«PARADIES: LIEBE (PARAÍSO: AMOR)» - ULRICH SEIDL

«Paraíso: Amor» - Ulrich SeidlTítulo original: Paradies: Liebe (Paraíso: Amor)
Año: 2012
Duración: 121 min.
País: Austria
Dirección: Ulrich Seidl
Guión: Ulrich Seidl, Veronika Franz
Fotografía: Edward Lachman, Wolfgang Thaler
Reparto: Margarete Tiesel, Inge Maux, Peter Kazungu, Gabriel Mwarua, Carlos Mkutano
Productora: Coproducción Alemania-Francia-Austria; Société Parisienne de Production / Tatfilm

Amor se abre con una perturbadora secuencia en un parque de atracciones, en la que vemos a un grupo de discapacitados, acompañados por sus cuidadores, subidos en coches de choque dándose golpes unos contra otros, entre excitados y asustados. Teresa (Margarethe Tiesel), una de las cuidadoras, es una mujer austriaca entrada en años, madre de una taciturna adolescente con la que guarda una relación distante. Teresa no tiene pareja y se halla en una edad en la que es difícil encontrar un hombre que la pueda querer. Como ella misma dice, sus carnes se caen y eso no gusta a los hombres, algo que, por cierto, la publicidad y la televisión se encargan de recordarnos todos los días. Decide tomarse unas vacaciones para cambiar de aires, y viaja a Kenya, donde descubre, entre idílicas playas de arenas finas y aguas transparentes, todo un paraíso de africanos jóvenes, poseedores de atléticos cuerpos de ébano, dispuestos a acostarse con ella sin importarles la edad o la apariencia física (Hakuna Matata, no hay problema).
Amor es la primera película de la trilogía Paraíso de Ulrich Seidl (Fe y Esperanza completan la serie). Al igual que en el resto de su filmografía, Ulrich Seidl (al que algunos críticos cinematográficos sitúan dentro de una tendencia oscura y provocadora, por momentos sádica, junto al también austriaco Michael Haneke y el danés Lars von Trier) es muy crítico con el denominado primer mundo. Como es sabido, para que los países desarrollados puedan disfrutar de un alto grado de bienestar es necesario que el tercer mundo viva en un permanente precariado. Una imagen de la película ilustra a la perfección la separación entre esos dos mundos: un plano, casi una foto fija (recurso habitual en Seidl), donde vemos a las turistas blancas tomando el sol en la playa, separadas por una cuerda, vigilada por un guardia, del grupo de africanos ávidos por ofrecerles sus mercancías. La cuerda separa el mundo de los ricos del de los pobres, Occidente de África, los cuerpos carnosos y de piel blanca de los cuerpos magros y oscuros. Si la turista decide abandonar la seguridad del complejo turístico y franquea la cuerda, se verá literalmente acorralada por un enjambre de hombres negros que con su precario conocimiento de otras lenguas y su encanto personal intentarán colocarle todo tipo de objetos o posibilidades de diversión, incluido el sexo. Inicialmente, una sonriente Teresa rechaza cualquier ofrecimiento, pero poco a poco irá dejándose engatusar.
El filme tiene la originalidad de hablarnos del turismo sexual pero desde la perspectiva de la mujer que se acuesta con hombres y paga por ello, un punto de vista menos trillado en el cine. Para ello, no rehuye de la exhibición de los cuerpos y de la carne desnuda, tampoco de los encuentros explícitos. A veces esos pagos son en metálico y por servicio prestado, pero en otras ocasiones esos pagos adoptan maneras más sutiles: ayuda para gastos hospitalarios de un crío ingresado por malaria, dinero para una escuela, invitación a copas o a comer…
