... este documental narra la vida de tres residentes de Newark (la ciudad más grande de Nueva Jersey), Rob Steffey, su pareja Deliris Vasquez y Freddie Rodriguez, a lo largo de 36 años, desde 1984 hasta 2020. La historia de Rob, Freddie y Deliris empieza en uno de esos barrios de clase obrera devastados por la droga (como lo eran ciertos barrios de grandes ciudades en España en los ochenta). Los tres pertenecen a familias numerosas, no llegan a fin de mes y tienen una prole que alimentar. Con este estado de cosas, optan por la vía fácil: pequeños robos a tiendas (perpetrados como si de un juego inofensivo se tratase y filmados de manera ágil con cámara oculta), venta de mercancía robada... En esa primera época, cuando todavía son jóvenes e impetuosos, su vida es precaria, pero al menos es divertida.
Jon Alpert, es el director de esta cinta. Un periodista y documentalista avezado que ha cubierto conflictos en diferentes partes del mundo, desde Vietnam hasta Filipinas o Nicaragua, y que además de realizar numerosos documentales fue el hombre que le regaló un audífono a Fidel Castro (rodó con él Cuba and the Cameraman).
Jon Alpert, es el director de esta cinta. Un periodista y documentalista avezado que ha cubierto conflictos en diferentes partes del mundo, desde Vietnam hasta Filipinas o Nicaragua, y que además de realizar numerosos documentales fue el hombre que le regaló un audífono a Fidel Castro (rodó con él Cuba and the Cameraman).
Alpert se encuentra con los tres protagonistas en diferentes momentos de sus vidas. La película guarda un cierto parecido con The up series, una serie de documentales de corte antropológico y sociológico, producida por Granada Television para ITV, un experimento de extenso recorrido en el que su director, el británico Michael Apted, entrevista a 14 personas a lo largo de toda su vida, en periodos de 7 años.
En Life of Crime, más que de una vida de crimen habría que hablar de una vida de droga, pues es la droga, especialmente la heroína, el hilo conductor de la vida de estos tres drogadictos, la que le da el sentido (o sinsentido). Todo lo demás: la violencia, los robos, la prostitución, el síndrome de abstinencia, el alcohol, el SIDA, las cárceles y las estancias prolongadas en prisión, las curas de desintoxación, los intentos por rescatar a otros del mundo de las drogas, las familias que asisten atónitas a esa espiral de autodestrucción (que es también la destrucción del propio núcleo familiar), las recaídas, los trabajos precarios, las parejas rotas, las sobredosis, la soledad... y finalmente, la muerte; todo eso no son más que consecuencias del consumo abusivo de droga. El suyo es un mundo de fragilidad, donde la adicción se impone sobre su voluntad y sobre cualquier otra cosa, incluidos los lazos sentimentales, de pareja o familiares. En la vida de un yonqui, el caballo lo es todo. Incluso cuando logran escapar a él y están limpios y llevan una vida normal, la heroína siempre está ahí, en el barrio, acechante, ellos saben dónde y quién la vende, a la vuelta de la esquina, en cualquier parque o plaza. La dama blanca es paciente y sabe esperar. El yonqui es débil y bastará cualquier adversidad para que busque consuelo en un chute, uno solo, uno que le haga olvidarse de los problemas por unas horas. Y luego de nuevo el infierno, la vuelta a la salida de casilla.
Para entender la magnitud del problema de las drogas en Estados Unidos, basta un dato que aparece en la película: 1,3 millones de estadounidenses murieron en las numerosas guerras en las que Estados Unidos estuvo involucrada, y más de 5 millones de estadounidenses murieron por consumo de droga desde que se empezó a rodar Life of Crime...
Para entender la magnitud del problema de las drogas en Estados Unidos, basta un dato que aparece en la película: 1,3 millones de estadounidenses murieron en las numerosas guerras en las que Estados Unidos estuvo involucrada, y más de 5 millones de estadounidenses murieron por consumo de droga desde que se empezó a rodar Life of Crime...
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