No sé, pero últimamente todo es desolación, decadencia. El otro día, pero en el mismo día, vi dos perros -dos- en silla de ruedas. Si ya es insólito encontrarse con un perro en silla de ruedas, mucho más extraño es ver dos perros distintos, en lugares diferentes, pero con idéntico problema. ¿Acaso hay algo más desolador? Desde luego, es mucho más desolador que una persona en silla de ruedas, algo que entra dentro de lo normal. No supe qué pensar, aunque supuse que era algo premonitorio, lo que no sé es de qué.
Pocos días después me ocurrió un suceso similar: vi a dos ancianas, dos diferentes y en distintos lugares pero en el mismo día, caerse. La primera lo hizo sobre mi propio coche, en un paso de peatones, segundos después de que yo le cediera el paso. La pobre mujer, afortunadamente, no llegó a alcanzar el suelo. Era inmensamente gorda y mayor, muy mayor. Sus piernas eran zambas, como un paréntesis grotesco. Me dio mucha lástima. La segunda sí que cayó al suelo. Un taxista salió de su coche para ayudarla. No sé que pensar, tal vez sólo se trata de golpes de calor.
Por último, la otra noche, al regresar a casa, me encontré con un gato negro tumbado en la calzada, junto a la acera pero en la calzada. Me extrañó que al pasar junto a él no se levantara y huyera. Me pareció que tenía una marca de neumático atravesándole el cuerpo (eso creí ver). Tenía también los ojos abiertos. Su mirada era de tristeza, era una mirada final. Intuí que estaba muriendo.
Al día siguiente tenía que volver a pasar por el mismo lugar, por la mañana. Como no quería verlo me dije que daría un rodeo. Dicen que la curiosidad hace mover las cosas, conque de lejos miré el lugar. El gato ya no estaba. Pasé de nuevo por allí, buscando algún vestigio del suceso. Tan sólo había un minúsculo charco de sangre seca. Supuse que aquel animal debía de haber muerto atropellado, reventado por dentro, en silencio, sin apenas sangre...
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