«EL POLVO AZUL» - EDUARDO HARO IBARS

... fragmento del relato “Fiesta desnuda nacida sin madre”, incluido en la obra de Eduardo Haro Ibars titulada El polvo azul, publicada en Ediciones Libertarias...

 «Amigas, amigos: beber no es malo. Nuestro fin, como colectivo, es desterrar de nuestros hogares —y de demás: para eso hay subfusiles y cócteles molotoff— el vicio horrendo del alcoholismo; ¡basta de familias destruidas! ¡Basta de cirrosis! Hay que aprender a beber como señores. La Ley Seca partía de un principio equivocado: prohibir el alcohol para todos. Era una medida democrática y, como tal, equivocada. Se trata de algo más complicado, y más acorde con nuestro espíritu de libre empresa: el alcohol debe considerarse un lujo: el premio al ciudadano ejemplar, que cumple con las leyes de la competitividad y accede a un puesto de privilegio. A este se le abrirán las puertas doradas del champán, los rojos sueños del Burdeos y de los generosos vinos españoles. Los privilegiados —los que han sabido ganárselo— gozarán de las delicias blancas del vodka ruso, del ron jamaicano. Y, al mismo tiempo, prohibiremos —eso sí— los vinazos, las cervezas guarrindongas. Nada más bajo que el buen jerez será bebido en nuestro país! Y, todo el alcohol, pagado seriamente, haciendo honor al status económico de los consumidores eméritos.
»Amigos, amigas: nuestros ejecutivos tienen derecho al “reposo del guerrero”. Ellos tendrán la evasión de las drogas más exquisitas; las más dulces diosas de la voluptuosidad, los adonis del deseo, y también los severos serectónicos, dispensadores de rígidos castigos, dispensarán placer a los cuernos de nuestros héroes cotidianos, de quienes levantan en vilo nuestro sueño social. También ellos, necesitados de evasión, de romper con las responsabilidades de todos los días, tendrán derecho a la dulzura de las drogas que dejan estupefacto y feliz; también, al juego, al riesgo sin riesgo donde las fortunas juegan al vals sin cambiar nunca verdaderamente de manos. Porque es una ley matemática que los hombres prósperos —es decir, según nuestro credo calvinista/puritano, los Elegidos— tienen de su parte el azar en el juego.
»Propongo, queridos amigos, miembros respetables de nuestra sociedad, perfecta casi, pero aún perfectible, la reaparición legal del Sindicato del Crimen. Las actividades ilegales, bien canalizadas, son los pilares que sostienen a nuestra sociedad. Os ofrezco entrar en este “Titanic” a prueba de ice-bergs, en este barco de lujo que comienza hoy su singladura venturosa por nuestro mundo, aportando, a quienes tienen derecho a ellos, todos los placeres del mundo; y, por supuesto, cerrando las compuertas del vicio, malolientes, a la ingente multitud de desheredados que no saben siquiera conseguir su lugar al sol. Para eso, crearemos una policía severísima: ningún placer para los ilotas 0 bien, placebos: tranquilizantes a discreción, que les dejen tontos y tranquilos. Heroína cortada con estricnina: les deja tontos, y además mata unos cuantos, con lo que se reduce el problema del paro obrero. Además, siempre pueden usarse los placeres ilícitos —o sea, los de los pobres— para controlar y catalogar como delincuentes a todos los posibles agitadores, descontentos activos y demás ralea. El Sindicato del Crimen será un instrumento perfecto de control social (grandes aplausos y bravos).
»Y ahora, si me lo permitís, pasaré a hablar de otro sistema de defensa de la libertad de comercio e industria: la protección...)».
Eduardo Haro Ibars recitando en el pub Titto´s



«MIS DIVAGACIONES SOBRE EL CUENTO» - DANIEL SUEIRO

«En el espacio y el tiempo de un cuento, con su tema o idea, con su pequeña anécdota, su breve argumento, sus fulgurantes personajes, sus hechos reales y también su belleza formal, debe tener cabida toda la filosofía de la vida y el concepto del mundo propios del autor. Así es que en los diez minutos que se tardan en leer las breves páginas de una de estas obras literarias, el autor debe haber comunicado a su lector su propio entusiasmo vital o su depresiva angustia, debe haberle confirmado en su creencia en Dios o haberle despertado de pronto la más honda sospecha de que Dios no existe, debe haberle comunicado su misma desesperación por ese hombre humillado o haberle despertado su solidaridad para la burla hacia ese otro humillador. Y todo esto de una manera casi física, de forma que casi llegue a sentirse tanto dentro del corazón, apretado, como sobre la piel, estremecida, fría y sudorosa. Todo lo cual resulta bastante difícil, y casi nunca se logra, ésa es la verdad» (…) 

