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VASCO SZINETAR EN EL TIGRE

Vasco Szinetar es un fotógrafo venezolano conocido por haber retratado a artistas en general y escritores en particular. Su "modus operandi" es concertar una cita con el sujeto en cuestión para después invitarle a pasar al baño del bar, restaurante, hotel, casa... en que se encuentran. Algo tan sencillo, vaya, como ir al baño a meterse a una raya o a echar un polvo. Lo curioso es que el modelo accede y terminan haciéndose fotos, ambos, frente al espejo del cuarto de baño, un autorretrato a cuatro manos que reúne la vanidad de ambos y donde a menudo Szinetar parece estar parodiando a su modelo. La situación no puede ser más turbadora: un baño suele ser un lugar pequeño, a veces sucio o con mal olor, donde uno entra para aliviarse, dando rienda suelta a las urgencias de su propio cuerpo. Es también un lugar íntimo, donde la presencia de cualquier otra persona, en parecidas circunstancias, nos incomoda. Por ello, sorprende que los modelos de Szinetar accedan a sus peticiones. 
Aquí van algunas de esas fotografías. Hay más imágenes, comentadas por los propios modelos, en el blog de Vasco Szinetar.

Fernando Arrabal

Jorge Luis Borges

Fernando Botero

Gabriel García Márquez

Dizzie Gillespie

Allen Ginsberg

Salman Rushdie

Enrique Vila-Matas

Fidel Castro
Esta fotografía de Fidel Castro, como se ve, no está tomada en ningún cuarto de baño, pero las circunstancias que rodean al momento en que fue tomada hacen que la haya incluido aquí. Me llama la atención, pese a que fue capturada en apenas unos segundos y el comandante no "posaba", la luz que cae sobre su gesto severo, como si Castro calculara la trascendencia que puede tener una imagen. Así describe Vasco Szinetar el momento en que se hizo la fotografía: «1989 RE-TRATADOS “Todo conspiró para que esa foto saliera como salió. Era el día de la segunda posesión de Carlos Andrés Pérez en el Teatro Teresa Carreño. Cuando entró Fidel, con todos sus guardaespaldas, yo, que estaba en uno de los balcones del Teatro, le grité: Fidel! llamándolo como si fuéramos amigos. Él se volteó a mirarme y yo hice ‘click’. La luz que cae sobre él es una de esas cosas mágicas que si uno las planeara nunca saldrían tan bien”. Tomado de la revista Gatopardo, septiembre 2001. Número 17»

"HOWL" - ALLEN GINSBERG


Vídeo (en HD y con subtítulos) perteneciente a la película Howl, dirigida por Rob Epstein y Jeffrey Friedman y con James Franco haciendo de Allen Ginsberg, en la que se describe la génesis del famoso poema y toda la controversia posterior que provocó en la sociedad de su tiempo.

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (3) - GINSBERG, LSD Y UN POEMA DE BLAKE


Fragmento extraído de la página 152 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.
El texto describe la experiencia alucinatoria que tiene Allen Ginsberg al leer un poema de Blake, y cómo después trata de repetirla con la ayuda de drogas. Se narra también el satori que le sobreviene en Japón y que rompe el nudo gordiano que había en su actitud frente a las drogas.

