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«DEPREDADORES DE BARRIO» - Javier Serrano

DEPREDADORES DE BARRIO


… esta mañana me he topado en mi barrio con un par de carteles pegados en sendas farolas: «se busca una niña pequeña desaparecida», y debajo había una foto de la criatura, una cría china. El cartel añadía «Hoy», sin que esto arrojara ninguna pista. Me pareció un cartel turbador y a punto estuve de hacerle una foto con el móvil, pero un pudor impreciso me impidió hacerlo. Luego, en el noticiario de la televisión, volví a saber del asunto. Era, al menos, la segunda vez que pasaba. Recordé que tiempo atrás también tuve noticia de la primera desaparición, en parecidas circunstancias: una niña desaparece misteriosamente y luego vuelve a aparecer, horas después, duchada o bañada, en un lugar no demasiado alejado y con signos de haber sido narcotizada y luego haber sufrido algún abuso sexual. La policía asegura que el cerco se va estrechando y ya trabaja con el retrato-robot del pederasta. Tres son los perfiles sospechosos que maneja: 1) un hombre alto, delgado y con el pelo canoso; 2) un hombre bajo, un poco grueso, con acento latinoamericano, calvo o con el pelo muy corto; y 3) un hombre de estatura media y con acento del Este. A la espera de saber algo más, el hecho es que el depredador sigue suelto por el barrio, y uno no puede evitar fijarse en los hombres con que se cruza, para ver si son delgados, gruesos, altos, bajos, calvos o con el pelo gris, y si tienen o no acento sudamericano o del Este…

«EL FARO» - JUAN JOSÉ ARREOLA

... un relato muy breve del mexicano Juan José Arreola. Está incluido en Confabulario definitivo y va sobre faros y cuernos...



EL FARO

Lo que hace Genaro es horrible. Se sirve de armas imprevistas. Nuestra situación se vuelve asquerosa.
Ayer, en la mesa, nos contó una historia de cornudo. Era en realidad graciosa, pero como si Amelia y yo pudiéramos reírnos, Genaro la estropeó con sus grandes carcajadas falsas. Decía: "¿Es que hay algo más chistoso?" Y se pasaba la mano por la frente, encogiendo los dedos, como buscándose algo. Volvía a reír: "¿Cómo se sentirá llevar cuernos?" No tomaba en cuenta para nada nuestra confusión.
Amelia estaba desesperada. Yo tenía ganas de insultar a Genaro, de decirle toda la verdad a gritos, de salirme corriendo y no volver nunca. Pero como siempre, algo me detenía. Amelia tal vez, aniquilada en la situación intolerable.
Hace ya algún tiempo que la actitud de Genaro nos sorprendía. Se iba volviendo cada vez más tonto. Aceptaba explicaciones increíbles, daba lugar y tiempo para nuestras más descabelladas entrevistas. Hizo diez veces la comedia del viaje, pero siempre volvió el día previsto. Nos absteníamos inútilmente en su ausencia. De regreso, traía pequeños regalos y nos estrechaba de modo inmoral, besándonos casi el cuello, teniéndonos excesivamente contra su pecho. Amelia llegó a desfallecer de repugnancia entre semejantes abrazos.
Al principio hacíamos las cosas con temor, creyendo correr un gran riesgo. La impresión de que Genaro iba a descubrirnos en cualquier momento, teñía nuestro amor de miedo y de vergüenza. La cosa era clara y limpia en este sentido. El drama flotaba realmente sobre nosotros, dando dignidad a la culpa. Genaro lo ha echado a perder. Ahora estamos envueltos en algo turbio, denso y pesado. Nos amamos con desgana, hastiados, como esposos. Hemos adquirido poco a poco la costumbre insípida de tolerar a Genaro. Su presencia es insoportable porque no nos estorba; más bien facilita la rutina y provoca el cansancio.
A veces, el mensajero que nos trae las provisiones dice que la supresión de este faro es un hecho. Nos alegramos Amelia y yo, en secreto. Genaro se aflige visiblemente: "¿A dónde iremos?", nos dice. "¡Somos aquí tan felices!" Suspira. Luego, buscando mis ojos: "Tú vendrás con nosotros, a dondequiera que vayamos". Y se queda mirando el mar con melancolía.

"CRÍMENES EJEMPLARES" (y II) - MAX AUB


Más Crímenes Ejemplares de Max Aub:

De la serie “Suicidios”

—Dormir es suicidarse un poco cada noche.
—Usted es soltero.
—¿Cómo lo sabe?

