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«VORTEX» (2021) - GASPAR NOE

 ... Vortex, la última película de Gaspar Noe, guarda por su temática un cierto parecido con la también notable Amour de Michael Haneke. En Vortex asistimos a la decadencia de una pareja de ancianos, encerrada en una casa repleta de objetos y de recuerdos, desordenada, sucia y claustrofóbica, donde la demencia senil de ella, la madre (interpretada por Françoise Lebrun) condiciona su existencia, atrapada y atormentada en su laberinto mental, y la de él, marido y padre (interpretado por Dario Argento), que no sabe muy bien cómo afrontar la situación y escapar de ese vórtice de locura que lo arrastra, y que se aferra a su actividad intelectual y al libro que está escribiendo sobre el cine y los sueños para poner algo de cordura en su vida. La pantalla aparece partida en dos, pero no es una decisión gratuita o esteticista del director: aunque los protagonistas están en el mismo lugar y en el mismo momento, sus percepciones de la realidad son completamente distintas, la «película» de su vida en común hace tiempo que se convirtió en «dos películas», complementarias pero diferentes, así que tiene sentido que dos cámaras sigan a ambos personajes. Hay un tercer personaje, el hijo (interpretado por Alex Lutz), que los visita de vez en cuando pero que se ve incapaz de hacer otra cosa que no sea tender puentes temporales entre sus padres y ya de paso pedirle algo de dinero al padre.
Vortex es también un homenaje al cine. La casa está llena de pósteres de cine, de libros de cine, de películas de vídeo... Es el cine como fábrica de sueños. «Una película es un sueño dentro de un sueño» dice Dario Argento, el anciano, en un momento dado. Cine, sueño, realidad... todo se entremezcla. El cine como tabla de salvación en medio de un océano hostil y terrible, como posibilidad última de escapar a la horrible realidad que circunda a la pareja protagonista. En momentos cruciales de la película, Gaspar Noe, el director, se apoya en secuencias extraídas de otras películas para mostrar estados de ánimo de sus personajes, como en esa secuencia hermosa en que el anciano está tendido en el suelo, sufriendo un ataque al corazón, y en la televisión estamos viendo el océano misterioso que aparecía en Solaris, de Andrei Tarkovski, mientras en la otra mitad de la pantalla grande vemos a su esposa durmiendo plácidamente...

«AMOUR» - MICHAEL HANEKE

Publicado por Javier Serrano en www.larepublicacultural.es


Título original: Amour (Love), 2012
Dirección y guión: Michael Haneke
Intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, William Shimell, Ramón Agirre, Rita Blanco, Alexandre Tharaud, Laurent Capelluto, Carole Franck, Dinara Droukarova
Fotografía: Darius Khondji
Música: Franz Schubert, Ludwig Van Beethoven, Johann Sebastian Bach
Duración: 127’
País: Austria
Productora: Coproducción Francia-Alemania-Austria; Les Films du Losange / X-Filme Creative Pool / Wega Film / France 3 cinéma / ARD degeto / Bayerischer Rundfunk / Westdeutscher Rundfunk / Canal + / France télévisions



La multipremiada última película de Michael Haneke es, en apariencia, sencilla: en París, una pareja de ancianos de clase media-alta, George y Anne (Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva), ambos pianistas retirados, vive sus últimos años bajo el peso de la confortable rutina propia de su edad: comen, duermen, hacen la compra, van a conciertos… (estas acciones ocuparán una parte importante de la cinta), siempre juntos, tratando de prolongar en lo cotidiano de estas actividades lo que queda del amor que les une. Mientras tanto, la vela sigue quemándose, en su avance inexorable hacia la nada. Cierto día, un pequeño incidente pone en evidencia, para ambos, eso que siempre habían intentado postergar: el principio del fin; es la primera señal del mal creciendo en el interior de ella.
Tras el paso de Anne por un hospital, la vida de la pareja cambia de un día para otro: ahora hay una persona que no puede valerse por sí misma y otra persona, su marido, que hará todo lo posible para cuidarla. Anne le hace prometer que jamás volverá a llevarla a un hospital.
La incapacidad física de la anciana continúa su avance sutil pero inexorable, terminando por recluir a ambos en su propia casa, cargada de recuerdos por todas partes y convertida ahora en cárcel. Es hora de tirar de las palabras amables, de los álbumes de fotos, de los recuerdos de una vida que, son conscientes ahora más que nunca, comienza a desdibujarse. Siguen comiendo, durmiendo juntos, tratando cada uno de autoconvencerse (y de convencer al otro) de que todo sigue igual, intentando obviar que han perdido el interés por la vida y hasta la noción del tiempo.
Los contactos con el exterior se van reduciendo a lo estrictamente imprescindible, incluidas las visitas de su propia hija (Isabelle Huppert), incapaz de contemplar el deterioro progresivo de su madre. La hija rememora cuando era cría y escuchaba el ruido que hacían sus padres al hacer el amor: eso le tranquilizaba, le hacía saber que todo estaba bien; le confiesa al padre y luego le sugiere internar a su madre en una residencia. George se opone, está decidido a aguantar hasta el final y de la manera más digna posible.
Dignidad. Quizá sea este el tema principal de Amour, incluso por encima de la enfermedad y de la muerte. ¿Cuánto se ha de prolongar la vida de un enfermo para que consideremos que ya no vale la pena alargarla más? ¿Acaso existe la posibilidad de que una muerte sea digna?
La química y la complicidad que hay entre esa pareja de octogenarios decadentes compuesta por Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, ambos con una interpretación magistral, hace que el drama resulte perfectamente creíble, sin necesidad de alharacas ni de trampas en el guión: lo que nos muestra Haneke en esos interminables planos fijos no es otra cosa que la vida en su camino hacia la muerte.
Las películas del director austriaco no ofrecen respuestas, se limitan a plantear (de una manera deliberadamente fría, clínica) situaciones, conflictos que podrían ocurrirnos (si no lo han hecho ya) a cada uno de nosotros. En el caso de Amour el dilema se dibuja ante la cercanía de la muerte. Es el espectador el que al entrar en el juego de Haneke y de sus personajes hace suyo el problema, se ve salpicado por el drama y no le queda más remedio que implicarse, tratando de buscar sus propias respuestas. Tal vez esa sea la razón por la que el cine de Haneke resulta perturbador (algo parecido a lo que ocurre con las películas de Lars Von Trier, otro de los próceres del cine europeo actual): uno no pueda quedarse al margen. Poco que ver con el cine convencional y su tendencia más bien escapista, «la labor del arte es enfrentarnos a cosas que la industria del entretenimiento a menudo mantiene ocultas», en palabras del director austriaco.
Amour ha recibido la Palma de Oro en Cannes y los Premios de la Academia de Cine Europea a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Actriz; competirá por el Óscar a la Mejor Película Extranjera.