La biografía psiquedélica de Allen Ginsberg ilustra la futilidad de los viajes planificados, tanto de viajes iniciados por propia voluntad como por la ajena. A Ginsberg le parecía que incluso la planificación personal podía originar una tensión psíquica formidable, a menudo seguida de malos rollos tremendos. Sus deseos paradisíacos de iluminación, que buscaba a través del ácido lisérgico, provenían de una experiencia producida en 1948 en la que no había intervenido drogas. Vivía entonces en un piso de alquiler en Harlem. Mientras estaba leyendo el poema de Blake titulado ¡Ah, girasol!, escuchó el resonar de una voz profunda. Inmediatamente la reconoció como perteneciente al poeta que resurgía entre los muertos. Sintió que su cuerpo flotaba inmerso en resplandor. Todo lo que veía se le aparecía bajo una luz nueva. Le invadió el convencimiento abrumador de que había nacido para experimentar el espíritu universal.
Ginsberg empezó a consumir sustancias psiquedélicas teniendo como punto de referencia la alucinación experimentada con el poema de Blake. Según decía, el LSD le había proporcionado el acceso a "... aquello que como poeta había catalogado previamente como conciencia estética, poética, trascendental o mística". Pero sus intentos de volver a capturar el apogeo cósmico del antiguo episodio usando drogas le resultaron problemáticos. Bajo la influencia del ácido lisérgico deseaba escribir un poema que evocara el significado de la divinidad, pero el mismo acto de escribir interrumpía el flujo de pormenores que inundaba su sistema nervioso. La tensión entre la visión romántica de la iluminación y la urgencia simultánea por transmitirla convertía la búsqueda de la divinidad en un mal viaje. Ginsberg describió su frustración en numerosos poemas que compuso bajo los efectos del LSD y de otros alucinógenos: "La Respuesta", "Salmo Mágico", "Mescalina", y "Ácido Lisérgico".
Ginsberg, que se pintaba a sí mismo tomando drogas en una esquina, creyó que consumir ácido le limpiaría el alma y se esforzó demasiado en conseguir cualquier clase de satori. Se sentía obligado de forma compulsiva a consumir LSD una y otra vez a fin de desarticular su identidad y vencer su obsesión por la mortalidad. Su creciente paranoia hacia los alucinógenos alcanzó el clímax en 1960, cuando tomó yagé en Perú. Como siempre, buscaba la revelación divina pero sin embargo "... el universo entero estalló alrededor, fue el peor viaje y el más duro... sentí que me enfrentaba a la Muerte... me invadieron las náuseas, salí corriendo al exterior y empecé a vomitar... me vi a mí mismo cubierto de serpientes, una aureola de serpientes de mil colores que envolvía mi cuerpo, me sentí como una serpiente que vomitara el universo, como un jíbaro adornado con colmillos descubriendo la muerte del universo, mi muerte próxima, la muerte de todos, todos desprevenidos, yo mismo".
A finales de 1961, Ginsberg emprendió un peregrinaje espiritual a la India con la finalidad de comprender las visiones perturbadoras producidas por las drogas. Durante el itinerario, se detuvo en Israel para visitar a Martin Buber, el eminente filósofo judío que concedía preponderancia a las relaciones humanas, que le aconsejó evitar dejarse atrapar por confrontaciones con el universo inmaterial. En la India recibió un mensaje similar de Swami Sivananda: "Tu propio corazón es tu gurú". Estos encuentros prepararon el terreno a la comprensión súbita unos meses más tarde, durante los últimos días del recorrido. en 1963, en Japón, mientras viajaba en tren, experimentó una transformación arrebatada, una inexplicable pero vívida recapitulación sobre su experimentación con alucinógenos. Se sintió tan aliviado que se echó a llorar. Inspirado por un momento tan decisivo, escribió un poema titulado "La Transformación: Kyoto-Tokyo Exprés" que marcó un momento supremo en su búsqueda espiritual.
Ginsberg había busco la divinidad a través de viajes psiquedélicos trascendentales. Al intentar superponer los efectos del ácido a la memoria antigua de su visión cósmica, no vivía el presente, se bloqueaba. Entonces descubrió la inutilidad de intentar conjurar las visiones en éxtasis de un universo imaginario cuando el secreto residía en su propia carne mortal. En ese momento de revelación profunda, comprendió que la verdad sólo se puede experimentar desde el interior del cuerpo; por tanto, el imperativo místico consistía en la unidad con la propia piel. No renunciaba a las drogas, sino que rechazaba que éstas le dominaran o negaba la obligación de correr riesgos psicológicos mediante fármacos que le expandieran la conciencia. "Durante quince o veinte años intenté repetir la experiencia del poema de Blake y perdí el tiempo. Al que toma ácido para ver a Dios y se esfuerza por encontrarle, acaba sucediéndole todo lo contrario y termina por no ver más que maquinarias diabólicas a su alrededor y por contemplar el infierno en lugar del paraíso. Así que al final llegué a la conclusión de que un mal rollo de ácido, al igual que un mal estado de conciencia normal, se produce por aferrarse a desear un final y buscar un universo ambos preconcebidos en lugar de introducirse en el cosmos inconcebible, aún por nacer, indescriptible".
Estabilizado su sentido del yo, con la mente tranquila, Ginsberg adoptó una posición personal diferente en sus posteriores viajes, que adquirieron un carácter totalmente distinto. Empezó a disfrutar. Después de todo lo que le había sucedido, se daba cuenta finalmente de que la experimentación con LSD implica en esencia un horizonte abierto, un campo espiritual en el sentido más amplio. Cualquier intento de aferrarse a la Eternidad, a la Luz Pura o al mensaje secreto del código genético termina irremediablemente convirtiéndose en una obsesión y, por tanto, en una relación falsa con la amplitud infinita de la conciencia psiquedélica. Una vez capacitado para dirigir su atención al exterior, dejaron de existir los severos criterios que requería el ácido, sólo la apreciación del mundo que se extendía ante él.