Llámanlo el sueño eterno. Como padezco horriblemente de insomnio, pruebo.

Me suicido para que hablen de mí.

De la serie “Gastronomía”

Esa hormiga odiaba al león. Tardó diez mil años pero se lo comió todo, poco a poco, sin que él se diera cuenta.

De la serie “Epitafios”:

De un resignado:
Siempre abajo, no le cogió de nuevo.

De la serie “Dos crímenes barrocos”:

Pienso, luego soy, dijo el hombre famoso. Los árboles de mi jardín son, pero no creo que piensen, con lo que se demuestra que el señor Renato no estaba en su sano juicio y que lo mismo sucede con otros seres: mi suegro por ejemplo: es y no piensa, o mi editor que piensa y no es. Y si lo ponemos al revés, tampoco es cierto. No existo porque pienso ni pienso porque existo. Pensar es cierto, existir es un mito. Yo no existo, sobrevivo, vivir —lo que se dice vivir— sólo los que no piensan. Los que se ponen a pensar no viven. La injusticia es demasiado evidente. Bastaría pensar para suicidarse. No; don Descartes: vivo, luego no pienso, si pensara no viviría. Hasta se podría hacer un bonito soneto: Pienso luego no vivo, si viviera, no pensara, señor…, etc., etc. Si para vivir se necesitara pensar, estábamos lucidos. Pero, en fin, si ustedes están convencidos de que así es, soy inocente, totalmente inocente ya que no pienso ni quiero pensar. Luego si no pienso no soy y si no soy ¿cómo voy a ser responsable de esa muerte?

"CRÍMENES EJEMPLARES" (I) - MAX AUB



Estos son algunos de los "crímenes ejemplares" que Max Aub incluye en su obra, editada por Editorial Calambur:

Se mondaba los dientes como si no supiese hacer otra cosa. Dejaba el palillo al lado del plato para, tan pronto como dejaba de masticar, volver al hurgo. Horas y horas, de arriba abajo, de abajo arriba, de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de adelante para atrás, de atrás para adelante. Levantándose el labio superior, leporinándose, enseñando sus incisivos —uno tras otro— amarillentos; bajándose el inferior hasta la encía carcomida: hasta que le sangró; un poco nada más. Le transformé la biznaga en bayoneta, clavándosela hasta los nudillos.
Se atragantó hasta el juicio final. No temo verle entonces la cara. Lo gorrino quita lo valiente.

¿Ustedes no han tenido nunca ganas de asesinar a un vendedor de lotería, cuando se ponen pesados, pegajosos, suplicantes? Yo lo hice en nombre de todos.

Lo maté porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso, de cosas que me tenían completamente sin cuidado. La verdad, aunque me hubiesen importado. Antes, miré mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta.

Salimos a cazar patos silvestres. Me agazapé en el tollo. ¿Qué me empujó a apuntar a aquel hombre rechonchito y ridículo, con sombrero tirolés, con pluma y todo?

Le pedí el Excelsior y me trajo El Popular. Le pedí Delicados y me trajo Chesterfield. Le pedí cerveza clara y me la trajo negra. La sangre y la cerveza, revueltas, por el suelo, no son una buena combinación.

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Me sacó siete veces seguidas a bailar. Y no valían argucias: mis padres no me quitaban ojo. El imbécil no tenía la menor idea de lo que era el compás. Y le sudaban las manos. Y yo tenía un alfiler, largo, largo.

Resbalé, caí. La corteza de una naranja tuvo la culpa. Había gente, y todos se rieron. Sobre todo aquella del puesto, que me gustaba. La piedra le dio en el meritito entrecejo: siempre tuve buena puntería. Cayó espatarrada, enseñando su flor.

Lo maté por idiota, por mal pensado, por tonto, por cerrado, por necio, por mentecato, por hipócrita, por guaje, por memo, por farsante, por jesuita, a escoger. Una cosa es verdad: no dos.

Matar, matar sin compasión para seguir adelante, para allanar el camino, para no cansarse. Un cadáver aunque esté blando es un buen escalón para sentirse más alto. Alza. Matar, acabar con lo que molesta para que sea otra cosa, para que pase más rápido el tiempo. Servicio a prestar hasta que me maten; a lo que tienen perfecto derecho.

