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BOLAÑO Y EL ENCANTO DÚCTIL

(fragmento de "Los detectives salvajes" de Roberto Bolaño, pág. 490, Ed. Anagrama)

Marco Antonio Palacios, Feria del Libro, Madrid, julio de 1994. He aquí algo sobre el honor de los poetas. Yo tenía diecisiete años y unos deseos irrefrenables de ser escritor. Me preparé. Pero no me quedé quieto mientras me preparaba, pues comprendí que si así lo hacía no triunfaría jamás. Disciplina y un cierto encanto dúctil, ésas son las claves para llegar a donde uno se proponga. Disciplina: escribir cada mañana no menos de seis horas. Escribir cada mañana y corregir por las tardes y leer como un poseso por las noches. Encanto, o encanto dúctil: visitar a los escritores en sus residencias o abordarlos en las presentaciones de libros y decirles a cada uno justo aquello que quiere oír. Aquello que quiere oír desesperadamente. Y tener paciencia, pues no siempre funciona. Hay cabrones que te dan una palmadita en la espalda y luego si te he visto no me acuerdo. Hay cabrones duros y crueles y mezquinos. Pero no todos son así. Es necesario tener paciencia y buscar. Los mejores son los homosexuales, pero, ojo, es necesario saber en qué momento detenerse, es necesario saber con precisión qué es lo que no uno quiere, de lo contrario puedes acabar enculado de balde por cualquier viejo maricón de izquierda. Con las mujeres ocurre tres cuartas partes de lo mismo: las escritoras españolas que pueden echarte un cable suelen ser mayores y feas y el sacrificio a veces no vale la pena. Los mejores son los heterosexuales ya entrados en la cincuentena o en el umbral de la ancianidad. En cualquier caso: es ineludible acercarse a ellos. Es ineludible cultivar un huerto a la sombra de sus rencores y resentimientos. Por supuesto, hay que empollar sus obras completas. Hay que citarlos dos o tres veces en cada conversación. ¡Hay que citarlos sin descanso! Un consejo: no criticar nunca a los amigos del maestro. Los amigos del maestro son sagrados y una observación a destiempo puede torcer el rumbo del destino. Un consejo: es preceptivo abominar y despacharse a gusto contra los novelistas extranjeros, sobre todo si son norteamericanos, franceses o ingleses. Los escritores españoles odian a sus contemporáneos de otras lenguas y publicar una reseña negativa de uno de ellos será siempre bien recibida. Y callar y estar al acecho. Y delimitar las áreas de trabajo. Por la mañana escribir, por la tarde corregir, por las noches leer y en las horas muertas ejercer la diplomacia, el disimulo, el encanto dúctil. A los diecisiete años quería ser escritor. A los veinte publiqué mi primer libro. Ahora tengo veinticuatro y en ocasiones, cuando miro hacia atrás, algo semejante al vértigo se instala en mi cerebro. He recorrido un largo camino, he publicado cuatro libros y vivo holgadamente de la literatura (aunque si he de ser sincero, nunca necesité mucho para vivir, sólo una mesa, un ordenador y libros). Tengo una colaboración semanal con un periódico de derechas de Madrid. Ahora pontifico y suelto tacos y le enmiendo la plana (pero sin pasarme) a algunos políticos. Los jóvenes que quieren hacer una carrera como escritor ven en mí un ejemplo a seguir. Algunos dicen que soy la versión mejorada de Aurelio Baca. No lo sé. (A los dos nos duele España, aunque creo que por el momento a él le duele más que a mí). Puede que lo digan sinceramente, pero puede que lo digan para que me confíe y afloje. Si es por esto último no les voy a dar el gusto: sigo trabajando con el mismo tesón que antes, sigo produciendo, sigo cuidando con mimo mis amistades. Aún no he cumplido los treinta y el futuro se abre como una rosa, una rosa perfecta, perfumada, única. Lo que empieza como comedia acaba como marcha triunfal, ¿no?