Nota: Éste es el poema de William Blake causante de todo:

¡AH, GIRASOL!

¡Ah, Girasol!, fatigado de tiempo,
Tú que calculas los pasos del Sol,
Buscando esa dulce región dorada
Donde acaba el viaje del peregrino:
Donde la Juventud, mustia de anhelo,
Y la Virgen pálida envuelta en nieve,
Se alzan de sus tumbas, y se elevan
Adonde ansía ir mi Girasol.

"LA TRANSFORMACIÓN: EXPRESO KYOTO-TOKYO" - ALLEN GINSBERG


Traducción libre: Javier Serrano


En el asiento de mi tren yo renuncio
a mi poder, asi que vivo
y moriré
Más por ahora, el Vómito triturado
& las tenazas en el cráneo,
el miedo de los huesos, la comprensión
en contra del hombre & la mujer & los niños.
Dejo que el dragón de la Muerte
salga de su
imagen en la vorágine
de una oscuridad de nubes blancas
Y absorba el sueño de los cerebros &
pida estos corderos por su
carne, y dejo que se alimente
y sea otro y no yo
Hasta que es mi turno y
entro en esas fauces y me transformo
en una ciega roca cubierta
con helechos mojados
No soy nada ahora
sino un universo de piel y aliento
& pensamiento cambiante y
ardiente mano & tierno
corazón en el antiguo fondo de
mi piel Desde este simple
nacimiento renazco para lo que soy
para ser así
Mi propia identidad ahora ya sin nombre
ni hombre ni dragón o
Dios
pero el sueño me llena
con la ofrenda de rayos físicos
lunas rojas en mi vientre &
Estrellas en mis ojos dando vueltas
Y el Sol, el Sol, el
Sol mi padre visible
haciendo mi cuerpo visible
a través de mis ojos!

"SUEÑOS DE ÁCIDO" (2) - BURROUGHS, LSD Y EL GRUPO DE HARVARD


Fragmento extraído de la página 121 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.

A las investigaciones de Timothy Leary con la psilocibina en la universidad de Harvard se unen Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Ginsberg es partidario de hacerla llegar a todo el mundo, y es así como se la hace probar a Thelonious Monk, Dizzie Gillespie, Neal Cassady, Jack Kerouac, Robert Lowell, Arthur Koestler...