De mí no se ríe nadie. Por lo menos ése ya no.

"LA ECUACIÓN DE DRAKE" - JAVIER SERRANO

El radioastrónomo estadounidense Frank Drake
La ecuación de Drake o fórmula de Drake fue ideada por un radioastrónomo estadounidense de nombre cuasipirata, Frank Drake, para intentar estimar la cantidad de civilizaciones existentes en la Vía Láctea susceptibles de poseer emisiones de radio detectables. Drake partía de la idea de que para poder emitir una señal de radio es necesario que previamente exista una cierta capacidad de pensamiento y desarrollo tecnológico, lo que indicaría que estamos ante una civilización "inteligente". En 1974 el radioastrónomo envió un mensaje cifrado, casi una botella con un mensaje dentro, al espacio infinito por si alguien pudiera decodificarlo.

La fórmula de Drake:
N = R × fp × ne × fl × fi × fc × L

Incluye parámetros como el tiempo y otros tan difíciles de cuantificar como el número de estrellas o el número de planetas apropiados para la vida. Quizá por ello, la ecuación de Drake ofrece resultados muy distintos, desde una sola civilización (¿la nuestra?) a diez millones. A la vista del resultado, me pregunto si es muy inteligente intentar calcular el número de civilizaciones que hay en la Vía Láctea, o incluso escribir sobre ello.
Y mientras tanto, Frank Drake sigue esperando, aferrado a su telescopio, ese catalejo descomunal, por si llega una respuesta...

"LA VIDA IMPOSIBLE" (3) - EDUARDO BERTI


Relatos arrancados de las páginas de "La vida imposible" (Emecé Ediciones), del argentino Eduardo Berti.

QUÉ ES LA MUERTE

Hay dos maneras de saber a ciencia cierta qué es la muerte, y ambas en teoría son incompatibles. La primera es cuando muere un padre o una madre, un hermano o un hijo, en fin, alguien que lleva nuestra sangre. La segunda es cuando muere alguien con quien uno hizo varias veces el amor, no un par de encuentros ocasionales, sino alguien de quien, pese a los años -la memoria de los cuerpos es intemporal-, uno conserva el tacto o el olor. ¿Hemos estado dentro de un ser humano que ha muerto? ¿Hemos tenido dentro a alguien que murió?

Quizás el incesto sea el tabú por excelencia porque reúne ambas cosas antedichas: muy insoportables sería saberlo todo, de una sola vez, acerca de la muerte.

EL HIJO

Un hombre de Lituania, que todas las mañana bebía un vaso de su propio esperma, quedó embarazado al cabo de dos años y dio a luz un varón rozagante al que bautizó con su mismo nombre. Pronto el niño resultó ser una copia fiel del padre, a tal punto que las fotos de infancia de uno y otro eran casi intercambiables, excepción hecha, claro está, de ciertas marcas de época como las ropas o los peinados. Con el correr del tiempo -mientras el niño inquiría inútilmente acerca de su madre-. el padre comprendió con desazón que este hijo sería incapaz de asombrarlo. Había soñado con una criatura que lo superase o al menos que lo enfrentase a novedosas inquietudes. Por el contrario, este hijo le devolvía una imagen tan igual (sus debilidades, sus virtudes, sus complejos, sus manías eran las suyas) que un día lo proclamó "el ser más predecible de este planeta" y se puso él mismo a sorprenderse, a hacer cosas risibles y estrafalarias, que hasta sus más cercanos allegados juzgaron inopinadas. Interrogado al respecto, el lituano respondía: "Tranquilos, no es nada serio. Tan sólo me he vuelto hijo".

UNA ESCUELA PERPETUA

-Y ni les cuento lo que vi hace algún tiempo en Pernambuco -dijo el hombre de anteojitos redondos que hasta entonces había guardado silencio-. Existe ahí una escuela con alumnos perpetuos. Algunos tipos tienen cincuenta, sesenta, incluso ochenta años y todavía no han dejado de estudiar porque los maestros, insensibles y exigentes, no quieren expedirles el diploma ni aprobarles los exámenes. Hay, por lo tanto, primer grado, segundo, tercero, cuarto y quinto... pero también vigésimo o trigésimo... Yo lo he visto: tipos que concurren a la escuela con sus hijos y otros, les juro, que siguen a pesar de que sus hijos ya egresaron. Los que se eternizan en las aulas acrecientan el rigor de los maestros. De esta forma, la escuela se convierte en una especie de trampa sin salida: cuanto más alto el grado, más cansados los alumnos y más impiadosos los docentes. Los que ahí mandan sostienen que "una escuela de prestigio no debe arrojar a la calle, así nomás, alumnos no del todo preparados". Yo digo que los maestros se equivocan. Tan exagerada es su postura que la escuela perpetua es más cruel y más implacable que el mundo.


