Jardines efímeros sigue la estela que dejó el norteamericano Joe Brainard con su original
y aparentemente simple obra titulada I remember, editada en 1970, y
continuada después por el francés Georges Perec en su libro Je me souviens
(1978). «Siento que realmente no estoy escribiéndolo, sino que más bien soy yo
el que está siendo escrito. Siento también que trata sobre todos los demás
tanto como sobre mí mismo, y eso me agrada», escribía el de Arkansas.
Jardines efímeros es un cajón de sastre de reminiscencias individuales y a menudo
colectivas, generacionales a veces (de esa generación que nació a finales de
los 60), un collage de fogonazos que comienzan con el evocador «… me
acuerdo…», una miscelánea de recuerdos que remiten a distintas épocas y
lugares, recuerdos a veces tristes, incluso trágicos, y otras divertidos; una
mixtura de personas y personajes, de fragmentos de películas y de libros, de
lugares físicos y lugares comunes, de olores y sabores, de programas de
televisión y de radio… que afloran, que regresan al presente, revelados sin
ningún orden ni lógica por el azar o la asociación de ideas, o que,
parafraseando a Perec, por un milagro son arrancados de su insignificancia y
reencontrados por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y
pequeña nostalgia.
Jardines efímeros o la
persistencia de un estímulo a través del tiempo, más allá de su presencia
física; un viaje al pasado, un ir y venir por aquellos jardines efímeros por
los que nunca más se ha de transitar y que sin embargo siempre permanecerán
ahí.