En "Las armas y las letras", de Andrés Trapiello, en la pág. 432 encontramos lo siguiente:
"Santa Marina, jonsista de primera hora, había sido uno de los fundadores de la Falange barcelonesa.
Era un hombre extraño, vegetariano (los del Ateneo decían que en Navidad "mataba una coliflor"), vehemente y misántropo orgulloso y expeditivo." [...]
"Poseía una fabulosa colección de libros de los místicos españoles, que guardaba, primero, en su buhardilla de la calle de Fernando, y en la casa de la plaza de Medinaceli después de la guerra, donde vivía rodeado de gatos, papeletas, sus (decían) trescientas mil fichas, y un gran número de objetos de chamarilero. Hay descripciones de aquel personalísimo refugio (la de Guillermo Díaz-Plaja en Memoria de una generación destruida es breve, pero precisa) entre gabinete de marino y sacristía de erudito, con casullas y objetos curiosos que parecían haber llegado allí después de mil inciertas travesías. La mezcla tenía también mucho de fumadero de opio y del paraíso artificial que al parecer fue con él más hospitalario que la política de sus viejos camaradas.
Santa Marina se sublevó, con las armas en la mano, el 18 de julio, en una de las columnas que salieron del cuartel del Bruc, y al frente de una sección de falangistas tomó por sorpresa las dependencias militares de Capitanía. Cuando la sublevación fracasó, Santa Marina logró huir, pero terminaron por detenerle en la calle a los pocos días. Fue juzgado y condenado a muerte. Después de aquella primera pena capital, aún le caerían otras dos, y tres calaveras se hizo él bordar en la camisa, donde otros lucían tres luceros.
Sus amigos de Barcelona, entre ellos Félix Ros, quintacolumnista todavía en libertad, Riba, Josep Janés y Palau i Fabre elevaron suplicatorios, en los que pusieron su firma Joan Oliver, Mercè Rodoreda y Xavier Benguerel, para que se le conmutara la pena de muerte por la de cadena perpetua." [...] "Meses antes, y en papel de Cruz y Raya, Bergamín había enviado a Santa Marina esta carta, inédita hasta hoy (2010): "17 de junio 1936. Querido amigo: He recibido por conducto de José María de Cossío su nuevo Retablo que me es imposible publicar por razones que lealmente quiero que conozca. En la situación actual española su significación, deseo que pasajera, de fascista, pesa más que la de escritor. En otras circunstancias, los originales publicados de V. y de mi querido amigo Rafael Sánchez Mazas, podían eludir esta resonancia política; ahora no. Y créame muy de veras que lo siento, precisamente por ser ahora. Pero es algo que afecta, no solamente a la dirección y sentido de Cruz y Raya, sino a mi propia conciencia de cristiano. Téngame siempre por verdadero amigo. José Bergamín". Resulta llamativo que su conciencia de cristiano fuese tan perezosa (Santa Marina y Sánchez Mazas eran fascistas casi desde el comienzo de Cruz y Raya), pero nos alegra ver que esa carta contenía al menos una verdad: Bergamín lo tenía por amigo verdadero, y en la guerra lo demostró.
A Santa Marina lo metieron preso primero en el vapor Uruguay (donde también estaría Sánchez Mazas), y luego lo llevaron al castillo de Montjuic, a la cárcel Modelo de Barcelona, a la de Sabadell, al penal de Figueras, a la presó d´inadaptats de Vic, al cuartel de Ausiàs March, al penal de Chinchilla y a la cárcel de Mislata; en total estos presidios se repartieron más de dos años de su vida. A uno de estos penales le llegó, montado en la ola del surrealismo bélico, y por correo ordinario, el nombramiento de jefe de la Falange en Cataluña, expedido en Burgos.
El final de la guerra le sorprendió en el penal de San Miguel de los Reyes, donde logró sublevar a la población reclusa, y con los presos comunes y con la ayuda de los quintacolumnistas no encarcelados consiguió hacerse con esa plaza, antes de que pudiera tomarla el general Aranda, a quien se la rindió cortésmente."
Y en la pág. 435:
"Como ocurre con muchos otros escritores falangistas, las obras de Luys Santa Marina son de dos clases: unas, políticas, entusiastas y violentas, con la mirada puesta en la victoria y el aplastamiento del enemigo; otras, en cambio, románticas, silenciosas, fracasadas ellas mismas, con la conciencia profunda de todo lo que apenas tiene porvenir. Unas parecen las páginas rabiosas de un hombre vesánico, la insania de un reaccionario exaltado; otras, por el contrario, parecen una sonata, casi pastoral, arcaicas y legendarias, como su Italia mi ventura, cuya prosa anuncia la ferlosiana de las guerras barcialeas."