«Después de leer un buen cuento no se puede leer otro por un momento, no se puede leer nada hasta que pase algo de tiempo. Hay que respirar hondo, cerrar el libro durante unos minutos, los ojos también, tal vez, y ponerse a pensar. Pensar profusamente hasta desentrañar el profundo sentido de las cinco, de las diez páginas compactas, enteras, completas, sin concesiones ni figuras, sin fugas ni engaños que acaban de leerse. En eso se distingue un buen cuento, creo yo: y cuando un libro de cuentos se lee de un tirón, sin pararse a meditar siquiera sea un segundo al acabar de leer cada uno de ellos, malo» (Mis divagaciones sobre el cuento, Daniel Sueiro)

«ASIER Y YO» - AITOR y AMAIA MORENO


Publicado en www.larepublicacultural.es 

Título original: Asier ETA biok (Asier y yo)
Director: Aitor Merino, Amaia Merino
Guión: Aitor Merino, Amaia Merino
Año: 2013
Duración: 94 min.
País: España
Producción: Doxa Producciones

Asier y yo es una película dirigida por los hermanos Aitor y Amaia Merino, y rodada en euskera y en castellano. Cuenta la relación de amistad entre el militante de ETA Asier Aranguren Urroz y el actor Aitor Merino, narrada por este último y en primera persona. La historia se remonta hasta los años del colegio en Pamplona, donde ambos comparten pupitre e inquietudes comunes, y va recorriendo posteriormente la trayectoria, cada vez más divergente, de sus vidas: el joven Asier Aranguren es detenido por su insumisión al servicio militar, y se irá implicando cada vez más en la lucha política de la izquierda abertzale, mientras que Aitor Merino abandonará su Pamplona natal para ir a probar fortuna como actor en Madrid.
Es precisamente en Madrid, al otro lado de la trinchera, donde Aitor Merino entrará en contacto con nuevos amigos y nuevas opiniones sobre el siempre delicado tema del conflicto vasco-español, y su percepción del problema se irá enriqueciendo con nuevos matices. Pese a que la distancia física los aleja un poco más, el actor sigue teniendo todavía una visión romántica sobre la lucha política de su amigo.
Tras la desarticulación en Navarra de un comando de ETA, la prensa habla de Asier Aranguren Urroz como un miembro más de ETA (ha conseguido huir), lo que confunde aun más al actor narrador de la historia, quien se pregunta hasta qué punto es verdad lo que dicen los medios y, si es así, si la amistad que les une es más importante y debe prevalecer por encima de todo. La súbita desaparición del activista y su paso a la clandestinidad distanciará un poco más a ambos. Posteriormente, en 2003, el etarra Asier Aranguren será detenido en Francia y encerrado en una prisión en París, acusado de formar parte del «aparato de información» de ETA. Finalizada la condena en 2010, es expulsado de Francia y regresa a España, donde es recibido por familiares y amigos, incluido Aitor, que se ha comprado una cámara de vídeo para cubrir su llegada.
En Pamplona, Asier es recibido como un héroe. El relato deja de lado la reconstrucción del personaje a partir de las fotografías y los recuerdos de infancia y juventud para acercarse a la persona de carne y hueso, para convivir con él y con los suyos en su día a día (y grabarlo en vídeo), tratando de entender las razones que le llevaron a tomar su decisión. Impagable la secuencia de la cena familiar de nochevieja, donde Asier y su madre discuten «amistosamente» sobre la posibilidad o no de un Euskadi independiente y sobre la legitimidad del uso de las armas para lograrlo. ¿Qué puede empujar a un hombre —le espeta el activista a su madre— a apretar un gatillo contra otro hombre?
Mientras Aitor Merino va recomponiendo, junto a su improvisada mesa de montaje, el puzle de imágenes y de recuerdos, se interroga a sí mismo sobre los límites de la amistad. En el caso de que su amigo haya cometido delitos de sangre, ¿pueden seguir siendo amigos? Incluso llega a formularle esa pregunta a él, de manera velada, en una excursión que ambos realizan por el campo. El miembro de ETA elude la pregunta, hay cosas de las que de momento no debe hablar —arguye—, y se muestra absolutamente convencido de que hay ciertos fines que justifican los medios.
Si bien el protagonista de la película parece ser el activista, no es menos interesante el papel que juega el actor narrador, a medio camino entre dos mundos condenados a no entenderse. Desde su punto de vista, que puede ser el de cualquier otro ciudadano con sentido común y lo suficientemente liberado de prejuicios de un lado y del otro, Aitor Merino reflexiona sobre el fanatismo de las ideas y si es posible superar los odios que separan a ambos pueblos, sobre la pertinencia del recurso a la violencia, sobre cómo el hecho de coger algo implica necesariamente que otro pierda ese algo.
La historia concluye en enero de 2011, con el comunicado en que la banda terrorista ETA anuncia un alto el fuego «permanente, general y verificable».
El 2 de julio de 2012, Asier Aranguren participó en la presentación del «grupo de mediadores» del colectivo de presos formado por 25 personas, la mayoría antiguos miembros de ETA. 
Asier y yo recibió el premio de Mejor Película del Cine Vasco en la última edición del Festival de Cine de San Sebastián, celebrada en septiembre de 2013.
Recientemente, en enero de 2014, la Guardia Civil ha llevado a cabo registros y detenciones contra el supuesto aparato de coordinación de presos de ETA en el País Vasco y Navarra. Entre los detenidos se hallaba Asier Aranguren. 

