Fragmento extraído de la página 121 del libro "Sueños de ácido" de Martin A. Lee y Bruce Shlain, Editorial Castellarte.
A las investigaciones de Timothy Leary con la psilocibina en la universidad de Harvard se unen Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Ginsberg es partidario de hacerla llegar a todo el mundo, y es así como se la hace probar a Thelonious Monk, Dizzie Gillespie, Neal Cassady, Jack Kerouac, Robert Lowell, Arthur Koestler...
"No obstante, la reprimenda más severa al optimismo desaforado del grupo de Harvard todavía estaba por llegar. Leary esperaba con impaciencia que William Burroughs probara las pastillas de psilocibina. El autor de El almuerzo desnudo era algo así como el mentor de la generación beat. El verano de 1961, Leary viajó a Tánger, donde vivía Burroughs en aquellos momentos. Trabajaba en una nueva novela, La máquina blanda, fumaba cantidades considerables de kif marroquí y realizaba experimentos con un proyector fabricado por su amigo Byron Gysin que producía alucinaciones similares a las de la mescalina o del LSD. Los poetas Alan Ansen y Gregory Corso estuvieron presentes en las sesiones junto con Leary y Ginsberg. Las cosas comenzaron bien pues mientras paseaban bajo la hermosa luz de la luna después de tomar una buena dosis de psilocibina decidieron irse a nadar. Pero el panorama cambió con rapidez cuando se hizo patente que a Burroughs no le gustaba la sustancia. "No good, no bueno", repetía moviendo la cabeza. Se apartó de los demás y esperó la bajada en soledad.
Burroughs nunca tomó drogas con la única finalidad de pasarlo bien. A pesar del desengaño que tuvo con la psilocibina, accedió a participar en futuros experimentos sobre alteración de la conciencia que iban a tener lugar en Cambridge. Había decidido efectuar trabajos sobre privación sensorial, en tanques de inmersión, con estroboscopios, con mecanismos para medir las ondas cerebrales y con todas las maravillas tecnológicas que pudiera poner a su alcance una universidad de prestigio. Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando llegó a Harvard. Se encontró con un continuo de fiestas cuyos asistentes eran una pandilla de intelectuales de ojos chispeantes que repetían eslóganes desafortunados sobre la hermandad del amor. Leary seguía considerando que la psilocibina era la droga de la iluminación, la panacea para una sociedad enferma. A Burroughs semejante enfoque le parecía demasiado simplón. Aunque aceptaba que las sustancias alucinógenas fueran capaces de abrir las puertas de la percepción, reconocía que solamente la búsqueda deliberada de nuevos hábitos de conciencia era capaz de proporcionar visiones de significado permanente. "Conviene recordar que todo aquello que se puede obtener mediante la química también puede lograrse de otros modos", insistía. "No hacen falta drogas para entonarse, pero resultan útiles para acortar camino durante ciertos estadios del aprendizaje". Burroughs ya había experimentado con drogas con finalidades de autoconocimiento e intentaba seguir adelante. Después de una corta estancia en Cambridge, abandonó el clan psiquedélico.
Burroguhs era muy consciente de la faceta siniestra de la política americana y algunas de sus predicciones sobre el futuro de la revolución psiquedélica resultaron muy acertadas. Aunque era un entusiasta de los alucinógenos, sospechaba que ciertas fuerzas siniestras también se interesaban por esas sustancias y que Leary y sus adláteres les hacían el juego. Temía que las sustancias psiquedélicas acabaran usándose como armas de control en lugar de elementos liberadores de las masas. Había comprendido que aquel que busca la iluminación se halla muy vulnerable a la manipulación interior y lanzó una seria advertencia al respecto en los pasajes iniciales de Nova Express, publicada en 1964.
Aún sabiendo que corro el riesgo de convertirme en el personaje de ficción más impopular de todas las épocas (y la historia es ficción) debo declarar lo siguiente:
Recompón el estado de la situación. Cuestiona inexorablemente a quien la ha originado. ¿Quién ha monopolizado la Inmortalidad? ¿Quién ha inmortalizado la Conciencia Cósmica? ¿Quién ha monopolizado el Amor el Sexo, los Sueños? ¿Quién ha monopolizado el tiempo, la Vida, la Fortuna? ¿Quién se ha llevado lo que era tuyo? Escucha: su Jardín de las Delicias es una gran cloaca. Su Inmortalidad, su Conciencia Cósmica y su Amor son mierda mediocre de segunda categoría... Permanece apartado del Jardín de las Delicias... Rechaza el fraude de la Inmortalidad... Tira por el desagüe sus drogas violentas... Están monopolizando y envenenando las sustancias alucinógenas: Aprende a hacerlo sin productos químicos."
