«EJERCICIOS NEGATIVOS» (2) - EMIL CIORAN

Fragmento de Ejercicios negativos, de Emil Cioran, publicado por Taurus y traducido por Alicia Martorell.


LA FACULTAD DE ESPERAR
«La clave de nuestro destino es esta propulsión indomable que nos empuja a creer en cualquier circunstancia que todo es aún posible, a pesar de los obstáculos infranqueables y de las evidencias irreparables. Aunque obtuviésemos certidumbres sin tacha y de fría nitidez en su oposición a nuestros deseos, nuestro corazón abriría en ellas una brecha por la que se infiltraría el dios de todas las almas: lo Posible. Es lo que nos impide ver las cosas como son; es lo que nos convierte en espectadores inexactos de nuestra suerte y de las sorpresas que nos damos a nosotros mismos».

«… esta esperanza que muere y renace cada día: producción infatigable de errores vitales que debilita a la larga nuestra capacidad de esperar, sin reprimir por ello la eclosión de esperanzas individuales y variopintas» (…) «Así, nuestra voluntad de ceguera sigue esperando, aferrada a una cosa o a todas, pero el manantial de los espejismos se va agostando»…

«El heroísmo sólo es desesperación que acaba en monumento público» (…) «… la mayor parte de los hombres no cree en la inmortalidad —sería un peso excesivo para la razón—, pero todos viven como si fueran inmortales. Esta inmortalidad inconsciente es de la misma naturaleza que la facultad de esperar. El hombre conoce la inevitabilidad de la muerte, pero actúa como si no la conociera; sabe que o es razonable esperar, pero se comporta como si le perteneciera el futuro. El auténtico milagro de la existencia no consiste en modo alguno en fenómenos insólitos, sino en esta saña de no aceptar lo imposible —y sin embargo normal, habitual—, en la contumacia de esperar del siguiente instante más de lo que nos trajo el anterior».

«¡Suprimirse parece un acto tan claro y sencillo! ¿Por qué lo evita todo el mundo? Porque cuando todas las razones niegan en teoría el ansia de vivir, esa nada que lleva a prolongar los actos tiene una fuerza infinitamente superior a todos los absolutos, no sólo es el símbolo de la existencia, sino la existencia misma; es el todo. Y esta nada, este todo, no puede dar un sentido a la vida, pero la lleva a perseverar en lo que es: un estado de no suicidio»

«Hay quien se mata mil veces en el pensamiento y mil veces comienza de nuevo a ser.
Éstos viven sus días como el día antes o el día después del suicidio. Y cada vez matan algo en su interior; lo que va quedando compone su «vida». Así, el acto más importante que un ser pueda ejecutar se convierte en ejercicio, en medio de conocimiento. Todo lo que se saben se lo deben a esos momentos de indeterminación y cobardía, a esas tentaciones geniales y frustradas. La percepción perentoria de las apariencias, bajo las que se agitan enigmas estúpidos y monstruosos, les ha hecho acumular tanta infelicidad nítida y turbia que pasan su vida gastándola, usándola, sin riqueza ni gloria al margen de ella»

MITOLOGÍA COTIDIANA
«Cada día, el hombre se ejercita refrescando una mentira trillada o forjando una nueva. La falsedad constituye una dimensión natural de la vitalidad. Toda biografía debería titularse «Historia de una ilusión», pues la calidez de la vida sólo son fuegos artificiales, un espectáculo irreal adaptado únicamente a los placeres de un ojo estafado.
No importa si un ser defiende sus intereses más viles o un dios cualquiera: una misma actividad fabuladora teje mi trama de deseos imaginados y de símbolos improbables. Sin embargo, la mirada que pasea una tristeza itinerante sobre el desarrollo de las intrigas vitales descubre fácilmente lo que tiene de irrealidad y de desierto.
Mientras puedas mentir, el sol brilla. Cuando te despiertas sin el recurso de mentira alguna, ningún rayo te acaricia. Y entonces, lo que queda de energía se concentra al acecho de un pretexto, ya sea una tarea vil o un sueño trascendente, siempre que te libere de esta mortificación lúcida que expolia a las horas y obliga al tiempo a mendigar a las puertas del alma. Cualquier falsa luminaria que irrite tus inclinaciones o tiente a tus pensamientos, la atrapas al vuelo, con la avidez de un prestigio frágil que se imponga al vacío invasor.
Una realidad que no esté embellecida por las fábulas es más difícil de soportar que un infierno revestido de mitos. El hombre siempre prefirió representaciones inciertas a la visión desnuda que desenmascara los días. El temor de afrontar la ausencia en su alma y en el tiempo le lleva a poblar de ilusiones el cielo y la tierra: el resultado son los dioses impalpables y los afanes cotidianos; el terror de contemplar en medio de la vida el silencio que la precede, y el que la sucede obliga a aceptar este estruendo que llamamos vivir, al que cada cual añade su voz, por miedo a escucharse a sí mismo y no oír nada más».

«Adorar y execrar la vida al mismo tiempo, estar escindido entre dos ardores contradictorios, sufrir esta predestinación de desmembrado en el espacio de cada instante, estos accesos de entusiasmo y de horror en el cielo y en el infierno de cada día... ¡Si al menos el alma tuviera un solo patrón, un dios de luz o de tinieblas, si su destino estuviera determinado de una vez por todas, irrevocablemente claro u oscuro! Todos los seres tienen un mundo propio, un medio ideal para sus alegrías y sus penas, una patria para su estupidez y sus raptos de lucidez. Nosotros no sabemos dónde estamos; nada nos pertenece, ni siquiera ese exilio entre la materia y el sueño. Hemos sido borrados de los registros de la vida y de la muerte; y sin embargo, arrastramos nuestra supervivencia ilegal, extraviada entre el tiempo y la eternidad, sin poder reivindicar uno ni otra, para siempre desahuciados de las cunas y de las tumbas»

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