«MI ANARQUISMO» - RAFAEL BARRETT

Este texto, titulado Mi anarquismo, fue escrito por Rafael Barrett e incluido en su libro Mirando vivir.

MI ANARQUISMO

Me basta el sentido etimológico: «ausencia de gobierno». Hay que destruir el espíritu de autoridad y el prestigio de las leyes. Eso es todo.
Será la obra del libre examen.
Los ignorantes se figuran que anarquía es desorden, y que sin gobierno la sociedad se convertirá siempre en el caos. No conciben otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las armas.
Pero si se fijaran en la evolución de la ciencia, por ejemplo, verían de qué modo a medida que disminuía el espíritu de autoridad, se extendieron y afianzaron nuestros conocimientos. Cuando Galileo, dejando caer de lo alto de una torre objetos de diferente densidad, mostró que la velocidad de caída no dependía de sus masas, puesto que llegaban a la vez al suelo, los testigos de tan concluyente experiencia se negaron a aceptarla, porque no estaba de acuerdo con lo que decía Aristóteles. Aristóteles era el gobierno científico; su libro era la ley. Había otros legisladores: San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Anselmo. ¿Y qué ha quedado de su dominación? El recuerdo de un estorbo. Sabemos muy bien que la verdad se funda solamente en los hechos. Ningún sabio, por ilustre que sea, presentará hoy su autoridad como un argumento; ninguno pretenderá imponer sus ideas por el terror. El que descubre se limita a describir su experiencia, para que todos repitan y verifiquen lo que él hizo. ¿Y esto qué es? El libre examen, base de nuestra prosperidad intelectual. La ciencia moderna es grande por ser esencialmente anárquica. ¿Y quién será el loco que la tache de desordenada y caótica?
La prosperidad social exige iguales condiciones.
El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre examen político.
Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no es respetable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción que es preciso abolir.
Las leyes y las constituciones que por la violencia gobiernan los pueblos son falsas. No son hijas del estudio y del común asenso de los hombres. Son hijas de una minoría bárbara, que se apoderó de la fuerza bruta para satisfacer su codicia y su crueldad.
Tal vez los fenómenos sociales obedezcan a leyes profundas. Nuestra sociología está aún en la infancia, y no las conoce. Es indudable que nos conviene investigarlas, y que si las logramos esclarecer nos serán inmensamente útiles. Pero aunque las poseyéramos, jamás las exigiríamos en Código ni en sistema de gobierno. ¿Para qué? Si en efecto son leyes naturales, se cumplirán por sí solas, querramos o no. Los astrónomos no ordenan a los astros. Nuestro único papel será el de testigos.
Es evidente que las leyes escritas no se parecen, ni por el forro, a las leyes naturales. ¡Valiente majestad la de esos pergaminos viejos que cualquier revolución quema en la plaza pública, aventando las cenizas para siempre! Una ley que necesita del gendarme usurpa el nombre de ley. No es tal ley: es una mentira odiosa.
¡Y qué gendarmes! Para comprender hasta qué punto son nuestras leyes contrarias a la índole de las cosas, al genio de la humanidad, es suficiente contemplar los armamentos colosales, mayores y mayores cada día, la mole de fuerza bruta que los gobiernos amontonan para poder existir, para poder aguantar algunos minutos más el empuje invisible de las almas.
Las nueve décimas partes de la población terrestre, gracias a las leyes escritas, están degeneradas por la miseria. No hay que echar mano de mucha sociología, cuando se piensa en las maravillosas aptitudes asimiladoras y creadoras de los niños de las razas más «inferiores», para apreciar la monstruosa locura de ese derroche de energía humana. ¡La ley patea los vientres de las madres!
Estamos dentro de la ley como el pie chino dentro del brodequin, como el baobab dentro del tiesto japonés. ¡Somos enanos voluntarios!
¡Y se teme «el caos» si nos desembarazamos del brodequin, si rompemos el tiesto y nos plantamos en plena tierra, con la inmensidad por delante!, ¿qué importan las formas futuras? La realidad las revelará. Estemos ciertos de que serán bellas y nobles, como las del árbol libre.
Que nuestro ideal sea el más alto. No seamos «prácticos». No intentemos «mejorar» la ley, sustituir un brodequin por otro. Cuanto más inaccesible aparezca el ideal, tanto mejor. Las estrellas guían al navegante. Apuntemos enseguida al lejano término. Así señalaremos el camino más corto. Y antes venceremos.
¿Qué hacer? Educarnos y educar. Todo se resume en el libre examen. ¡Que nuestros niños examinen la ley y la desprecien!