El meollo de Amor lo podemos encontrar en una secuencia que transcurre en la playa, donde la protagonista habla con un grupo de turistas austriacas, hedonistas y juerguistas, que acaba de conocer allí, en Kenya. Toman el sol sobre unas tumbonas y hablan sin tapujos sobre amor, sexo, apariencia estética, pertinencia o no de depilarse el vello púbico… A diferencia de sus amigas, Teresa asegura que busca un hombre que le sepa mirar a los ojos, que le escrute el alma; algo que no encuentra en su Austria natal y que tiene más que ver con el amor y la ternura. Como es habitual en el cine de Seidl, una cosa es lo que uno busca y otra muy distinta lo que encuentra, que suele distar bastante del objetivo inicial, y con lo que no nos queda más remedio que contentarnos. De hecho, el cineasta parece bastante escéptico en cuanto a la posibilidad de encontrar amor.
En su primer contacto con un hombre negro, Teresa se muestra reticente a practicar el sexo de una manera fría, deshumanizada y casi animal. Pero habrá más encuentros. A medida que vaya conociendo otros hombres, de esos hombres de la playa simpáticos y amables que la colman de atenciones y que le dicen (en una mezcla de alemán e inglés) que el amor africano no tiene fin, su mirada se tornará más cínica y escéptica, y su búsqueda se irá centrando en algo mucho más prosaico: el sexo como sucedáneo del amor, el placer instantáneo y barato, la diversión inmediata y sin sentido, algo no muy diferente a la secuencia que abre la película, esa en que un grupo de discapacitados se divierten golpeando sus coches unos contra otros.
«Paraíso: Amor» - Ulrich Seidl
Lo que subyace en el fondo de Amor es una crítica al capitalismo y a la capacidad del dinero para comprar voluntades, en este caso para alquilar cuerpos. Ya no es el abuso colonialista del pasado, sino que ahora se llama turismo sexual, algo mucho más civilizado pero que contiene la misma esencia depredadora. Con todo, hay una diferencia que no es baladí: el hombre africano conoce ahora las debilidades del hombre blanco (y de la mujer blanca), es consciente de las posibilidades económicas que tiene su potencia sexual y se dispone a maximizar, tal y como manda el canon capitalista, sus beneficios. Como si tratara de resarcirse de su explotación durante siglos, no dudará en sacarle hasta el último chavo (bajo la amable apariencia de una negociación win-win inserta en una vasta misión humanitaria en la que se intercambia amor por dinero) a la sugarmama europea.
La cinta contiene momentos de humor, muchos de ellos relacionados con las actividades de animación, entre ridículas e infantiles, que acontecen en los resorts turísticos. Memorable resulta la secuencia del cumpleaños de Teresa (constatación inequívoca de que el tiempo pasa, el cuerpo se degrada y la carne se sigue cayendo) en que sus amigas le hacen una fiesta en la habitación del hotel, donde no falta una tarta con velas y el regalo es un striper africano, escuchimizado y no demasiado bien dotado pero dispuesto a todo.

