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"EL CIELO A MEDIO HACER" (II) - TOMAS TRANSTRÖMER

Poemas extraídos del libro El cielo a medio hacer del premio nobel Tomas Tranströmer, editado por Nórdica y traducido por Roberto Mascaró.

LA VENTANA ABIERTA
De Visión Nocturna

Parado frente a la ventana abierta,
en un primer piso,
me estaba afeitando una mañana.
Encendí la maquinilla.
Comenzó a zumbar.
Zumbaba más y más.
Creció hasta el estruendo.
Creció hasta ser un helicóptero
y una voz –la del piloto- penetró
a través del estruendo; gritaba:
“¡Mantén la vista alerta!
Es la última vez que ves esto”.
Nos elevamos.
Volamos bajo sobre el verano.
¿Importa saber cómo disfrutaba?
Docenas de dialectos en verde.
Y en especial el rojo en las casas de madera.
Los escarabajos brillaban en el barro, al sol.
Sótanos arrancados por las raíces
llegaban por el aire.
Actividad.
Las prensas se arrastraban.
En ese momento era la gente
lo único que se mantenía quieto.
Guardaban un minuto de silencio.
Y especialmente los muertos del cementerio rural
estaban quietos
como cuando posábamos para fotos infantiles.
¡Vuela bajo!
Ya no supe adónde volvía yo
mi cabeza:
con visión dividida
como un caballo.

ERGUIDOS
De Visión Nocturna

En un instante de concentración logré apresar la gallina, la tuve entre las manos. Curiosamente, no se la sentía realmente viva: rígida, seca, un sombrero de dama blanco adornado con plumas que gritaba verdades de 1912. Los relámpagos colgaban en el aire. De las tablas subía un aroma parecido a cuando uno abre un álbum de fotos tan viejo que ya no se pueden identificar los retratos.

Llevé la gallina hasta el corral y la solté. De pronto se volvió muy vivaz, se reconoció y corrió según las reglas. El gallinero está lleno de tabúes. Pero el suelo a su alrededor está lleno de amor y de energía. A medias cubierto de maleza, un bajo muro de piedra. Cuando anochece, las piedras empiezan a brillar débilmente por el calor centenario de las manos que la construyeron.

El invierno ha sido duro, pero ahora es verano y la tierra nos quiere erguidos. Libres pero prudentes, como cuando se navega en una barca estrecha. Emerge un recuerdo de África: en la costa de Chadi, muchas barcas, un ambiente muy amistoso, las personas son casi negriazules, con tres cicatrices paralelas en cada mejilla (la tribu SARA). Soy bienvenido a bordo: una canoa de madera oscura. Es asombrosamente inestable, aunque me ponga en cuclillas. Un número de equilibrista. Si el corazón está a la izquierda, uno debe inclinar la cabeza un poco hacia la derecha; nada en los bolsillos, nada de grandes ademanes, aquí hay que abandonar toda la retórica. Precisamente eso: la retórica es imposible aquí. La canoa se aleja deslizándose.

ELEGÍA
De Senderos

Abro la primera puerta.
Es una gran habitación soleada.
Un camión pasa por la calle
y hace vibrar la porcelana.

Abro la puerta número dos.
¡Amigos! Vosotros bebisteis la oscuridad
y os hicisteis visibles.

Puerta número tres. Una estrecha habitación de hotel.
Vistas a un callejón.
Un farol que reluce en el asfalto.
El hermoso residuo de las experiencias.

GARABATOS DE FUEGO
De La plaza salvaje

En los meses sombríos centelleaba mi vida
solo cuando hacía el amor contigo.
Como el cocuyo se enciende y apaga, se enciende y apaga
-uno puede seguir de a ratos su trayecto
en la oscuridad de la noche, entre los olivos.

En los meses sombríos el alma estuvo hundida
y sin vida
pero el cuerpo iba derecho a ti.
Mugía el cielo nocturno.
Nosotros ordeñábamos a escondidas el cosmos y sobrevivíamos.

"EL CIELO A MEDIO HACER" (I) - TOMAS TRANSTRÖMER

Poemas extraídos del libro El cielo a medio hacer del premio nobel Tomas Tranströmer, editado por Nórdica y traducido por Roberto Mascaró.

MEDITACIÓN AGITADA
De 17 poemas

Una tormenta hace girar las aspas del molino
que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.
Las mismas leyes te mantienen despierto.
La panza del tiburón gris es tu débil lámpara.

Recuerdos difusos se hunden en la profundidad del mar
y allí se petrifican junto a extrañas columnas. Verde
de algas está tu muleta. Quien
se va hacia la mar regresa rígido.

LAMENTO
De El cielo a medio hacer

Él dejó la pluma.
Quedó quieta en la mesa.
Quieta en el vacío.
Él dejó la pluma.

¡Demasiado lo que no se puede escribir ni callar!
Está paralizado por lo que sucede muy lejos
aunque la prodigiosa mochila late como un corazón.

Afuera, es el comienzo del verano.
Del verdor llegan silbos -¿personas o pájaros?
Y cerezos en flor que palmean los camiones que llegaron a casa.

Pasan semanas.
Se hace lentamente noche.
Las polillas en la ventana:
pequeños, pálidos telegramas del mundo.

PÁJAROS MATINALES
De Tañidos y Huellas

Despierto el coche
que tiene el parabrisas cubierto de polen.
Me coloco las gafas de sol.
El canto de los pájaros se oscurece.

Mientras otro hombre compra un diario
en la estación de tren
cerca de un gran vagón de carga
que está completamente rojo de herrumbre
y centellea al sol.

No hay vacíos por aquí.

Cruza el calor de primavera un corredor frío
por el que alguien apurado llega
y cuenta que se lo ha calumniado
hasta en la Dirección.

Por una trastienda del paisaje
llega la urraca
negra y blanca. Pájaro agorero.
Y el mirlo que se mueve en todas direcciones
hasta que todo es un dibujo al carbón,
salvo la ropa blanca en la cuerda de tender:
un coro de Palestrina.

No hay vacíos por aquí.

Fantástico sentir cómo el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.