«LAS CIUDADES INVISIBLES» - ITALO CALVINO (VIII) - Baucis

LAS CIUDADES INVISIBLES
Italo Calvino 

LAS CIUDADES Y LOS OJOS. 3 

Después de andar siete días, a través de boscajes, el que va a Baucis no consigue verla y ha llegado. Los finos zancos que se alzan del suelo a gran distancia uno de otro y se pierden entre las nubes, sostienen la ciudad. Se sube por escalerillas. Los habitantes rara vez se muestran en tierra: tienen arriba todo lo necesario y prefieren no bajar. Nada de la ciudad toca el suelo salvo las largas patas de flamenco en que se apoya, y en los días luminosos, una sombra calada y angulosa que se dibuja en el follaje. 
Tres hipótesis circulan sobre los habitantes de Baucis: que odian la tierra; que la respetan al punto de evitar todo contacto; que la aman tal como era antes de ellos, y con catalejos y telescopios apuntando hacia abajo no se cansan de pasarle revista, hoja por hoja, piedra por piedra, hormiga por hormiga, contemplando fascinados su propia ausencia.
Photo by Edgar M on Unsplash

«LAS CIUDADES INVISIBLES» - ITALO CALVINO (VII) - Ersilia

LAS CIUDADES INVISIBLES
Italo Calvino

LAS CIUDADES Y LOS TRUEQUES. 4 

En Ersilia, para establecer las relaciones que rigen la vida de la ciudad, los habitantes tienden hilos entre los ángulos de las casas, blancos o negros o grises o blanquinegros, según indiquen las relaciones de parentesco, intercambio, autoridad, representación. Cuando los hilos son tantos que ya no se puede pasar por en medio, los habitantes se marchan: las casas se desmontan; quedan sólo los hilos y los soportes de los hilos. 
Desde la ladera de un monte, acampados con sus enseres, los prófugos de Ersilia miran la maraña de los hilos tendidos y los palos que levantan en la llanura. Y aquello es todavía la ciudad de Ersilia y ellos no son nada. 
Vuelven a edificar Ersilia en otra parte. Tejen con los hilos una figura similar que quisieran más complicada y al mismo tiempo más regular que la otra. Después la abandonan y se trasladan aún más lejos con sus casas. 
Viajando así por el territorio de Ersilia encuentras las ruinas de las ciudades abandonadas, sin los muros que no duran, sin los huesos de los muertos que el viento hace rodar: telarañas de relaciones intrincadas que buscan una forma.

«LAS CIUDADES INVISIBLES» - ITALO CALVINO (VI) - Leandra

LAS CIUDADES INVISIBLE
Italo Calvino

LAS CIUDADES Y EL NOMBRE. 2 

Dioses de dos especies protegen la ciudad de Leandra. Unos y otros son tan pequeños que no se ven y tan numerosos que no se pueden contar. Unos están en las puertas de las casas, en el interior, cerca del perchero y del paragüero; en las mudanzas siguen a las familias y se instalan en los nuevos alojamientos a la entrega de las llaves. Los otros están en la cocina, se esconden de preferencia bajo las cacerolas, o en la campana de la chimenea, o en el sucucho de las escobas: forman parte de la casa y cuando la familia que la habita se marcha, ellos se quedan con los nuevos inquilinos; tal vez ya estaban allí cuando la casa aún no existía, entre las malas hierbas del solar, escondidos en una lata oxidada; si se echa abajo la casa y en su lugar se construye otra como un palomar para cincuenta familias, se los encuentra multiplicados en las cocinas de otros tantos apartamentos. Para distinguirlos llamaremos a los unos Penates y a los otros Lares. 
No es que en una casa los Lares estén siempre con los Lares y los Penates con los Penates; se frecuentan, pasean juntos por las cornisas de estuco, por los tubos de los radiadores, comentan las cosas de la familia, es fácil que se peleen pero pueden llevarse bien durante años; viéndolos a todos en fila no se distinguen el uno de otro. Los Lares han visto pasar entre sus muros a Penates de las más diversas procedencias y costumbres; a los Penates les toca acomodarse codo con codo con los Lares de ilustres palacios en decadencia llenos de quietud, o con Lares de barracas de chapa, quisquillosos y desconfiados. 
La verdadera esencia de Leandra es tema de discusiones interminables. Los Penates creen que son ellos el alma de la ciudad, aunque hayan llegado el año anterior, y que cuando emigran se llevan consigo a Leandra. Los Lares consideran a los Penates huéspedes provisionales, inoportunos, invasores; la verdadera Leandra es la de ellos, la que da forma a todo lo que contiene, la Leandra que estaba allí antes de que llegaran todos esos intrusos, y que se quedará cuando todos se hayan ido.
Tienen en común esto: que sobre cuanto sucede en la familia y en la ciudad siempre han de criticar algo, los Penates sacando a relucir a los viejos, a los bisabuelos, las tías segundas, la familia de otros tiempos; los Lares el ambiente tal como estaba antes de que lo arruinaran. Pero no es que vivan sólo de recuerdos: urden proyectos sobre la carrera que harán los niños cuando sean grandes (los Penates), sobre lo que podría llegar a ser aquella casa en la zona (los Lares) si estuviese en buenas manos. Prestando atención especialmente de noche, en las casas de Leandra, los oyes parlotear y parlotear, hacerse reproches, soltarse pullas, exabruptos, risitas irónicas.
Photo by Wonderlane on Unsplash