«LIFE IS LIFE» - LAIBACH - VÍDEO NO OFICIAL

... allá por 1985 una banda austriaca llamada Opus sacó un single que fue muy popular: "Live is Life". En 1987 Laibach, una banda eslovena de música industrial, hizo una versión de ese mismo tema. Este podría ser un vídeo de esa versión de Laibach...


«IM KELLER (EN EL SÓTANO)» - ULRICH SEIDL

«Im Keller (En el sótano)» - Ulrich SeidlTítulo original: Im Keller (En el sótano)
Año: 2014
Duración: 81 min.
País: Austria
Dirección: Ulrich Seidl
Guión: Veronika Franz, Ulrich Seidl
Fotografía: Martin Gschlacht
Reparto: Alessa Duchek, Gerald Duchek, Inge Ellinger, Manfred Ellinger, Walter Holzer, Cora Kitty, Alfreda Klebinger, Fritz Lang, Josef Ochs, Peter Vokurek
Productora: Coop99 Filmproduktion / MMK Media / Ulrich Seidl Film Produktion GmbH
Género: Documental

Como su propio nombre indica, Im Keller es un documental que va sobre sótanos, más concretamente sobre sótanos en Austria, tema insustancial donde los haya, al menos a priori. Y sin embargo a poco que uno se tome la molestia de rascar, verá que el tema de los sótanos no es un asunto tan anodino. ¿Recuerdan el caso Fritzl? En 2008 se conoció el caso de Elisabeth Fritzl, encerrada por su padre durante 24 años en un sótano construido bajo la casa familiar, en Amstetten (Austria). Josef Fritzl, al que pronto se empezó a llamar «el monstruo de Amstetten» tuvo con ella siete hijos sin que, en apariencia, su esposa llegara a sospechar nada de los tejemanejes que ocurrían bajo su casa. ¿Y qué decir de Natascha Kampusch, la joven liberada dos años antes, secuestrada cuando tenía 10 años y encerrada por su captor durante ocho años en el sótano de una casa unifamiliar en un suburbio de Viena?
Y es que un sótano, oculto a la mirada indiscreta de los vecinos y de la sociedad en general, da mucho juego. Puede servir para infinidad de cosas, desde guardar todos aquellos enseres de los que uno no quiere desprenderse pero tampoco quiere tener a la vista, hasta ser escenario de prácticas poco habituales, que van desde lo inocuo hasta lo peligroso, que es básicamente en lo que se centra Im Keller.
Hay una secuencia al inicio del documental que ilustra a la perfección su espíritu provocador. Dentro de un terrario hay una enorme serpiente amarilla y frente a ella un diminuto roedor. Junto al terrario hay un hombre que observa, inmóvil, la escena. Ambos animales, víctima y victimario, se observan, la serpiente yace inmóvil, el roedor acorralado en un rincón parece dudar sobre qué hacer, el tiempo se congela, y sin embargo todos sabemos que la suerte está echada.
Bajo tierra existe un submundo perturbador habitado por seres extraños que realizan prácticas secretas que probablemente serían censuradas por los de arriba, por ese otro mundo de maneras cordiales que habita sobre la superficie. El subsuelo es un enorme subconsciente de bajas pasiones dominado durante la mayor parte del día pero al que sus habitantes siempre vuelven de manera indefectible; día tras día encuentran un rato para escaparse y entregarse a su afición, dando rienda suelta a su vicio inconfesable. En la intimidad del subsuelo todo es posible. Prácticas sadomasoquistas, maternidades imposibles y bebés «reborn», un museo con trofeos de caza en forma de cabezas y cuernos (el tema de la caza vuelve a aparecer en su película Safari), una galería de tiro subterránea con hombres armados hablando sobre inmigración, lavanderías industriales, un improvisado local de ensayo para músicos aficionados, un salón de juegos infantiles (minibar incluido), una piscina reducida donde hacer unos largos, un lugar de reunión fraternal para antiguos camaradas donde tomar unos tragos y recordar los viejos tiempos en medio de abundante parafernalia nazi… Como se ve, un enorme y oscuro iceberg, un mundo insospechado de acceso exclusivo para iniciados.
El estilo de Ulrich Seidl (director de la trilogía Paraíso) es reconocible: sitúa su cámara frontalmente, como si fuera a tomar una foto, estática, buscando siempre una geometría tan fría como desasosegante. Un plano fijo y a menudo en silencio, estirando el tiempo. Es ahí, en ese escenario iluminado por una luz artificial e irreal, sepultado varios metros bajo tierra, donde los protagonistas se dejan filmar, donde se sinceran y nos cuentan sus secretos, como ese matrimonio compuesto por una dominatrix y su marido-esclavo, sometido este de buen grado a todo tipo de vejaciones mientras se mueve por la casa completamente desnudo y encadenado como un perro (la mazmorra del sótano la reservan para las prácticas más bestias). Otras veces, los protagonistas no dicen nada, se limitan a posar en silencio, petrificados como una serpiente amarilla, mirando directamente a la cámara, observando al observador. Seidl, habituado a mostrar en sus películas los aspectos más sórdidos y las verdades más incómodas de una sociedad que se proclama civilizada, no se inmiscuye en la vida de sus protagonistas, no pregunta, no juzga: deja que sean ellos los que se muestren tal cual son y que el espectador saque sus propias conclusiones. Pero cuidado: vistos de cerca, todos somos un poco raros.