"LA VIDA IMPOSIBLE" (2) - EDUARDO BERTI

Textos extraídos del libro de Eduardo Berti "La vida imposible" (Emecé Editores)

PATERNIDAD

Todo hombre quiere volver a parir a sus padres. Del intento fallido nacen hijos.

LA VIDA IMPOSIBLE

Dos niños de trece años, compañeros de escuela en la ciudad de Reykjavik, intercambiaron familias previo acuerdo, ya que cada cual prefería la del otro. Los padres han declarado a la prensa que este canje les resulta inaceptable. En todo caso, el problema es que los hijos, obcecados, amenazan con "hacerles la vida imposible" si no acceden a su pedido.

EL HOMBRE IGUAL

Los hombres iguales deambulan en busca de aquellos hombres a quienes deben su parecido. Cuando por fin un hombre igual encuentra a su modelo, se convierte de inmediato en el doble de otro hombre. A partir de allí, ese hombre pasa a ser su nuevo objeto de búsqueda. Algunos hombres iguales mueren a los cien años -es su edad límite- sin haber hallado a su original. Unos pocos existen que han llegado a ser en vida hasta veinte hombres iguales distintos. No se conocen casos de hombres iguales iguales a otros hombres iguales.

EDUARDO BERTI

Por más ocupado que esté, cada vez que llego a una ciudad que no es la mía busco en la guía telefónica para ver si existe alguien llamado igual que yo e intento, de ser así, fijar un encuentro. Sólo tres veces pude cumplir este plan hasta el final. Recuerdo especialmente a un homónimo italiano. Nos comprometimos que, de tener cada cual un hijo, le pondríamos desde luego el mismo nombre; y enseguida imaginamos a estos hijos, reunidos en un futuro en aquel café de Bologna, juramentándose la misma cosa.

"LA VIDA IMPOSIBLE" (1) - EDUARDO BERTI


Relatos incluidos en el libro de Eduardo Berti "La vida imposible" (Editorial Emecé)

TIRO EN LA NUCA

La silenciosa práctica del tiro en la nuca tiene, por supuesto, leyes rigurosas. Su territorio son los autobuses ciudadanos. El matador debe escoger un hombre para nunca moverse del asiento a sus espaldas. Sólo una cadena de casualidades hace posible la así llamada “situación de disparo”, que ocurre cuando el matador queda sentado tras el último viajante. Los choferes son cómplices, fingen que nada ven, pero en el fondo alimentan el olfato de los matadores que adivinan quién será el último que querrá descender. Raramente se oye el disparo: son demasiadas las casualidades requeridas. Por eso es que bajamos tantos vivos del transporte público.

UNA CRIATURA DEL PASADO

El bisabuelo de mi amiga T., al cumplir los noventa y cinco años, empezó a hablar en pretérito. Decía “fui al baño”, se incorporaba e iba. Decía “me fui a dormir”, se incorporaba e iba derecho a la cama. El anciano, afirma mi amiga, había cobrado entera conciencia de que no era sino “una criatura perteneciente al pasado”.

POR APROXIMACIÓN

Antes de cruzarme con algún conocido al que no he visto por años, los días previos empiezo a encontrarlo por aproximación. Esto significa que dos días antes me cruzo por azar con un extraño que me recuerda vagamente a este conocido, y horas más tarde, o un día después, vuelvo a cruzarme con otro extraño todavía más parecido a este amigo que anuncia así su reaparición.En ocasiones la aproximación es breve: una o dos caras similares y por fin el sujeto original. Pero en otras oportunidades la cadena se prolonga a tal punto que los eslabones finales, me refiero a los últimos transeúntes desconocidos, en la práctica resultan casi idénticos a aquel querido amigo. Varias veces he llegado a saludarme con uno de estos sosias. Otras he inferido que en verdad se trata de quien pienso, sólo que ya me ha olvidado o finge no reconocerme.

