"LOS CONSPIRADORES" - DANIEL SUEIRO

Publicado por Javier Serrano en La República Cultural:

Los conspiradores es “un libro de cuentos, relatos, narraciones cortas, o como se llame”, escrito por Daniel Sueiro. Además de escritor, Sueiro fue periodista y guionista, para televisión y para el cine con directores como Mario Camus, Martín Patino, Juan Antonio Bardem o Carlos Saura. Habitualmente se le incluye en la generación del medio siglo, si bien no es un autor demasiado conocido y eso pese a haber ganado en el año 1959 el Premio Nacional de Literatura, precisamente con esta obra, Los conspiradores. Lo cierto es que este libro, no se sabe si por mor de la censura o por la falta de valor de las editoriales de la época, no vería la luz hasta 1964, año en que se publicaría con algunos cambios.
La obra de Sueiro podría caer dentro de lo que se denomina realismo social. Sus relatos describen la vida durante la época franquista, en una España negra, negrísima por momentos, que el lector enseguida reconocerá. Según el autor, en todos estos cuentos hay una especie de conspiración para provocar una sensación de desasosiego en el lector, objetivo este que desde luego consigue. En ellos, Sueiro desliza su bisturí (o su cheira, según el caso) afilado, denunciando ciertas situaciones, despellejando personajes reconocibles, desplegando todo su humor, su ironía, su infinita mala leche, para ridiculizarlos. Es también notable el uso que hace de los diálogos, su capacidad para reproducir la manera de hablar de la calle. No es de extrañar que la censura se cebara con el autor gallego durante toda su carrera —desde siempre la grisura tiende a hacer desaparecer todo aquello que brilla—, lo cual no le impidió publicar, con retraso, otros libros de cuentos: La rebusca y otras desgracias, Toda la semana, El cuidado de las manos, Servicio de navaja; novelas cortas: Solo de moto; y novelas: La criba, La noche más caliente, Estos son tus hermanos, Corte de corteza y Balada de Manzanares.
El libro se abre con Los “cuentos de la vida actual” de Daniel Sueiro, un prólogo de Fernando Valls, en donde se habla sobre el autor y su obra, y luego vienen los relatos: diez.
Las siestas es un cuento en el que se nos describen dos mundos paralelos: el de una cuadrilla de obreros de la construcción y el de una pareja burguesa que vive en un chalet cercano a aquel en que la cuadrilla está construyendo, y cuya única preocupación parece ser disfrutar despreocupadamente de la vida. Hay una ventana y una persiana (dependiendo de la hora del día está más o menos subida) que comunica ambos mundos. A la hora de la siesta y bajo un calor abrasador (la climatología a menudo conspira contra los protagonistas de Sueiro), Rafaé, uno de los obreros, puede intuir todo lo que está pasando al otro lado de esa persiana, desarrollándose la narración a lo largo de un crescendo de tensión sexual.
Mi asiento en el tranvía está narrado en primera persona y nos habla de algo tan aparentemente vulgar como puede ser un viaje en el tranvía que el joven protagonista toma todos los días para ir y venir al trabajo. Una situación tan anodina no tarda en convertirse en toda una lucha de poder, en la pugna por hacerse con un asiento, algo que el rebelde personaje considera irrenunciable debido a su madrugón diario por hacerse con él. Sus oponentes son miembros de la sociedad biempensante, personas como Dios manda que no dudan en criticarle abiertamente. El desenlace es sorprendente.
Un cuarto de hora antes de que termine la jornada laboral, un conserje (con sus “andares de saltacharquillos o pollomojado”) se va hasta la parada del autobús para cogerle sitio a su jefe, Don Genarito (Sueiro utiliza los diminutivos para chancearse aún más). Este es el punto de partida de Hora punta, narración que tiene una estructura en forma de ronda, donde el tiempo parece detenido y el hecho central (el regreso a casa después del trabajo) está descrito desde el punto de vista de personajes variopintos: mecanógrafas, abrepuertas, camareros, cubanos conspiradores, homosexuales… No falta un personaje, el “escritor amigo de Hemingway” (trasunto del propio Sueiro), que observa la escena buscando inspiración para su obra.
El ruedo es un relato breve que describe el día a día en la vida de los mozos de carga, en los mercados, a la espera siempre de que les llegue su turno para descargar la mercancía de los camiones, y cuyo único patrimonio es la fuerza de sus brazos. Mientras, su vida transcurre en ese arrastrarse como toros cansados, “pesadamente por la arena del ruedo”.
