Mostrando las entradas para la consulta Joe Brainard ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Joe Brainard ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (2) – JOE BRAINARD


Joe Brainard
Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.

Me acuerdo de cuando vendía sangre cada tres meses en la Segunda Avenida.

Me acuerdo de haber intentado imaginarme a mi madre y a mi padre follando.

Me acuerdo de pasar la mano por debajo de las mesas de los bares y notar todos los chicles.

Me acuerdo de la silla detrás de la que solía pegar los mocos.

Me acuerdo de fantasear con morir y con lo triste que estaría todo el mundo.

Me acuerdo de que la vida era tan seria entonces como lo es ahora.

Me acuerdo de un niño más pequeño que yo que vivía al final de la calle. A veces me escondía uno de sus juguetes en los calzoncillos y hacía que él lo cogiese.

Me acuerdo de «Los negros tienen la polla enorme».

Me acuerdo de «Los chinos tienen la polla chica».

Me acuerdo de que mi padre se rascaba las pelotas un montón.

Me acuerdo de decir «gracias» en ocasiones que no lo requieren.

Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados.

Me acuerdo de que cuando empecé a fumar les escribí una carta a mis padres contándoselo. Nunca mencionaron la carta y seguí fumando.

Me acuerdo de los pedos que huelen a huevo duro podrido.

Me acuerdo de un día muy caluroso de verano en el que se me ocurrió poner cubitos de hielo en el acuario y se me murieron todos los peces.

Me acuerdo del «pasado lila». (Él tiene un…).

Me acuerdo de que en todo autobús siempre hay un soldado.

Me acuerdo de una niña alemana muy guapa que, simplemente, no olía bien.

Me acuerdo de las lavanderías por la noche, con todas las luces encendidas y nadie dentro.

Me acuerdo de que me preguntaba por qué, si Jesús podía curar a los enfermos, no curaba a todos los enfermos.

Me acuerdo de comer túneles y ciudades construidos con sandía.

Me acuerdo del daño que puede hacer el rock & roll. Puede ser tan libre y sensual cuando tú no lo eres…

Me acuerdo de querer dormir en el patio de atrás y de que se riesen de mí diciendo que no iba a aguantar la noche entera y de, al final, dormir fuera y no aguantar la noche entera.

Me acuerdo de haber intentado chupármela una vez, pero no llegó a funcionar.

Me acuerdo de haberme deshecho de todo lo que tenía en dos ocasiones.

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (y 3) - JOE BRAINARD

Joe Brainard
Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.


Me acuerdo de mujeres rubias a las que, si les está dando el sol de lleno, no puedes ni mirarlas.

Me acuerdo de los vestuarios. Y del olor de los vestuarios.

Me acuerdo de que me preguntaba si las niñas también se tiraban pedos.

Me acuerdo de cuando los negros empezaron a mudarse a barrios de blancos. De cómo todo el mundo se echaba a temblar si un negro se mudaba a su vecindario porque el valor de las propiedades bajaba.

Me acuerdo de la «mujer de los gatos», que siempre iba vestida de negro. Y con varias capas de medias. Una encima de otra encima de otra. Le llamaban la «mujer de los gatos» porque por la noche iba por ahí dándole de comer a los gatos. Tenía el pelo tan enmarañado que no creo que pudiese pasarse un peine. Se pasaba el día dando vueltas por las calles haciendo no sé muy bien qué. Nunca iba sin su carrito lleno de bolsas de papel llenas de sólo Dios sabe qué. Según ella, había otras mujeres de los gatos que cuidaban de los gatos de otras zonas del Lower East Side. Hasta qué punto estaban organizadas estas mujeres eso ya no lo sé.

Me acuerdo de arcoíris que me defraudaron.

Me acuerdo de intentar no quedarme mirando a la gente que tenía audífono. (O intentar mirarlos con naturalidad)

Me acuerdo de una vez que me miré minuciosamente la polla y los huevos y de lo asquerosos que me parecieron.

Me acuerdo de que Rock Hudson, Charlie Chaplin y Lyndon Johnson tenían pollas enormes.

Me acuerdo del derecho parlamentario. De las preguntas tipo test. Y de las cortinas de papel.

Me acuerdo de que un año le compré un frasco pequeño de Chanel número 5 a mi madre pero mi padre se enteró de lo que me había costado y tuve que devolverlo.

Me acuerdo de que me daban lástima los niños de la escuela, o de la iglesia, que tenían madres feas.

Me acuerdo de varias veces en las que me pusieron el termómetro en el culo y del miedo que tenía a que se colase y se perdiese dentro, o se rompiese.

Me acuerdo de que Georges Washington tenía los dientes de madera.

Me acuerdo de los castillos de barras de los columpios y de las niñas a las que les daba igual que se les viesen las bragas.