A las investigaciones de Timothy Leary con la psilocibina en la universidad de Harvard se unen Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Ginsberg es partidario de hacerla llegar a todo el mundo, y es así como se la hace probar a Thelonious Monk, Dizzie Gillespie, Neal Cassady, Jack Kerouac, Robert Lowell, Arthur Koestler...
"No obstante, la reprimenda más severa al optimismo desaforado del grupo de Harvard todavía estaba por llegar. Leary esperaba con impaciencia que William Burroughs probara las pastillas de psilocibina. El autor de El almuerzo desnudo era algo así como el mentor de la generación beat. El verano de 1961, Leary viajó a Tánger, donde vivía Burroughs en aquellos momentos. Trabajaba en una nueva novela, La máquina blanda, fumaba cantidades considerables de kif marroquí y realizaba experimentos con un proyector fabricado por su amigo Byron Gysin que producía alucinaciones similares a las de la mescalina o del LSD. Los poetas Alan Ansen y Gregory Corso estuvieron presentes en las sesiones junto con Leary y Ginsberg. Las cosas comenzaron bien pues mientras paseaban bajo la hermosa luz de la luna después de tomar una buena dosis de psilocibina decidieron irse a nadar. Pero el panorama cambió con rapidez cuando se hizo patente que a Burroughs no le gustaba la sustancia. "No good, no bueno", repetía moviendo la cabeza. Se apartó de los demás y esperó la bajada en soledad.
Burroughs nunca tomó drogas con la única finalidad de pasarlo bien. A pesar del desengaño que tuvo con la psilocibina, accedió a participar en futuros experimentos sobre alteración de la conciencia que iban a tener lugar en Cambridge. Había decidido efectuar trabajos sobre privación sensorial, en tanques de inmersión, con estroboscopios, con mecanismos para medir las ondas cerebrales y con todas las maravillas tecnológicas que pudiera poner a su alcance una universidad de prestigio. Pero sus esperanzas se desvanecieron cuando llegó a Harvard. Se encontró con un continuo de fiestas cuyos asistentes eran una pandilla de intelectuales de ojos chispeantes que repetían eslóganes desafortunados sobre la hermandad del amor. Leary seguía considerando que la psilocibina era la droga de la iluminación, la panacea para una sociedad enferma. A Burroughs semejante enfoque le parecía demasiado simplón. Aunque aceptaba que las sustancias alucinógenas fueran capaces de abrir las puertas de la percepción, reconocía que solamente la búsqueda deliberada de nuevos hábitos de conciencia era capaz de proporcionar visiones de significado permanente. "Conviene recordar que todo aquello que se puede obtener mediante la química también puede lograrse de otros modos", insistía. "No hacen falta drogas para entonarse, pero resultan útiles para acortar camino durante ciertos estadios del aprendizaje". Burroughs ya había experimentado con drogas con finalidades de autoconocimiento e intentaba seguir adelante. Después de una corta estancia en Cambridge, abandonó el clan psiquedélico.
Burroguhs era muy consciente de la faceta siniestra de la política americana y algunas de sus predicciones sobre el futuro de la revolución psiquedélica resultaron muy acertadas. Aunque era un entusiasta de los alucinógenos, sospechaba que ciertas fuerzas siniestras también se interesaban por esas sustancias y que Leary y sus adláteres les hacían el juego. Temía que las sustancias psiquedélicas acabaran usándose como armas de control en lugar de elementos liberadores de las masas. Había comprendido que aquel que busca la iluminación se halla muy vulnerable a la manipulación interior y lanzó una seria advertencia al respecto en los pasajes iniciales de Nova Express, publicada en 1964.
Aún sabiendo que corro el riesgo de convertirme en el personaje de ficción más impopular de todas las épocas (y la historia es ficción) debo declarar lo siguiente:
Recompón el estado de la situación. Cuestiona inexorablemente a quien la ha originado. ¿Quién ha monopolizado la Inmortalidad? ¿Quién ha inmortalizado la Conciencia Cósmica? ¿Quién ha monopolizado el Amor el Sexo, los Sueños? ¿Quién ha monopolizado el tiempo, la Vida, la Fortuna? ¿Quién se ha llevado lo que era tuyo? Escucha: su Jardín de las Delicias es una gran cloaca. Su Inmortalidad, su Conciencia Cósmica y su Amor son mierda mediocre de segunda categoría... Permanece apartado del Jardín de las Delicias... Rechaza el fraude de la Inmortalidad... Tira por el desagüe sus drogas violentas... Están monopolizando y envenenando las sustancias alucinógenas: Aprende a hacerlo sin productos químicos."
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