LITURGIA DEL DESORDEN
No te sofoques camarada. Otro día
Te hablaré del caos.
Agustín García Calvo
También producen monstruos:
la fuerza que la razón esgrime,
la matemática del espejo,
dos y dos son cuatro,
los puntos de referencia,
mañana,
las reglas que ejecutan el juego
y el credo anatematizador que proscribe
lo inconmensurable:
yo,
la esfera,
amor o el fuego que se comparte,
la Música,
la liturgia del desorden
y -entre otras magias-
la belleza del Azar en accidente
como por ejemplo:
morir.
ELEGÍA AL ACEITE DE RICINO
El hombre histórico es un hombre moldeado,
Construido; el biológico es el origen, lo primero.
Marco Ferreri
Me apresuré en emitir un vómito,
¡hélas!
Oh gratuidad de la materialización de una náusea;
dadas las circunstancias políticas
no es conveniente ni oportuno.
Esperanza, compañero, confianza,
¡abajo los escepticismos personalistas,
retrógados e insolidarios!
Vómitos del mundo, uníos
UNO A UNO
y ahogad en bilis pura
a los constructores de futuros.
Que no sean también vuestros jugos gástricos,
víctimas de sus calculadas estrategias.
LA MÚSICA EN OTRA PARTE
Al piano
se le han puesto los pelos de punta;
le ha puesto la mano encima
un pianista con carnet.
LAS REGLAS DEL JUEGO
No es jugador
Quién impone reglas del juego;
es un impostor.
D'ARTAGNAN TARDA EN SER MOSQUETERO
Hay tardes, a veces (y uno no sabe bien
si es el calor de la ventana,
la luz de los ladrillos del paisaje que la ocupa
o, tal vez, ese mal regusto de sueño
que se adhiere a la lengua
después de intentar el reposo de una siesta
fracasada), que tardan algo más de lo prudente.
Y todo, hasta el ruido de los automóviles,
permanece inmóvil como una música
de esqueletos detenidos perpetuando la gran carcajada.
Sí, hay algunas tardes que se hacen eternas en exceso
Y ellos, los seres que se persiguen metas y otras muertes
me proclaman anatema (o tema, tanto monta)
que ser.
Sí, hay tardes que tardan
Algo más de lo prudente en dejarme
Ser.
HETE AQUÍ QUE
Brice Parain dice en «Vivre Sa Vie» que el error
es necesario para el descubrimiento de la verdad.
Jean-Luc Godard
Con cierta regularidad pienso
que el error
está de mi parte.
Si así fuera (y no creo
equivocarme puesto que nada hay
que me demuestre lo contrario),
es muy probable que esté
en lo cierto.
Inimaginable esa elegía al aceite de ricino, felicidades
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