«FOUR LIONS» - CHRIS MORRIS

«Four Lions», Chris MorrisTítulo original: Four Lions
Año: 2010
Duración: 94 min.
País: Reino Unido
Dirección: Chris Morris
Guión: Jesse Armstrong, Sam Bain, Chris Morris, Simon Blackwell
Fotografía: Lol Crawley
Reparto: Riz Ahmed, Kayvan Novak, Nigel Lindsay, Adeel Akhtar, Arsher Ali, Preeya Kalidas, Julia Davis, Craig Parkinson, Wasim Zakir, Mohammad Aqil, Waleed Elgadi, Alex MacQueen, Marcus Garvey, Benedict Cumberbatch
Productora: Wild Bunch

Four Lions es una comedia negra que aborda el espinoso asunto del terrorismo islámico. Está ambientada en Londres, donde un grupo de terroristas trata de llevar a cabo una acción espectacular que atraiga la atención sobre el islam. Como se ve, un tema de actualidad y cuyo efecto se extiende por buena parte del mundo desarrollado. Uno podría imaginar que material tan delicado requeriría un tratamiento cuidadoso si no se  quiere ofender sensibilidades de uno y otro lado. De hecho, son pocas las películas que han tratado este tema y mucho menos en clave de comedia. Pues bien, Chris Morris no duda en hacerlo de una manera tan burlona como irreverente, valiéndose de armas tan peligrosas como la parodia o el humor ácido.
Omar (Riz Ahmed) es el cerebro de la célula de descerebrados, el hombre capaz de poner algo de sentido común; vigilante de seguridad y ciudadano corriente, bien integrado en la sociedad y padre ejemplar cuyas mártires pretensiones son apoyadas por su esposa y por su pequeño hijo. Waj (Kayvan Novak) es la fuerza bruta, el torpe y manipulable primo de Omar. Barry (Nigel Lindsay) es el blanco convertido al islam y quizás por ello el más radical. Hassan (Arsher Ali) es un rapero aprendiz de terrorista. Y por último, Faisal (Adeel Akhtar),  el «especialista» en explosivos.
Estos son los cuatro peligrosos protagonistas (Faisal acabará probando de su propia medicina y volando por los aires), que se ven a sí mismos como cuatro fieros leones, aspirantes (sin demasiada convicción en algunos casos) a ganarse el cielo mediante la acción violenta. La realidad es que no pasan de ser una panda de inútiles, y más que tratar de reivindicar una religión parecen querer reivindicarse a sí mismos, trascender de alguna manera y salir, por fin, en televisión, de ahí su preocupación por grabarse continuamente. 
No deja de ser paradójico que pese a querer destruir la sociedad en que viven, estos yihadistas disfrutan de algunos de los elementos de esa sociedad occidental que tanto denostan, como es el caso de la música, con esa secuencia en que aparece la célula integrista cantando una pegadiza «Dancing in the Moonlight», de Toploader, en el interior de una furgoneta cargada de explosivos.
«Four Lions», Chris MorrisEn lugar de rezar piadosamente en alguna mezquita, estos fanáticos prefieren la acción directa, como queda patente durante su preparación a la yihad, un entrenamiento que se parece más bien a una compilación de tomas falsas (así lo describe el propio Omar), como esas que acompañan los DVDs.
El espectador asiste, a través de una cámara de movimientos nerviosos, a discusiones en el seno de la célula en las que sus integrantes debaten sobre el plan que han de seguir y el objetivo a destruir: inmolarse, poner un explosivo en algún lugar que haga especial daño al enemigo infiel, volar internet, realizar una acción de falsa bandera y colocar una bomba en alguna mezquita para que la masacre haga movilizarse a sus hermanos musulmanes… Finalmente, es el cabecilla Omar el que se lleva el gato al agua: será un atentado en el maratón de Londres, repleto de infieles y de cámaras de televisión, y donde es habitual que algunos participantes acudan disfrazados de manera ridícula.
Lejos de debates sesudos que podrían explicar el proceso de radicalización de los personajes, lo que hay en Four Lions son diálogos, a menudo diálogos para besugos, y situaciones que recuerdan a los Monty Python. La película está repleta de todos los tópicos que rodean el tema terrorista y con los que desgraciadamente estamos familiarizados gracias a los medios de persuasión: cinturones con explosivos, barbas, yihad, viajes a campos de entrenamiento en Pakistán (con una secuencia que remite al inicio de The Party y a Peter Sellers haciendo de actor incompetente), vídeos reivindicativos, Osama Bin Laden, cielos con jardines y esposas purificadas… Y todo ello salpimentado con corrosivo humor negro, con algunos gags bastante hilarantes, como la preparación de un atentado con un cuervo cargado de explosivos (que como no podía ser de otro modo resulta fallido) o esa memorable secuencia final en el maratón de Londres, con los cuatro chapuceros protagonistas ataviados con disfraces patéticos y siendo perseguidos por policías no menos estúpidos.

