DOMICILIOS, 15
Estas son “las dos casitas contiguas repletas de historias y orientadas de espalda al sol” de las que habla con pasión Milton Rosas en sus artículos dominicales. En una de ellas viviría la Sra. Loverdos (con mayor probabilidad en la primera, en la de fachada más clara) y sería a través de las persianas americanas ligeramente subidas, que condenan esos balcones bajos enrejados, por donde se verían ir y venir los inquietos cachorros de fox terrier cuando aún disponían de alimento gracias al cadáver de la anciana resbalada en la ducha al pisar el jabón de tocador, procedente del hotel Gran Vía de Barcelona, regalado por su sobrino Fran que en aquella época viajaba mucho.
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