"LOS DETECTIVES SALVAJES" - Roberto Bolaño


Confieso que consideraba a Bolaño un autor sobrevalorado, pese a lo cual me animé a leer esta novela de algo más de 600 páginas. La obra tiene 3 partes: "Mexicanos perdidos en México", "Los Detectives Salvajes" y "Los Desiertos de Sonora". Siendo la segunda la más extensa y, desde mi punto de vista, la más interesante.
Como toda obra de ese grosor su contenido es necesariamente irregular. Hay fragmentos de una gran calidad pero también hay otros que podrían suprimirse.
Narra la singladura de los diversos miembros del real visceralismo, "grupo más bien patético" de poetas, radicados en México DF. En la primera parte se nos presenta a los diversos personajes y se nos muestran sus vínculos personales. En la segunda es donde cobran todo su protagonismo los dos personajes centrales: Arturo Belano y Ulises Lima (trasuntos respectivos del propio Roberto Bolaño y de su amigo el poeta Mario Santiago Papasquiaro), y lo hacen, curiosamente, a través de su ausencia. Mediante diversos saltos temporales y espaciales el lector puede saber de ellos por lo que cuentan los demás personajes, a veces con contradiciones en sus testimonios o con los errores propios de la memoria, e ir así reconstruyendo los hechos que jalonan la trama central de la obra : la búsqueda de Cesárea Tinajero (una de los fundadores de la primera oleada del real visceralismo). No es sólo esa trama la que avanza, también lo hace el rizoma del resto de tramas, las vidas de los personajes secundarios, o el mismo real visceralismo, en el periodo que va desde 1975 hasta 1996 por una amplia geografía: México DF, Tel Aviv, Barcelona, Francia, Viena, Mallorca, Roma, la Feria del Libro de Madrid, África...
El estilo de Bolaño rehuye de florilegios, tirando de un lenguaje cotidiano, desprovisto, no exento de un humor a veces hilarante (como la escena del duelo a espada en la playa), y dando rienda suelta a su gran capacidad de fabulación, que le lleva a fabricar historias y a ir uniéndolas, incluso metiendo a veces unas dentro de otras (al más puro estilo de Las Mil y Una Noches). Bolaño no duda en incrustar material de diversa procedencia: dibujos-poemas, acertijos, chistes o relatos sueltos, asi la historia de Auxilio Lacouture, que pasa varios días encerrada en el baño de mujeres de una facultad mexicana mientras afuera los militares campan a sus anchas; o la historia de Andrés Ramírez, el polizón chileno que llega en un barco a Barcelona y descubre que tiene un cierto don para los números, que se le aparecen en su vida cotidiana, y que le lleva a acertar varias quinielas. Con todo, el tono dominante de la novela, a pesar de sus momentos de humor, es de una cierta tristeza, la propia de unos antihéroes desvalidos, lánguidos, silenciosos, pero tenaces en su búsqueda incesante de Cesárea Tinajero, quizás sabedores de que ellos y cualquiera que persiga la Poesía pura o cualquier otro ideal elevado tiene la batalla perdida.
En cierto sentido, se podría considerar la novela como una "novela para escritores". Trufada de referencias culturalistas, por ella se pasean todo tipo de escritores, de diverso pelaje y condición, y en general personajes relacionados con ese mundo canalla de la literatura, donde no hay hueco para la Poesía pura de esos dos quijotes que son Ulises Lima y Arturo Bolano. Se mezclan personajes reales (mención especial para el tótem de la literatura mexicana, Octavio Paz) con otros inventados por el autor, anécdotas ficticias con otras reales, hasta llegar a un punto en que la línea divisoria entre ficción y realidad se desvanece. A ello contribuye el abundante material autobiográfico que el propio Roberto Bolaño va diseminando por toda la obra y que nos ayuda a reconstruir también su periplo vital.
La tercera parte, el desenlace de la obra, es desde mi punto de vista la más floja de las tres. Es una narración casi de novela negra, donde se tratan de atar los cabos que se han ido dejando a lo largo de toda la novela, algo difícil en un libro de este tamaño.
Como conclusión decir que "Los detectives salvajes" recuerda a otra novelas, "Rayuela", "Ulises", y que al igual que ellas ha de convertirse -lo es ya- en uno de los hitos de la literatura en español.