La indemnización nos sumerge en la vida de Demetrio, al que una compensación económica parece cambiar su miserable existencia y la de su familia.
Eusebio, el trabajador de una imprenta, es el protagonista de Viaje en bicicleta. En un momento dado, impelido por una pulsión desconocida, Eusebio abandona su puesto de trabajo, toma su bicicleta y se echa a la calle, jacarero, canturreando cancioncillas, dejando atrás Madrid y pedaleando a lomos de su bicicleta —que amenaza con dejarlo tirado en cualquier momento— en dirección a la periferia, donde se encuentra su casa y su Valentina. El encuentro con su mujer está cargado de tensión.
No me voy a mover de aquí en toda la mañana, espero una llamada”, asegura don Luis, el personaje principal de El hombre que esperaba una llamada, al instalarse en el bar de Cándido. Don Luis, siguiendo la estela de aquel Bartleby, se mantendrá tozudo en su propósito en esta narración que recuerda al becketiano Esperando a Godot, y que es todo un fresco de los usos y costumbres de la vida en los bares. Desde mi punto de vista, es uno de los mejores relatos del libro.
El regreso de Frank Loureiro podría considerarse una novela corta. En sus 54 páginas se narra el retorno, procedente de Nueva York, del emigrante gallego-americano Frank Loureiro a Santa Marta, su tierra natal en Galicia. Poco a poco iremos conociendo su oscuro pasado y su no menos sombrío presente, donde todo ha cambiado y él no es el Frank rico, cargado de dólares y que cuenta dinero en forma de millones, olrrai… olrrai…, que había soñado ser (“¿Y para volver con esto hay que estar cuarenta años allá?”), sino más bien ese Francisco, bajito y feo, invisible a casi todos, de carácter huraño y mal beber, que apenas habla con otro que no sea él mismo.
En Dios está en todas partes, Sueiro arremete contra una Iglesia privilegiada y contra curas como don Tomé que amaestran y amansan a los pequeños, obligándoles a repetir el catecismo sin cuestionarse nada de lo que están diciendo.
Al fondo del pozo es otro de los grandes relatos de Los conspiradores. De clara inspiración kafkiana, esta vez se trata de un día de cobro para escritores, intelectuales y plumíferos que se dedican a hacer colaboraciones para el régimen, “todos agradecidos, porque aunque sea una mierda y estemos perdidos para siempre, hoy es día de cobro, hoy pagan”. El autor parece conocer bastante el mundillo del que está hablando, ese mundo de ventanillas, colas y pasillos, en torno a un patio central donde va a parar toda la mierda del edificio, la ceniza, las colillas y los escupitajos de autores de medio pelo. No queda títere con cabeza en este zoo de las letras, donde todos (incluido el protagonista narrador), en mayor o menor medida, han prostituido su vocación: el gran escritor decadente y frívolo, los escritores zurcidos y serviles, los poetas incontaminados, el ilustre académico, el escritor Independiente, ja, ja, el poeta social, o el mismísimo Lucio Páramo, “aquel que escribió: “El estupor de su cara se le reflejaba en el rostro”, con lo que hizo fama”. Mención especial merecen esos periodistas, el propio Daniel Sueiro lo fue, que en sus carteras tienen una inscripción: “JURO ante Dios, por España y su Caudillo, servir a la Unidad, a la Grandeza y a la Libertad de la Patria con fidelidad íntegra y total a los principios del Estado español, sin permitir jamás que la falsedad, la insidia o la ambición fuercen mi pluma en la labor diaria”.
Una vez leído el relato no es extraña la evolución que habría de seguir el propio Sueiro, antes de su muerte en 1986, decantándose más hacia el reportaje histórico, de testimonios y documentos, muy crítico hacia la pena de muerte, en contra de la cual escribió varios libros: El arte de matar, Los verdugos españoles (que daría pie a Queridísimos verdugos, la película de Martín Patino), y La pena de muerte: ceremonial, historia, procedimientos. En cuanto a su pertinaz compromiso político queda patente en obras como La verdadera historia del Valle de los Caídos, Historia del franquismo y La flota es roja.
El libro incluye un Apéndice con dos piezas: Autorretrato, donde Sueiro se despelleja amablemente a sí mismo, y Mis divagaciones sobre el cuento, donde habla sobre su modo de entender el relato.

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