MATERNIDAD

Hace poco más de un año que las mujeres de cierta aldea rusa dan indefectiblemente a luz animales mamíferos en vez de niños. Superada la sorpresa, resignados a esta realidad todos los pobladores, a la pregunta “qué ha sido ¿una niña o un varón? sobrevino otra que apunta a averiguar la clase de animal que ha sido alumbrado, si perro o tigre, si gato o chimpancé. Las mujeres más envidiadas del pueblo son aquellas que paren algún animal doméstico, ya que sólo ellas -se estima- podrán desplegar sin mayores peligros todo su instinto materno.

FRAGMENTOS DE "ASÍ SE FUNDÓ CARNABY STREET" (2) - LEOPOLDO MARÍA PANERO


EL RAPTO DE LINDBERG


Al amanecer los niños montaron en sus triciclos, y nunca regresaron.

EL RETORNO DEL HIJO PRÓDIGO

¿No ha mirado Vd. nunca dentro del teléfono? Él sí lo hizo, y se dio cuenta de que al otro lado estaban las dos latas atadas por un hilo en Juegos y Pasatiempos del Tesoro de la Juventud. Sí, las latas y el hilo de cobre, se introdujo en el auricular como en un portal oscuro, llegó a su casa, algo tarde para merendar.

UN ÁNGEL PASÓ POR BROOKLIN

A los dos días fue detenido, y llevado a disposición del juez. Se trataba de un traficante de marihuana.


"EL PROSISTA IRREPROCHABLE" - FABIÁN VIQUE


Nunca puso un adjetivo de más. No cayó en el psicologismo ni en el panfleto. No cultivó la literatura pasatista pero tampoco militó en el experimentalismo. No fue solemne ni cursi ni pretencioso ni meramente sarcástico. Jamás escribió una línea.

"LA CHICA DE LA FOTOCOPIADORA" - FABIÁN VIQUE


La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.
La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.
La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.
La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.
La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.
La chica de la fotocopiadora va perdiendo el alma a medida que fotocopia.

(Fabián Vique, Variaciones sobre el sueño de Chuang Tzu, 2009 )

"EL VELERO EN LA BOTELLA" - Javier Serrano Sánchez


Siempre me he preguntado cómo se hace para meter un velero dentro de una botella. "No se mete desde fuera sino que se construye en el interior de la propia botella", me respondió el capitán. Luego ordenó largar amarras.

"MÁS ALLÁ DE LA MEDIDA" - Varios autores


Editorial Gens (en su colección Guermantes) acaba de publicar una antología con los mejores microrrelatos de los 3.682 (procedentes de más de 40 países) presentados al I Premio Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra Fundación César Egido Serrano. Entre ellos está la obra ganadora (premiada con la nada desdeñable cantidad de 7.000 euros), las nueve finalistas y otras microficciones seleccionadas.

El microrrelato ganador es el siguiente:

"HACE DÍAS QUE LLUEVE". Por MARÍA SOLEDAD URANGA (ARGENTINA)

Hace días que llueve a cántaros. Y la gata se comió el último grillo que nos mantenía despiertos.

* * *

El libro también se puede descargar en la Red, gratis, en el siguiente enlace:


http://www.fundacioncesaregidoserrano.com/archivos/Premio%20Microrrelatos%20MdP%20web.pdf

P.D.: El II Premio ya está convocado...

"DOMICILIOS, 15" - Francisco Ferrer Lerín


DOMICILIOS, 15

Estas son “las dos casitas contiguas repletas de historias y orientadas de espalda al sol” de las que habla con pasión Milton Rosas en sus artículos dominicales. En una de ellas viviría la Sra. Loverdos (con mayor probabilidad en la primera, en la de fachada más clara) y sería a través de las persianas americanas ligeramente subidas, que condenan esos balcones bajos enrejados, por donde se verían ir y venir los inquietos cachorros de fox terrier cuando aún disponían de alimento gracias al cadáver de la anciana resbalada en la ducha al pisar el jabón de tocador, procedente del hotel Gran Vía de Barcelona, regalado por su sobrino Fran que en aquella época viajaba mucho.

"DOMICILIOS, 14" - Francisco Ferrer Lerín

DOMICILIOS, 14

Al morir el padre decidieron derribar la vieja casa y construir una nueva en el solar resultante. Para los tres hijos. Con una distribución vertical para que todos tuvieran que subir el mismo número de escalones. Sobre la puerta de entrada se instaló el primogénito, en el centro el mediano, y el tercer cuerpo lo ocupó el menor, que era ciego.