Me acuerdo de una caja de ceras Crayola de auténtico lujo que tenía los colores dorado, plata y bronce.

Me acuerdo de ese trozo de carne blanca que se ve entre el dobladillo de los pantalones y los calcetines cuando los hombres mayores cruzan las piernas.

Me acuerdo de un hombre gordo que vendía seguros. Un caluroso día de verano fuimos a visitarle y llevaba puestos unos pantalones cortos y cuando se sentó se le salió un huevo. Me acuerdo de que era igual de difícil mirarlo que no mirarlo.

Me acuerdo de uno de mis primeros recuerdos, con una niña mayor que yo en una tienda de chucherías. El hombre le preguntó que qué quería, así que ella eligió algunas cosas y cuando el hombre le pidió el dinero ella le contestó: «Ah, pero si no tengo dinero. Usted me ha preguntado que qué quería y se lo he dicho». Se me quedó grabado.

«ME ACUERDO (I REMEMBER)» (1) – JOE BRAINARD

«Ultra New-Realism Self-Portrait», Joe Brainard

Fragmentos extraídos de «Me acuerdo», la obra de Joe Brainard publicada por Sexto Piso y traducida por Julia Osuna Aguilar.

Me acuerdo de cuando, en el instituto, si vestías de verde y amarillo los jueves significaba que eras gay.

Me acuerdo de haber tirado las gafas al mar desde el ferry de la isla de Staten en una oscura noche de dramatismo y depresión.

Me acuerdo de la primera vez que vi a Frank O´Hara. Bajaba por la Segunda Avenida. Aunque era una fría tarde de principios de primavera, sólo llevaba una camiseta blanca arremangada hasta los hombros. Y vaqueros. Y mocasines. Me acuerdo de que me pareció de lo más mariquita. Muy teatrero. Decadente. Me acuerdo de que me gustó al instante.

Me acuerdo de que fui explorador de los demolay. Ojalá recordase el saludo secreto para poder revelároslo.

Me acuerdo de mi abuelo, que no creía en los médicos. No trabajaba porque tenía un tumor. Se pasaba el día jugando a las cartas. También escribía poemas. Tenía las uñas de los pies largas y feas. Hacia todo lo posible por no mirarle los pies.

Me acuerdo del hígado.

Me acuerdo de un día en que, yendo al centro en un autobús, en Tulsa, un chaval que me sonaba del colegio se sentó a mi lado y empezó a preguntarme cosas como «¿Te gustan las niñas?». Era un auténtico freak. Cuando llegamos al centro (donde estaban todas las tiendas), me siguió hasta que al final me convenció para que fuese con él al banco, tenía que guardar una cosa en una caja de seguridad. Me acuerdo de que por aquel entonces yo no sabía lo que era una caja de seguridad. Cuando llegamos al banco un banquero le dio una caja y nos llevó a una cabina con cortinas doradas. El chaval abrió la caja y sacó una pistola. Me la enseñó y me hice el sorprendido, la volvió a meter en la caja y me preguntó si me bajaría los pantalones. Dije que no. Me acuerdo de que me temblaban las rodillas. Cuando salimos del banco, le dije que tenía que ir al Brown-Dunkin´s (los mayores grandes almacenes de Tulsa) y me respondió que él también tenía que ir. Para ir al servicio. En el servicio de caballeros volvió a intentar algo (no me acuerdo de qué exactamente) pero salí corriendo por la puerta, y ahí se quedó la cosa. Es muy extraño que un niño de once o doce años tenga una caja de seguridad. Con una pistola dentro. Tenía una hermana mayor de la que se decía que era «una perdida».

Me acuerdo de muchos primeros días de colegio. Y de ese sentimiento de vacío.

Me acuerdo de cuando los chicos malos llevaban los vaqueros tan bajos que el director tuvo que fijar también un límite para eso. Creo que el máximo eran siete centímetros por debajo del ombligo.

Me acuerdo de muchos septiembres.

Me acuerdo de cuando mi padre decía «Las manos fuera del edredón», cuando venía a darnos las buenas noches. Pero lo decía de buenas.

Me acuerdo de cuando pensaba que si hacías algo malo, la policía te metía en la cárcel.

ME ACUERDO - Javier Serrano Sánchez

ME ACUERDO

En 1970 vio la luz un libro titulado “I remember”. Estaba escrito por Joe Brainard y comenzaba así:

“Me acuerdo de la primera vez que me mandaron una carta en uno de esos sobres donde decía «Devolver a los cinco días a» y de que pensaba que a los cinco días tenía que devolver la carta.”

Algo después y siguiendo la estela de Brainard, Georges Perec publica “Je me souviens”. Así define Perec los Me Acuerdo:

"Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un slogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia".