«MUSIC FOR AIRPORTS» (NOTAS DEL DISCO) - BRIAN ENO

Traducción del inglés: Javier Serrano

Estas son las notas del disco de la primera edición americana de Brian Eno, Music for Airports / Ambient 1, PVC 7908 (AMB 001).

MÚSICA AMBIENT

«Music For Airports», Brian Eno
El concepto de música diseñada específicamente como un elemento de fondo en el ambiente fue iniciado por Muzak Inc. en los años 50 y desde entonces es conocido genéricamente por el término «Muzak». Las connotaciones que este término conlleva están particularmente asociadas con el tipo de material que Muzak Inc. produce: canciones conocidas que son arregladas y orquestadas de una manera ligera y poco original. Como no podía ser de otra manera, esto ha provocado que la mayoría de entendidos (y la mayor parte de los compositores) no presten atención alguna al concepto de música ambiental.

Durante los últimos tres años, me he interesado por el uso de la música como ambiente, y he llegado a creer que es posible producir material que pueda ser utilizado de esta manera sin hacer ninguna concesión. Para poder distinguir entre mis propios experimentos en este campo y los productos de los variados proveedores de música enlatada, empecé a usar el término ambient music.

Un ambiente se define como una atmósfera o una influencia circundante: un tono. Mi intención es producir piezas originales aparentemente (pero no exclusivamente) para momentos particulares y situaciones con vistas a desarrollar un pequeño pero versátil catálogo de música ambiental acorde a una amplia variedad de estados de ánimo y atmósferas.

Brian Eno, «Music for airports», notas del disco

Mientras que las compañías de música enlatada existentes se centran en estandarizar el ambiente enmascarando su particular idiosincrasia acústica y atmosférica, la ambient music pretende enfatizarla. Mientras que la música de fondo convencional se produce eliminando de la música cualquier atisbo de duda o incertidumbre (y por consiguiente cualquier interés genuino), la ambient music preserva estas cualidades. Y mientras que su intención es «iluminar» el ambiente añadiéndole estímulos (aliviando así supuestamente la monotonía de las tareas rutinarias y nivelando las subidas y bajadas naturales de los ritmos del cuerpo), la ambient music busca inducir calma y crear un espacio para pensar.

La ambient music debe ser capaz de adaptarse a diferentes niveles de atención auditiva sin imponer uno en particular, debe ser tan prescindible como interesante.

BRIAN ENO
Septiembre de 1978