"DOMICILIOS, 16" - Francisco Ferrer Lerín

DOMICILIOS, 16

Compró las dos casas. Desahució al ocupante del local. Unió las viviendas por dentro. Y comenzó a excavar. En el patio interior que previamente hizo cubrir. Un terreno arenoso entre las rocas sobre las que descansan los cimientos del edificio. La primera palada el 30 de marzo de 2003. Al principio sacaba el producto de la excavación en bolsas de plástico. Y las vaciaba en el contenedor de la basura. Luego en una carretilla. Que volcaba en el remolque de su todo terreno. Y al vertedero municipal. Al sector que admite escombros.

Transcurridos siete años reviste ahora el gran boquete. Un boquete que adquiere forma de vivienda. De tres pisos de profundidad. Aluminio. Fibra. Y algo de madera. La temperatura constante. La renovación de aire resuelta. Sólo pendiente el espinoso asunto de los desagües. Pero hallará el método. Pablo es feliz. Su casa subterránea. De acceso secreto. Que sólo él conoce. Su casa tumba.


"EL LIBRO DE LOS ABRAZOS" - Eduardo Galeano


LA REALIDAD ES UNA LOCA DE REMATE

Dígame una cosa. Dígame si el marxismo prohíbe comer vidrio. Quiero saber.
Fue a mediados de 1970, en el oriente de Cuba. El hombre estaba ahí, plantado en la puerta, esperando. Me disculpé. Le dije que poco entendía yo de marxismo, algo nomás, alguito, y que mejor consultaba a un especialista en La Habana.
- Ya me llevaron a La Habana -me dijo-. Allá me vieron los médicos. Y me vio el comandante. Fidel me preguntó: “Oye, ¿y lo tuyo no será ignorancia?”
Por comer vidrio, le habían quitado el carnet de la Juventud Comunista:
- Aquí, en Baracoa, me hicieron el proceso.
Trígimo Suárez era miliciano ejemplar, machetero de avanzada y obrero de vanguardia, de ésos que trabajan veinte horas y cobran ocho, siempre primero en acudir a voltear caña o tirar tiros, pero tenía pasión por el vidrio:
- No es vicio -me explicó-. Es necesidad.
Cuando Trígimo era movilizado por cosecha o guerra, la madre le llenaba la mochila de comida: le ponía algunas botellas vacías, para el almuerzo y la cena, y para los postres, tubos de luz en desuso. También le ponía unas cuántas lámparas quemadas, para las meriendas.
Trígimo me llevó a la casa, en el reparto Camilo Cienfuegos, de Baracoa. Mientras charlábamos, yo bebía café y él comía lámparas. Después de acabar con el vidrio, chupaba, goloso, los filamentos.
- El vidrio me llama. Yo amo al vidrio como amo a la revolución.
Trígimo afirmaba que no había ninguna sombra en su pasado. Él nunca había comido vidrio ajeno, salvo una vez, una sola vez, cuando estando muy loco de hambre le había devorado los anteojos a un compañero de trabajo.

CRÓNICA DE LA CIUDAD DE LA HABANA

Los padres habían huido al norte. En aquel tiempo, la revolución y él estaban recién nacidos. Un cuarto de siglo después, Nelson Valdés viajó de Los Angeles a La Habana, para conocer su país.
Cada mediodía, Nelson tomaba el ómnibus, la guagua 68, en la puerta del hotel, y se iba a leer libros sobre Cuba. Leyendo pasaba las tardes en la biblioteca José Martí, hasta que caía la noche.
Aquel mediodía, la guagua 68 pegó un frenazo en una bocacalle. Hubo gritos de protesta, por el tremendo sacudón, hasta que los pasajeros vieron el motivo del frenazo: una mujer muy rumbosa, que había cruzado la calle.
- Me disculpan, caballeros - dijo el conductor de la guagua 68, y se bajó. Entonces todos los pasajeros aplaudieron y le desearon buena suerte.
El conductor caminó balanceándose, sin apuro, y los pasajeros lo vieron acercarse a la muy salsosa, que estaba en la esquina, recostada a la pared, lamiendo un helado. Desde la guagua 68, los pasajeros seguían el ir y venir de aquella lengüita que besaba el helado mientras el conductor hablaba y hablaba sin respuesta, hasta quede pronto ella se rió, y le regaló una mirada. El conductor alzó el pulgar y todos los pasajeros le dedicaron una cerrada ovación.
Pero cuando el conductor entró en la heladería, produjo cierta inquietud general. Y cuando al rato salió conun helado en cada mano, cundió el pánico en las masas.
Le tocaron la bocina. Alguien se afirmó en la bocinacon alma y vida, y sonó la bocina como alarma de roboso sirena de incendios; pero el conductor, sordo, como sinada, seguía pegado a la muy sabrosa.
Entonces avanzó, desde los asientos de atrás de laguagua 68, una mujer que parecía una gran bala decañón y tenía cara de mandar. Sin decir palabra, se sentó en el asiento del conductor y puso el motor en marcha. La guagua 68 continuó su recorrido, parando en sus paradas habituales, hasta que la mujer llegó a supropia parada y se bajó. Otro pasajero ocupó su lugar,durante un buen tramo, de parada en parada, y después otro, y otro, y así siguió la guagua 68 hasta el final.
Nelson Valdés fue el último en bajar. Se había olvidado de la biblioteca.