Como la idea me pareció sugerente, cogí el relevo dejado por ambos y empecé a escribir mis propios Me Acuerdo. Aquí están algunos:

ME ACUERDO

1-Me acuerdo del cine Galaxia y de su programa doble. Sus películas de Esteso y Pajares, de zombies, de artes marciales...

2-Me acuerdo de una fogata junto a una parroquia y de un muchacho, el “Patato”, a cuya ropa se pega el fuego. Me acuerdo de su carrera alocada con la espalda en llamas. Injerto de piel.

3-Me acuerdo de chicos metidos en cajones de fruta de plástico deslizándose por las escaleras junto al mercado.

4-Me acuerdo de yonkis metiéndose un chute de caballo mientras jugamos al fútbol.

5-Me acuerdo de colarme en mi colegio, “Islas Filipinas”, y caminar sobre sus tejados en el silencio de la tarde.

6-Me acuerdo de jugar subidos a la verja del colegio. Me acuerdo del día en que el Bernárdez se cayó y perdió el sentido al estrellar su cabeza contra el suelo.

7-Me acuerdo de los coches de choque, de la música, las luces y de los tipos duros.

8-Me acuerdo de las ferias y los feriantes.“Qué alegría, qué alboroto, le ha tocado el perro piloto”.

9-Me acuerdo de cuando en el instituto (¿o era en el colegio?) hablábamos de la “mano negra” y de que si entrabas en el servicio te la encontrarías. Me acuerdo de haber salido en mitad de la clase al baño y haber tenido miedo mientras meaba.

10-Me acuerdo del día en que cayeron las Torres Gemelas. Hablaba con Manolo, por teléfono, y pensé que se trataba de una nueva película. Desde entonces nada ha vuelto a ser igual.

11-Me acuerdo de los iraquíes, en barcas sobre el río Tigris, festejando la marcha de los norteamericanos.

"LAS COSAS" - GEORGES PEREC


Publicado por Javier Serrano en La República Cultural

Título: Las cosas. Una historia de los años sesenta
Autor: Georges Perec
Traducción: Josep Escué
Editorial: Anagrama
Primera edición: 1992
Formato: 13 x20 cm. 158 páginas
ISBN: 978-84-339-1183-X


Las Cosas es el retrato de la pareja protagonista, Jérôme y Sylvie, durante la primera mitad de la década de los 60 en París, en un mundo que promete pero que no da nada, o muy poco. Sylvie y Jérôme, una pareja de veinteañeros psicosociólogos (esto es, entrevistadores armados de cuestionarios con preguntas sobre temas peregrinos), pequeñoburgueses, ni ricos ni pobres, que luchan denodadamente por hacerse ricos lo más pronto posible, por ocupar un lugar (siempre por encima del que realmente ocupan) que una y otra vez se les esfuma.
En el mundo material en el que se enmarca la novela (que podría ser perfectamente nuestro mundo actual y en declive) uno se define por aquello que posee. Es por ello que el autor describe, con frecuencia a través de interminables series de objetos, las cosas que los protagonistas desearían tener, contraponiéndolas a las que realmente tienen; brecha irresoluble, origen de su eterna infelicidad.
El mundo de Jérôme y Sylvie se reduce a un pequeño apartamento de 35 metros cuadrados, atestado de cosas, libros, discos, muebles, que amenazan con asfixiar a la pareja, mucho más todavía cuando se enfadan entre sí (cada vez que la realidad les pone los pies en el suelo) y los silencios se llenan de rencor.
En sus ratos libres el par de flâneurs “lonchafinistas” pasea por las calles de París, a menudo por la noche cuando las tiendas están cerradas, y observan embelesados lo que esas tiendas pueden ofrecerles para cuando sean ricos, sintiendo una especial atracción por las tiendas de antigüedades y por todo lo que huela a inglés.
Al igual que ellos, el grupo de amigos que les rodea comparte inquietudes comunes: la afición por las películas, las ocasionales borracheras, alguna que otra comida, momentos que bordean la pobreza… De hecho, esos amigos también se hallan inmersos en un dilema similar, que al final no es otro que la elección entre libertad y riqueza. Y la riqueza exige el peaje previo del trabajo, “quien no trabaja no come, es cierto, pero quien trabaja deja de vivir”. Sucede que a menudo es el paso del tiempo, inexorable en su erosión de todo entusiasmo, el que tiende a resolver la encrucijada.
Las cosas, aparte de retrato generacional, es también todo un alegato en contra del consumismo. En palabras de Perec: “En el mundo en que vivían, era casi de rigor desear siempre más de lo que se podía adquirir. No eran ellos quienes lo habían decretado; era una ley de la civilización, una situación real de la que la publicidad en general, las revistas, el arte de los escaparates, el espectáculo de la calle, y hasta, en cierto aspecto, el conjunto de las producciones llamadas comúnmente culturales, eran las expresiones más normales”.
Como se ve (y a pesar de que la novela vio la luz en 1965), el mensaje deLas cosas no solo no ha perdido vigencia sino que en algunos momentos parece anticipar acontecimientos futuros: “El enemigo era invisible. O, mejor dicho, estaba en ellos, los había podrido, gangrenado, destrozado. Eran los que pagan el pato. Criaturas dóciles, fieles reflejos del mundo que se mofaba de ellas. Estaban hundidos hasta el cuello en una tarta de la que sólo obtendrían las migajas”. ¿Les suena?
Les choses. Une histoire des années soixante consiguió el premio Renaudot. En cuanto a Georges Perec, qué decir de este factótum de pelo y barba heteróclita: ensayista, dramaturgo, guionista de cine, poeta, miembro de OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle), traductor, creador de crucigramas…
Otras obras: La vida instrucciones de usoLa desaparición, novela de intriga donde no aparece la letra E; Je me souviens, libro que reúne “Me acuerdos” en la línea de Joe Brainard; entre otras.

