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«ESCULPIENDO EL TIEMPO» (II) - ANDRÉI TARKOVSKY

«No es bueno que el director se dedique a reflexionar sobre el estilo «poético», «intelectual» o «documental»; que reflexione sólo sobre cómo mantener hasta el final sus ideales, con total consecuencia. En el arte no puede haber autenticidad y objetividad documentales. La objetividad es siempre la de un autor, es decir, es subjetiva. Esto es así incluso en el caso de que el autor se dedique a montar material documental».

«Cuando se habla de «géneros» cinematográficos, normalmente se está hablando de productos comerciales, de comedias, películas del Oeste, dramas psicológicos, películas policíacas, musicales, de terror, melodramas, etc. Pero todo esto, ¿qué tiene que ver con el arte? Éstos son «artículos de masas», objetos de consumo, si se quiere. Al arte cinematográfico estas formas omnipresentes se le han adherido, desgraciadamente, por medio de intereses comerciales. Pero el cine, en su sentido verdadero, no conoce más que una forma de pensar: el pensamiento poético, que une lo que no se puede unir, lo paradójico, y que convierte el arte cinematográfico en una forma adecuada de expresar las ideas y los sentimientos de su autor.
La verdadera imagen cinematográfica se basa en superar los límites de los géneros. El artista se esfuerza por expresar sus ideales, que no se pueden encerrar en los parámetros de un género.
Por ejemplo, ¿en qué género trabaja Robert Bresson? En ninguno, por supuesto. Bresson es Bresson. Él es su propio género. Antonioni, Fellini, Bergman, Kurosawa, Buñuel, en el fondo son idénticos solo a sí mismos. ¿Y Chaplin? ¿Es que está interpretando meramente una comedia? No, es Chaplin y nada más: un fenómeno único, irrepetible. Ya el mismo término de «género» desprende un frío glacial. Porque los artistas son como microcosmos, cada uno el suyo. ¿Cómo meterlos en los límites convencionales de cualquier género? El que Bergman también intentara rodar una comedia de estilo comercial no tiene nada que ver con esto. Y además, lo hizo con escaso éxito. La fama la adquirió en todo el mundo por películas de otro tipo.
O fijémonos en Chaplin. Aquí tenemos la hipérbole más pura, pero lo más esencial es que Chaplin cautiva en todo momento por el comportamiento verídico de los héroes que interpreta. Aun en las situaciones más precarias es natural; por eso incita a la risa. Sus héroes, precisamente por el absurdo del mundo hiperbolizado que les rodea, tienen una lógica incuestionable. A veces parece que Chaplin estuviera muerto desde hace ya 300 años. Hasta tal punto es un clásico de grandeza absoluta».

«El artista sueña con un máximo de entendimiento, a pesar de que siempre conseguirá transmitir al espectador tan sólo una fracción de su mensaje. Pero conviene que no se preocupe demasiado: lo único que debe tener en cuenta con total perseverancia es expresar su idea todo lo sinceramente que pueda».


«RIMINI» - ULRICH SEIDL (2022)

... Richie Bravo (interpretado por un magnífico Michael Thomas, un habitual del director Ulrich Seidl) es un cantante decadente que va por los hoteles de la turística ciudad de Rimini (lugar de nacimiento de Federico Fellini), en la costa adriática de Italia, amenizando las noches de los turistas de fuera de temporada. Estamos en una Rimini invernal, llena de bruma, incluso nieve, con hoteles fantasmales y parques acuáticos cerrados, con inmigrantes tirados por sus calles.
Un bronceado y fuerte Richie Bravo canta canciones de amor en algún salón de algún hotel, acompañado por la música procedente de un reproductor de CDs, iluminado por estridentes luces de néon, embutido en una vestimenta hortera y con el pelo largo. Con su voz y su juego de seducción camela a mujeres jubiladas, carentes de afecto, les come la oreja hablando de amor y de la posibilidad de volver a sentirlo, y después, si puede, se las tira, y ellas no dudan en recompensarlo generosamente por el buen rato que les ha hecho pasar.  
Richie Bravo es un solitario, también un buscavidas de temporada baja. Su único consuelo es el alcohol y las máquina de juego. Así es su vida. Vive de un talento cuestionable y vive también de las mujeres, gracias a algo parecido al "amor", sin ser él mismo capaz de amar, como iremos descubriendo a medida que avanza la película y aparece un nuevo personaje en escena, Tessa (Tessa Göttlicher), una hija de la que ni se acordaba, y que le hará enfrentarse a su pasado. No solo eso: Tessa, acompañada de su inseparable novio musulmán, le exige una compensación económica a cambio de olvidar todo el daño que le hizo a su madre y el poco cariño que dio a ella como hija.
Como se puede ver, Richie Bravo, con sus botas de vaquero y su abrigo de piel de foca, es un personaje de lo más lamentable y sin embargo el espectador llega a sentir algo parecido a la empatía, o dejémoslo en simplemente simpatía, por él.
En esta ocasión, Ulrich Seidl abandona el formato del documental que tan buenos resultados le dio con películas como las de su trilogía Paraíso: Fe, Amor y Esperanza, o En el sótano, Safari, y se pasa a la ficción...

«LAS NOCHES DE CABIRIA» - FEDERICO FELLINI

... el final de Las noches de Cabiria es, al menos a primera vista, un final triste, tristísimo. Cabiria (Giulietta Masina), esa prostituta ingenua y vapuleada por la vida y, sobre todo, por los hombres,  sueña todavía con la llegada de un príncipe azul que acabe con la amargura de su mala vida. Y hete aquí que hacia el final de la película parece haber conseguido finalmente su objetivo, y el mundo es un mundo justo. Cabiria no duda en entregarse por completo a su benefactor: malvende su casa (vemos cómo abandona su miserable hogar y, al mismo tiempo, una familia humilde está entrando ya en él), se casa con su redentor, le muestra un fajo de billetes (todos los ahorros procedentes del comercio de su propia carne y de la venta de la casa)... Ambos pasean por un bosque y ya entrevemos que la mirada de él no es limpia, que cuando termine su cigarro algo oscuro va a pasar. Junto al acantilado intuimos el final evidente que le espera a la pequeña Cabiria (la película se abría con una secuencia en que un hombre, otro, le quitaba el bolso y la arrojaba a un río donde estaba a punto de morir ahogada). Afortunadamente, el fallido príncipe azul se limita a quedarse con la pasta y no la empuja al mar.
Cabiria regresa caminando por el mismo bosque. Repentinamente, aparece un grupo de jóvenes que se pone a cantar y bailar a su alrededor. La prostituta está infinitamente triste, incluso tiene una lágrima debajo de un ojo. Suena una melodía de Nino Rota, una que es capaz de aunar tristeza y alegría al mismo tiempo. Cabiria tiene una suerte de epifanía y cambia su semblante, en una aceptación (una vez más humilde) de lo que parece que ha de ser siempre su destino. Incluso mira directamente a la cámara, y asiente, como si hubiera entendido la enseñanza, sabedora de que habrá de volver a la calle, de que aparecerán más hombres de los que se enamorará como una tonta y que de una manera ineluctable la maltratarán. ¿O tal vez no? Cabiria comprende que la vida es precisamente eso, y que pese a eso ha de seguir viviendo. Esa parece ser la «enseñanza moral» de Las noches de Cabiria. ¿Es entonces un final triste?...