"LA VIDA IMPOSIBLE" (3) - EDUARDO BERTI


Relatos arrancados de las páginas de "La vida imposible" (Emecé Ediciones), del argentino Eduardo Berti.

QUÉ ES LA MUERTE

Hay dos maneras de saber a ciencia cierta qué es la muerte, y ambas en teoría son incompatibles. La primera es cuando muere un padre o una madre, un hermano o un hijo, en fin, alguien que lleva nuestra sangre. La segunda es cuando muere alguien con quien uno hizo varias veces el amor, no un par de encuentros ocasionales, sino alguien de quien, pese a los años -la memoria de los cuerpos es intemporal-, uno conserva el tacto o el olor. ¿Hemos estado dentro de un ser humano que ha muerto? ¿Hemos tenido dentro a alguien que murió?

Quizás el incesto sea el tabú por excelencia porque reúne ambas cosas antedichas: muy insoportables sería saberlo todo, de una sola vez, acerca de la muerte.

EL HIJO

Un hombre de Lituania, que todas las mañana bebía un vaso de su propio esperma, quedó embarazado al cabo de dos años y dio a luz un varón rozagante al que bautizó con su mismo nombre. Pronto el niño resultó ser una copia fiel del padre, a tal punto que las fotos de infancia de uno y otro eran casi intercambiables, excepción hecha, claro está, de ciertas marcas de época como las ropas o los peinados. Con el correr del tiempo -mientras el niño inquiría inútilmente acerca de su madre-. el padre comprendió con desazón que este hijo sería incapaz de asombrarlo. Había soñado con una criatura que lo superase o al menos que lo enfrentase a novedosas inquietudes. Por el contrario, este hijo le devolvía una imagen tan igual (sus debilidades, sus virtudes, sus complejos, sus manías eran las suyas) que un día lo proclamó "el ser más predecible de este planeta" y se puso él mismo a sorprenderse, a hacer cosas risibles y estrafalarias, que hasta sus más cercanos allegados juzgaron inopinadas. Interrogado al respecto, el lituano respondía: "Tranquilos, no es nada serio. Tan sólo me he vuelto hijo".

UNA ESCUELA PERPETUA

-Y ni les cuento lo que vi hace algún tiempo en Pernambuco -dijo el hombre de anteojitos redondos que hasta entonces había guardado silencio-. Existe ahí una escuela con alumnos perpetuos. Algunos tipos tienen cincuenta, sesenta, incluso ochenta años y todavía no han dejado de estudiar porque los maestros, insensibles y exigentes, no quieren expedirles el diploma ni aprobarles los exámenes. Hay, por lo tanto, primer grado, segundo, tercero, cuarto y quinto... pero también vigésimo o trigésimo... Yo lo he visto: tipos que concurren a la escuela con sus hijos y otros, les juro, que siguen a pesar de que sus hijos ya egresaron. Los que se eternizan en las aulas acrecientan el rigor de los maestros. De esta forma, la escuela se convierte en una especie de trampa sin salida: cuanto más alto el grado, más cansados los alumnos y más impiadosos los docentes. Los que ahí mandan sostienen que "una escuela de prestigio no debe arrojar a la calle, así nomás, alumnos no del todo preparados". Yo digo que los maestros se equivocan. Tan exagerada es su postura que la escuela perpetua es más cruel y más implacable que el mundo.


1 comentario:

  1. Muchísimas gracias, andaba buscando "Una escuela perpetua" de Eduardo Berti.
    Saludos desde Argentina.
    Javier

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