TEOLOGÍA /1

El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo: y yo prometía y creía.
Han pasado los años. Yo ya no temo ni creo. Y en todo caso, pienso, si merezco ser asado a la parrilla, a eterno fuego lento, que así sea. Así me salvaré del purgatorio, que estará lleno de horribles turistas de clase media; y al fin y al cabo se hará justicia.
Sinceramente: merecer, merezco. Nunca he matado anadie, es verdad, pero ha sido por falta de coraje o de tiempo, y no por falta de ganas. No voy a misa los domingos, ni en fiestas de guardar. He codiciado a casi todas las mujeres de mis prójimos, salvo a las feas, y por tanto he violado, al menos en intención, la propiedad privada que Dios en persona sacralizó en las tablas de Moisés: No codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni a su toro, ni a su asno? Y por si fuera poco, con premeditación y alevosía he cometido el acto del amor sin el noble propósito de reproducir la mano de obra. Yo bien sé que el pecado carnal está mal visto en el alto cielo; pero sospecho que Dios condena lo que ignora.

LOS NADIES

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

EL HAMBRE /2

Un sistema de desvínculo: El buey solo bien se lame.
El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos.

LA BUROCRACIA /1

En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda.
Noueched era manco.
Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo.
Después, él. El brazo cayó en Montevideo. Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dése preso! y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un ańo y medio después, en Paysandú.
En la cárcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido:
- Haga una solicitud -le dijeron.
Él explicó que no tenía lápiz:
- Haga una solicitud de lápiz - le dijeron.
Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:
- Haga una solicitud de papel - le dijeron.
Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo.
Al tiempo, le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil.

LA BUROCRACIA /3

Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados la obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se hacía, y siempre se había hecho, por algo sería.
Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un ańos, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre la pintura fresca.

"LA COLA" - Guillermo Samperio

Esa noche de estreno, fuera del cine, a partir de la taquilla la gente ha ido formando una fila desordenada que desciende las escalinatas y se alarga sobre la acera, junto a la pared, pasa frente al puesto de dulces y el de revistas y periódicos extensa culebra de mil cabezas, víbora ondulante de colores diversos vestida de suéteres y chamarras, nauyaca inquieta que se contorsiona a lo largo de la calle y da vuelta en la esquina, boa enorme que mueve su cuerpo ansioso azotando la banqueta, invadiendo la calle, enrollada a los automóviles, interrumpiendo el tráfico, trepando por el muro, sobre las cornisas, adelgazándose en el aire, su cola de cascabel introduciéndose por una ventana del segundo piso, a espaldas de una mujer linda que toma un café melancólico ante una mesa redonda, mujer que escucha solitaria el rumor del gentío en la calle y percibe un fino cascabeleo que rompe de pronto su aire de pesadumbre, lo abrillanta y le ayuda a cobrar una débil luz de alegría, recuerda entonces aquellos días de felicidad y amor, de sensualidad nocturna y manos sobre su cuerpo firme y bien formado, abre paulatinamente las piernas, se acaricia el pubis que ya está humedo, se quita lentamente las pantimedias, la pantaleta, y permite que la punta de la cola, enredada a una pata de la silla y erecta bajo la mesa, la posea.

"ERRATA" - Max Aub


ERRATA.
Donde dice:
La maté porque era mía.
Debe decir:
La maté porque no era mía.