"LOS AEROLITOS" - CARLOS EDMUNDO DE ORY

Publicado por Javier Serrano en La República Cultural: 
 
aerolito. (De aero- y -lito). 1. m. Fragmento de un bólido, que cae sobre la Tierra.
 
Los aerolitos es una compilación de textos del poeta, narrador, ensayista, epigramista y traductor, Carlos Edmundo de Ory, uno de los fundadores, allá por 1945 y frente a la literatura connivente con la dictadura española, del Postismo (post-surrealismo), junto a Silvano Sernesi y Eduardo Chicharro. No es la primera recopilación que se hace de sus aerolitos, ya hubo otra publicada en francés en 1962.
Los textos breves recogidos en este libro son de procedencia diversa, heterodoxa, como venidos del espacio exterior y arrojados contra la cabeza del lector, para hacerle despertar, reaccionar frente a la monotonía imperante, incluso, por qué no, para hacerle reír. De ahí que lo de aerolitos sea una denominación perfecta para referirse a esta obra imaginativa, múltiple, inclasificable, humorística y libre.
«Mis máximas son mínimas», dice el autor. Y es que todo texto de naturaleza breve tiene su hueco entre los aerolitos de ese vocero del silencio que es Carlos Edmundo de Ory. Eso sí, tratado la mayor parte de las veces con humor, con ironía, rozando o traspasando la irreverencia (Mirar a Dios de frente y sacarle la lengua), incluso cuando se está refiriendo a esa angustia existencial que planea por toda la obra, pues es precisamente sobre esas dos muletas, el espanto y el humor, sobre las que se sostiene la obra de Ory, su particular manera de informar al mundo de sus aullidos. Así, el lector va a descubrir lo inmenso que puede ser el territorio de lo breve, tanto que en él cabe el infinito y la nada, la vida y la muerte, la técnica y el llanto… Lo pequeño en sus diversas formas: juegos de palabras (o fuegos de palabras, como dice el autor: Un pavo color rosa es cosa pavorosa), chistes (Conversación entre dos locos: / —Yo estoy más loco que tú. / Pues yo estoy más loco que yo), extractos de cartas o de diarios personales (Del Diario de Hebbel: «Se dice que el mundo fue hecho de la nada. Mucho más probablemente se hizo de la mierda»), noticias (titulares de periódicos), trípticos, asociaciones sorprendentes de ideas, microrrelatos (En una biblioteca conventual de España se descubrieron quince tomos acerca de la Nada, o también Un asesino niquela su puñal), aforismos (El silencio es políglota), fogonazos surrealistas (De las estrellas cuelgan nuestros calcetines cuando soñamos), pensamientos (Cada vez somos menos los hombres que no somos nada), imágenes poderosas (El Tintoreto pintando a su hija muerta), muertes ridículas, pero muertes al fin y al cabo (¿Cómo murió el músico Ernest Chausson? —aprendiendo a montar en bicicleta chocó contra un muro y se estrelló), refranes (Del martillo es esclavo el clavo), bagatelas (Kookaburra, el pájaro reidor)…
El metafísico humorístico Carlos Edmundo de Ory despliega su vasta cultura sin caer en una falsa (y repelente) erudición, despojada de vanidad (en todas sus acepciones), basculando entre la referencia fidedigna y la apócrifa: fragmentos de otros libros (con frecuentes alusiones a la Biblia), menciones a autores (Nietzsche, Thoreau, los poetas románticos…), citas literarias o filosóficas («La solidaridad de los imbéciles» (W.F. Hermans)), a veces incluso paródicas (Desconócete a ti mismo), etimologías (reales o inventadas), apuntes (literarios o históricos), greguerías a lo Ramón Gómez de la Serna (Un gigante es un enano de goma), críticas a obras despachadas en un par de líneas, frases humorísticas en latín (Homo humus), definiciones (Cama: objeto utilitario para el sueño, el amor, la enfermedad y la pereza)… Huelga decir que Ory no renuncia a lo terrenal, al erotismo (La raja terrible de la mujer), a lo escatológico (Actos extremos de la boca humana: beso, escupitajo), a la Naturaleza con constantes referencias a los animales (en especial a las hormigas), a los bosques, al viento, a la lluvia… Y ello aderezado con la presencia esporádica de locos, ángeles y demás fauna.
Carlos Edmundo de Ory no le hace ascos tampoco a la lírica, como se aprecia en esos versos huérfanos (Las sábanas de un libro. Las páginas de una cama) que acaso sean embriones (abortos en el peor de los casos) de composiciones futuras, o, pese a su naturaleza extraviada y distante, conformen algún poema secreto, un juego más, oculto entre tanta vegetación. En otros casos este desenterrador de vivos rastrea y encuentra ecos poéticos, parecidos más o menos involuntarios, coincidencias entre autores alejados en la línea del tiempo… Eso cuando no se ríe abiertamente de lo burdas que pueden llegar a ser las rimas de algunos de los más excelsos poetas.
El breviario se cierra con una cita, una más, de Cioran que le sirve a Ory para justificar su obra: “Sólo cultivan el aforismo aquellos que han conocido el miedo en medio de las palabras, ese miedo de hundirse con todas las palabras”.
Carlos Edmundo de Ory murió de leucemia el 11 de noviembre de 2010 en Thézy-Glimont, Francia, donde residía, a la edad de 87 años. Previamente había dejado un mensaje (un aerolito, es de suponer) en una Caja de las Letras del Instituto Cervantes en Madrid.

1 comentario:

  1. Excelente reseña Javier. La verdad es que 'Aerolitos' es un libro sorprendente, y creo que con el tiempo va a ir ganando lectores.
    Un abrazo,
    C. H.

    ResponderEliminar