"DIBUJOS ANIMADOS" - Félix Romeo

Novela aparecida en 1995 y articulada en 175 fragmentos, con un estilo sencillo y repetitivo. Narra la infancia del autor (y lector voraz), Félix Romeo, en Zaragoza; experiencia extrapolable a toda una generación que sin duda se sentirá identificada. Episodios relacionados con el fútbol, el sexo, los animales, y sobre todo, la familia y la muerte. El eje vertebrador lo constituyen los dibujos animados de la época. El tono es a ratos humorístico (por momentos de un humor ácido) y de una cierta nostalgia de una infancia infeliz.

Me recordó mucho (demasiado) a "Lo peor de todo" de Ray Loriga, de 1992. También se da cierto aire, por lo fragmentario e inconexo, a los "Me acuerdo" de Joe Brainard. Con todo, se deja leer; de hecho te la lees del tirón.

Aquí van unos fragmentos:

"16.
Un tipo le dijo a m madre que yo había roto los cristales del colegio jugando al fútbol. El tipo era el portero de un colegio que no era el mío y tenía quince o veinte hijos. Los quince o veinte hijos tenían un grupo musical. Los López Méndez, o así. Uno tocaba la armónica, la otra la guitarra, la otra el xilófono, el otro las maracas, el otro la flauta, el otro cantaba, tres tocaban el triángulo y otros trece o quince hacían coros. Pues ese tipo le dijo a mi madre que yo había roto los cristales y mi madre le creyó. Era increíble. Mi madre estaba creyendo a un tipo que era incapaz de recordar los nombres de sus hijos. El pasado es un tiempo en el que yo era culpable."

"37.
Mi madre estaba hermosa cuando se ponía tulipán negro. El tulipán negro huele a tulipán negro que es un olor de pureza. Me gustaba el tulipán negro y el frasco de colonia de Maderas de Oriente. Cuando se ponía el tulipán negro la piel se le ponía suave."

«JARDINES EFÍMEROS (ME ACUERDO)» - JAVIER SERRANO SÁNCHEZ

Ya está a la venta la obra titulada Jardines efímeros, que sigue la estela que dejó el norteamericano Joe Brainard con su original y aparentemente simple obra titulada I remember, editada en 1970, y continuada después por el francés Georges Perec en su libro Je me souviens (1978). «Siento que realmente no estoy escribiéndolo, sino que más bien soy yo el que está siendo escrito. Siento también que trata sobre todos los demás tanto como sobre mí mismo, y eso me agrada», escribía el de Arkansas.
Jardines efímeros es un cajón de sastre de reminiscencias individuales y a menudo colectivas, generacionales a veces (de esa generación que nació a finales de los 60), un collage de fogonazos que comienzan con el evocador «… me acuerdo…», una miscelánea de recuerdos que remiten a distintas épocas y lugares, recuerdos a veces tristes, incluso trágicos, y otras divertidos; una mixtura de personas y personajes, de fragmentos de películas y de libros, de lugares físicos y lugares comunes, de olores y sabores, de programas de televisión y de radio… que afloran, que regresan al presente, revelados sin ningún orden ni lógica por el azar o la asociación de ideas, o que, parafraseando a Perec, por un milagro son arrancados de su insignificancia y reencontrados por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia.
Jardines efímeros o la persistencia de un estímulo a través del tiempo, más allá de su presencia física; un viaje al pasado, un ir y venir por aquellos jardines efímeros por los que nunca más se ha de transitar y que sin embargo siempre permanecerán ahí.

El libro se puede adquirir en librerías y en la página web de la editorial: www.librosdeitaca.com