catalán- que estas cosas les han sido útiles y agradables". Tan útiles, que la primera edición de las Soledades de Machado dedicada a Juan Ramón Jiménez les sirvió de regalo de boda para un amigo. Lo conserva la viuda de éste, y acaba de publicarse la dedicatoria que lo confirma."

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