Era un hombre extraño, vegetariano (los del Ateneo decían que en Navidad "mataba una coliflor"), vehemente y misántropo orgulloso y expeditivo." [...]
"Poseía una fabulosa colección de libros de los místicos españoles, que guardaba, primero, en su buhardilla de la calle de Fernando, y en la casa de la plaza de Medinaceli después de la guerra, donde vivía rodeado de gatos, papeletas, sus (decían) trescientas mil fichas, y un gran número de objetos de chamarilero. Hay descripciones de aquel personalísimo refugio (la de Guillermo Díaz-Plaja en Memoria de una generación destruida es breve, pero precisa) entre gabinete de marino y sacristía de erudito, con casullas y objetos curiosos que parecían haber llegado allí después de mil inciertas travesías. La mezcla tenía también mucho de fumadero de opio y del paraíso artificial que al parecer fue con él más hospitalario que la política de sus viejos camaradas.
Santa Marina se sublevó, con las armas en la mano, el 18 de julio, en una de las columnas que salieron del cuartel del Bruc, y al frente de una sección de falangistas tomó por sorpresa las dependencias militares de Capitanía. Cuando la sublevación fracasó, Santa Marina logró huir, pero terminaron por detenerle en la calle a los pocos días. Fue juzgado y condenado a muerte. Después de aquella primera pena capital, aún le caerían otras dos, y tres calaveras se hizo él bordar en la camisa, donde otros lucían tres luceros.
Sus amigos de Barcelona, entre ellos Félix Ros, quintacolumnista todavía en libertad, Riba, Josep Janés y Palau i Fabre elevaron suplicatorios, en los que pusieron su firma Joan Oliver, Mercè Rodoreda y Xavier Benguerel, para que se le conmutara la pena de muerte por la de cadena perpetua." [...] "Meses antes, y en papel de Cruz y Raya, Bergamín había enviado a Santa Marina esta carta, inédita hasta hoy (2010): "17 de junio 1936. Querido amigo: He recibido por conducto de José María de Cossío su nuevo Retablo que me es imposible publicar por razones que lealmente quiero que conozca. En la situación actual española su significación, deseo que pasajera, de fascista, pesa más que la de escritor. En otras circunstancias, los originales publicados de V. y de mi querido amigo Rafael Sánchez Mazas, podían eludir esta resonancia política; ahora no. Y créame muy de veras que lo siento, precisamente por ser ahora. Pero es algo que afecta, no solamente a la dirección y sentido de Cruz y Raya, sino a mi propia conciencia de cristiano. Téngame siempre por verdadero amigo. José Bergamín". Resulta llamativo que su conciencia de cristiano fuese tan perezosa (Santa Marina y Sánchez Mazas eran fascistas casi desde el comienzo de Cruz y Raya), pero nos alegra ver que esa carta contenía al menos una verdad: Bergamín lo tenía por amigo verdadero, y en la guerra lo demostró.
A Santa Marina lo metieron preso primero en el vapor Uruguay (donde también estaría Sánchez Mazas), y luego lo llevaron al castillo de Montjuic, a la cárcel Modelo de Barcelona, a la de Sabadell, al penal de Figueras, a la presó d´inadaptats de Vic, al cuartel de Ausiàs March, al penal de Chinchilla y a la cárcel de Mislata; en total estos presidios se repartieron más de dos años de su vida. A uno de estos penales le llegó, montado en la ola del surrealismo bélico, y por correo ordinario, el nombramiento de jefe de la Falange en Cataluña, expedido en Burgos.
El final de la guerra le sorprendió en el penal de San Miguel de los Reyes, donde logró sublevar a la población reclusa, y con los presos comunes y con la ayuda de los quintacolumnistas no encarcelados consiguió hacerse con esa plaza, antes de que pudiera tomarla el general Aranda, a quien se la rindió cortésmente."
Y en la pág. 435:
"Como ocurre con muchos otros escritores falangistas, las obras de Luys Santa Marina son de dos clases: unas, políticas, entusiastas y violentas, con la mirada puesta en la victoria y el aplastamiento del enemigo; otras, en cambio, románticas, silenciosas, fracasadas ellas mismas, con la conciencia profunda de todo lo que apenas tiene porvenir. Unas parecen las páginas rabiosas de un hombre vesánico, la insania de un reaccionario exaltado; otras, por el contrario, parecen una sonata, casi pastoral, arcaicas y legendarias, como su Italia mi ventura, cuya prosa anuncia la ferlosiana de las guerras barcialeas."
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