«LAS CIUDADES INVISIBLES» - ITALO CALVINO (V) - Octavia

 LAS CIUDADES INVISIBLES
Italo Calvino

LAS CIUDADES SUTILES. 5

Si queréis creerme, bien. Ahora diré cómo es Octavia, ciudad-telaraña. Hay un precipicio entre dos montañas abruptas: la ciudad está en el vacío, atada a las dos crestas con cuerdas y cadenas y pasarelas. Se camina sobre tos travesaños de madera, cuidando de no poner el pie en los intersticios, o uno se aferra a las mallas de cáñamo. Abajo no hay nada en cientos y cientos de metros: pasa alguna nube; se entrevé mas abajo el fondo del despeñadero. 
Esta es la base de la ciudad: una red que sirve de pasaje y de sostén. Todo lo demás, en vez de elevarse encima, cuelga hacia abajo; escalas de cuerda, hamacas, casas hechas en forma de saco, percheros, terrazas como navecillas, odres de agua, picos de gas, asadores, cestos suspendidos de cordeles, montacargas, duchas, trapecios y anillas para juegos, teleféricos, lámparas, macetas con plantas de follaje colgante. 
Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Octavia es menos incierta que en otras ciudades. Sabes que la red no sostiene más que eso.


«LAS CIUDADES INVISIBLES» - ITALO CALVINO (IV)

LAS CIUDADES INVISIBLES
Italo Calvino

El Gran Kan ha soñado una ciudad; la describe a Marco Polo: 
-El puerto esta expuesto al septentrión, en la sombra. Los muelles son altos sobre el agua negra que golpea contra los cimientos; escaleras de piedra bajan resbalosas de algas. Barcas embadurnadas de alquitrán esperan en el fondeadero a los viajeros que se demoran en el muelle diciendo adiós a las familias. Las despedidas se desenvuelven en silencio pero con lágrimas. Hace frío; todos llevan chales en la cabeza. Una llamada del barquero pone fin a la demora, el viajero se acurruca en la proa, se aleja mirando hacia el grupo de los que se quedan; desde la orilla ya no se distinguen los contornos; hay neblina; la barca aborda una nave anclada; por la escalerilla sube una figura empequeñecida, desaparece; se siente alzar la cadena oxidada que raspa contra el escobén. Los que se quedan se asoman a las escarpas del muelle para seguir con los ojos al barco hasta que dobla el cabo; agitan por última vez un trapo blanco. 
-Vete de viaje, explora todas las costas y busca esa ciudad —dice el Kan a Marco—. Después vuelve a decirme si mi sueño responde a la verdad. 
-Perdóname, señor: no hay duda de que tarde o temprano me embarcaré en aquel muelle —dice Marco—, pero no volveré para contártelo. La ciudad existe y tiene un simple secreto: conoce sólo partidas y no retornos.