Fragmento del relato Una caña de pescar para el abuelo, perteneciente al libro de cuentos del mismo título, publicado por Ediciones del Bronce, del escritor chino y Premio Nobel de Literatura del año 2000 Gao Xingjian.
Iré a las afueras, a la orilla del río
de las afueras al que el abuelo me llevó a... ¿pescar?, recuerdo
que el abuelo me llevó al río, no me acuerdo con claridad si
pescamos algo pero recuerdo que tenía un abuelo y una infancia y que
en esos años de infancia me sentía muy mal cuando mi madre me
bañaba desnudo en el patio, he buscado la casa en que viví cuando
era pequeño, también me acuerdo que una vez me levanté en mitad de
la noche para ir a cazar con alguien que no era el abuelo, caminamos
todo el día y matamos un gato montés que confundimos con un zorro,
me viene a la memoria un poema cuyo protagonista lleva el cuerpo
cubierto de cuchillos de caza tintineantes, una libélula sin cola
revolotea sobre el lugar, los críticos tienen padrastros en los ojos
y el mentón ancho, quiero escribir una novela profunda, tan profunda
que las moscas perezcan ahogadas en ella, y luego veo la espalda del
abuelo sentado en cuclillas sobre un taburete fumando encorvado una
pipa, abuelo, lo llamo pero no oye, me llego a su lado y lo llamo de
nuevo, abuelo, y esta vez se vuelve pero no sujeta en su mano ninguna
pipa, lágrimas viejas le surcan el rostro e hilillos de sangre le
inundan los ojos como irritados del humo, bien que gustaba de echarle
leña y paja a la estufa para calentarse en invierno sentado en
cuclillas al lado de su boca, ¿por qué lloras, abuelo?, pregunto y
se suena con los dedos y lanza un suspiro y se limpia la mano en un
costado de las alpargatas sin dejar la menor huella, las alpargatas
de suela bien gruesa que le ha hecho la abuela, me contempla con sus
ojos rojos sin decir una palabra, te he comprado una caña de pescar
con carrete, le digo, él carraspea desde lo más profundo de su
garganta sin mostrar el menor entusiasmo, de este modo llego al fin a
la playa del río, el crujir de la arena bajo mis pies parece
suspiros de la abuela, la abuela andaba farfullando todo el día pero
no decía una sola frase inteligible, y si le preguntaba adrede ?qué
dices, abuela?, levantaba perpleja la cabeza y al cabo de un buen
rato decía ah, ¿ya has vuelto de la escuela?, o ¿tienes hambre?,
en la cestilla de la cocina hay boniatos cocidos al vapor, cuando
estaba enfrascada en sus monólogos era mejor no interrumpirla,
hablaba de las cosas que le pasaban de mocita, pero si la escuchabas
a escondidas desde detrás del respaldo de una silla parecía decir
siempre lo mismo, está cubierto, cubierto, cubierto, cubierto,
cubierto, algo así como que todo está cubierto, todos estos
recuerdos resuenan bajo la arena que hay bajo tus pies.
Gracias por la entrada
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