«ANTIFA» - MARK BRAY (I)

... «Para buena parte del público, fue el levantamiento de 2008 el que atrajo la atención internacional sobre el movimiento. En diciembre de ese año, la policía asesinó a Alexis Grigoropoulos, un anarquista de 15 años de edad. Este hecho fue el detonante de un mes de estallido insurreccional sin precedentes en Grecia. Anarquistas, estudiantes, ultras de fútbol, inmigrantes romaníes y otros sectores de la sociedad que se sentían frustrados salieron a la calle. Atacaron tiendas de lujo. Asediaron comisarías y dependencias del Gobierno. Destrozaron e incendiaron bancos. Expropiaron comida de los supermercados y okuparon escuelas, universidades y estudios de radio y televisión. Ni siquiera el enorme árbol de Navidad que se pone todos los años en la céntrica plaza Syntagma de Atenas pudo escapar a las llamas. Muchos trabajadores hicieron huelgas salvajes y surgieron asambleas de estudiantes, trabajadores y en los barrios de todo el país. La policía apenas podía controlar la situación. Reclutó de modo informal a matones fascistas para que les ayudaran. Sin duda, un anuncio premonitorio de lo que se avecinaba. Cuando se despejó el humo de los incendios, los daños ascendían a unos 200 millones de euros. Se había politizado toda una generación de jóvenes griegos»...
 
 ... «El antifascismo de calle (manifestaciones, concentraciones, etc.) se halla hoy en día en un impasse. O bien se enfrenta a grupos de extrema derecha que son políticamente insignificantes, pero físicamente peligrosos, o bien intenta oponerse a organizaciones que son políticamente significativas y entonces se encuentra no solo frente a partidos que están ausentes de las calles, sino que han llegado al punto de estar muy bien integrados en el juego político, apoyados por las fuerzas de la ley y percibidos como legítimos por la población […]. Uno de los efectos de la lepenización de la mentalidad es hacer que la acción antifascista se vuelva ilegítima a los ojos del poder y de la población»...
 
... «La amenaza de los cabezas rapadas descendió a mediados de la década de 1990, pero el fantasma del fascismo gubernamental se intensificó por culpa de Silvio Berlusconi. Este invitó al MSI, que poco después cambió su nombre a Alianza Nacional, a entrar en un ejecutivo de coalición en 1994. Fue «la primera vez en Europa, después de la guerra, que un partido de extrema derecha, todavía impregnado de nostalgia fascista, formaba parte de un Gobierno».Berlusconi también incluyó a la populista y xenófoba Liga Norte. En un principio, en su fundación en 1989, esta había defendido los intereses de la parte norte del país. Pero posteriormente se transformó en un partido más amplio, con aspiraciones nacionales. Con esta coalición, el primer ministro italiano dio legitimidad al MSI. Ahora se pasó a considerar, con benevolencia, que este era «posfascista». De esta forma, rehabilitó el legado de Mussolini. La simpatía de Berlusconi hacia el fascismo quedó en evidencia años después, cuando dijo: "Mussolini no mató a nadie. Mussolini mandaba a la gente de vacaciones, al exilio interno"»...

No hay comentarios:

Publicar un comentario