"No obstante, la reprimenda más severa al optimismo desaforado del grupo de Harvard todavía estaba por llegar. Leary esperaba con impaciencia que William Burroughs probara las pastillas de psilocibina. El autor de El almuerzo desnudo era algo así como el mentor de la generación beat. El verano de 1961, Leary viajó a Tánger, donde vivía Burroughs en aquellos momentos. Trabajaba en una nueva novela, La máquina blanda, fumaba cantidades considerables de kif marroquí y realizaba experimentos con un proyector fabricado por su amigo Byron Gysin que producía alucinaciones similares a las de la mescalina o del LSD. Los poetas Alan Ansen y Gregory Corso estuvieron presentes en las sesiones junto con Leary y Ginsberg. Las cosas comenzaron bien pues mientras paseaban bajo la hermosa luz de la luna después de tomar una buena dosis de psilocibina decidieron irse a nadar. Pero el panorama cambió con rapidez cuando se hizo patente que a Burroughs no le gustaba la sustancia. "No good, no bueno", repetía moviendo la cabeza. Se apartó de los demás y esperó la bajada en soledad.
Burroughs nunca tomó drogas con la única finalidad de pasarlo bien. A pesar del desengaño que tuvo con la psilocibina, accedió a participar en futuros experimentos sobre alteración de la conciencia que iban a tener lugar en Cambridge. Había decidido efectuar trabajos sobre privación sensorial, en tanques de inmersión, con estroboscopios, con mecanismos para medir las ondas cerebrales y con todas las maravillas tecnológicas que pudiera poner a su alcance una universidad de prestigio. Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando llegó a Harvard. Se encontró con un continuo de fiestas cuyos asistentes eran una pandilla de intelectuales de ojos chispeantes que repetían eslóganes desafortunados sobre la hermandad del amor. Leary seguía considerando que la psilocibina era la droga de la iluminación, la panacea para una sociedad enferma. A Burroughs semejante enfoque le parecía demasiado simplón. Aunque aceptaba que las sustancias alucinógenas fueran capaces de abrir las puertas de la percepción, reconocía que solamente la búsqueda deliberada de nuevos hábitos de conciencia era capaz de proporcionar visiones de significado permanente. "Conviene recordar que todo aquello que se puede obtener mediante la química también puede lograrse de otros modos", insistía. "No hacen falta drogas para entonarse, pero resultan útiles para acortar camino durante ciertos estadios del aprendizaje". Burroughs ya había experimentado con drogas con finalidades de autoconocimiento e intentaba seguir adelante. Después de una corta estancia en Cambridge, abandonó el clan psiquedélico.
Burroguhs era muy consciente de la faceta siniestra de la política americana y algunas de sus predicciones sobre el futuro de la revolución psiquedélica resultaron muy acertadas. Aunque era un entusiasta de los alucinógenos, sospechaba que ciertas fuerzas siniestras también se interesaban por esas sustancias y que Leary y sus adláteres les hacían el juego. Temía que las sustancias psiquedélicas acabaran usándose como armas de control en lugar de elementos liberadores de las masas. Había comprendido que aquel que busca la iluminación se halla muy vulnerable a la manipulación interior y lanzó una seria advertencia al respecto en los pasajes iniciales de Nova Express, publicada en 1964.

Aún sabiendo que corro el riesgo de convertirme en el personaje de ficción más impopular de todas las épocas (y la historia es ficción) debo declarar lo siguiente:
Recompón el estado de la situación. Cuestiona inexorablemente a quien la ha originado. ¿Quién ha monopolizado la Inmortalidad? ¿Quién ha inmortalizado la Conciencia Cósmica? ¿Quién ha monopolizado el Amor el Sexo, los Sueños? ¿Quién ha monopolizado el tiempo, la Vida, la Fortuna? ¿Quién se ha llevado lo que era tuyo? Escucha: su Jardín de las Delicias es una gran cloaca. Su Inmortalidad, su Conciencia Cósmica y su Amor son mierda mediocre de segunda categoría... Permanece apartado del Jardín de las Delicias... Rechaza el fraude de la Inmortalidad... Tira por el desagüe sus drogas violentas... Están monopolizando y envenenando las sustancias alucinógenas: Aprende a hacerlo sin productos químicos."