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De vez en cuando, entre el alienante y estupefaciente panorama televisivo español, se cuela alguna película de calidad. Ocurrió en la noche del martes 4 de octubre, en la 2, donde emitieron la película Arrebato, sin cortes.
Como su propio nombre indica, Arrebato es una película sobre el arrebato, la pasión, el éxtasis; sobre su búsqueda. Sus protagonistas son tres: José Sirgado (Eusebio Poncela) es un director de cine en crisis; Ana (Cecilia Roth) es su ex-novia, "muchacha un tanto excesiva, capaz de colgarse de cualquier cosa en quince días" y fascinada por Betty Boop, que regresa (adicciones incluidas) a la vida del director; y Pedro (Will More), un extraño y huidizo personaje, un Peter Pan de "27 años pero con una edad mental de 12", que vive la vida a través de las filmaciones que de ella hace en Super-8, sin salir del recinto de la casa de campo en que vive recluido, abismado en lo que él mismo denomina "una gran paja sin corrida".
Arrebato se inicia con una cinta de Super-8 que Pedro, antes de saltar por la ventana de su piso, deja en su domicilio, cual mensaje en una botella para que su estimado amigo José Sirgado pase a recogerla y confirme la peor de sus sospechas. Acompañando a esa cinta hay una cassette en la que Pedro le explica a su amigo el porqué de su encargo. La susurrante voz grabada en esta cinta es la que irá hilvanando, en off, toda la película de Arrebato. Esta es básicamente la sinopsis, pero la película es muchas más cosas:
Arrebato es, por ejemplo, metacine, es decir, cine dentro del cine. En ella hay una reflexión sobre el poder fascinador del cine; sobre la mirada, desde dentro o desde fuera; sobre el tempo y la esencia misma del arte cinematográfico; sobre la posibilidad de la eternidad, al menos sobre el celuloide, de los actores; o, como en la narración de Lewis Carroll, sobre el paso de un lado del espejo al otro.
Arrebato es una película de "vampiros". Los tres protagonistas son de una manera u otra vampirizados. Ana está enganchada a la heroína y en general a cualquier otro polvito. Para poder funcionar necesita meterse. En su adicción acaba arrastrando a su recuperado novio, José Sirgado. Éste es adicto al cine, a las imágenes; también a los polvitos que, bien utilizados, pueden conducir al arrebato. También se siente irresistiblemente atraído por el tercer personaje: el enigmático Pedro, otro aficionado a los polvitos. Este es el ejemplo más claro de este fenómeno de vampirización: gracias a su encuentro con José consigue salir de su claustrofóbico e infantil mundo encerrado en una finca en la sierra y empezar a viajar y conocer mundo, y a grabarlo en imágenes, hasta que también acaba harto de él, recluido de nuevo, esta vez en un piso en Madrid, donde es su propia cámara, de una manera inquietante y autónoma, la que lo graba a él mientras duerme. Desde el momento en que hace este descubrimiento su vida se convertirá en una rutina similar a la de un yonqui: cada día baja a una tienda de fotografía para adquirir su nueva dosis, en forma de películas que han sido reveladas y que contienen imágenes de su propia vida, y que Pedro se chuta visionándolas en una pantalla. Cierto día, tal y como cuenta en la cassette que ha grabado, descubre un perturbador fotograma rojo, del color de la sangre que algo o alguien parece estar chupándole. Poco a poco, en sucesivas cintas, el rojo del fotograma se va extendiendo a otros fotogramas, como una enfermedad que lenta pero inexorablemente va extendiendo su dominio, dirigiéndose de una manera previsible hacia el final que ya conocemos. José acudirá finalmente al llamado de su amigo Pedro, a su domicilio, sumergiéndose así en el vertiginoso juego de éste, siendo vampirizado por el Pedro de las películas de Super-8 hasta convertirse en él mismo.
Arrebato es una película de terror sobre un director que hace películas de serie B de terror. La estética de las imágenes es la propia del género, con unos sonidos desasosegantes (como el ruido blanco del televisor cuando ha perdido la señal o el graznido que anuncia la aparición de Pedro) y una banda sonora perturbadora, donde no falta una melodía infantil y repetitiva.
Arrebato es una película sobre la droga y su poder seductor, capaz de producir momentos de éxtasis supremo (ojo, "si te pasas no vale"). Su director, Iván Zulueta, sabe de lo que habla, pues Arrebato es también una película muy autobiográfica. Durante el rodaje de la película Zulueta era consumidor de heroína (existe la creencia popular de que en en el País Vasco de aquellos tiempos la Guardia Civil regalaba la droga para acabar con ETA), adicción esta que habría de desembocar en los problemas que le acompañarían en los años posteriores. Tal vez, el final triste de Arrebato es el final triste de Zulueta como autor, pues ya no volvería a rodar películas, salvo alguna ocasional colaboración para la televisión.
Arrebato es una película hecha con pocos medios, pero con grandes ideas. Una de esas rara avis donde un proyecto inicial acaba superando a su autor y termina por convertirse en otra cosa, en algo que ni él mismo había calculado. Hasta las adversidades terminaron por convertirse en aliados de la cinta. Lo dice el propio Zulueta que acabaría siendo fagocitado por ella.
Arrebato contiene el espíritu que habría de contagiar, al menos en parte, al cine inmediatamente posterior, el de la removida Movida Madrileña de los 80, especialmente a las primeras películas de Pedro Almodóvar. Por cierto, la voz impostada de Almodóvar hace el doblaje (gran parte de la película está doblada por problemas con el sonido) de uno de los personajes secundarios, el interpretado por Helena Fernán Gómez, hija de Fernando Fernán Gómez. Pero hay otros actores interesantes: el presentador de Días de Cine, Antonio Gasset, el eternamente secundario Luis Ciges, Marta Fernández Muro o esa actriz (almodovariana), Carmen Giralt, que hace de la tía que diserta sobre la naturaleza del cine y que ansía en convertirse ella misma en actriz.
Arrebato es también una película adelantada a su tiempo, e incomprendida por ello. El exceso de luz hiere los ojos. No tuvo buenas críticas ni éxito entre el público, lo que la sumergió de inmediato en las procelosas aguas del cine de culto, convirtiéndola a sí mismo en uno de esos filmes difícilmente encontrables y que hay que agarrar al vuelo, en una de esas cintas cuya casi única promoción consiste en el boca oreja, y que pese a todo sigue consiguiendo ganar adeptos para su causa, vampirizando nuevos espectadores. No sólo eso: cuantas más veces se ve Arrebato (confieso que sólo la he visto 3 veces), más claves se descubren en ella que le ayudan a uno a comprender el hipnótico mundo encerrado en esas imágenes, lo que, cuidado, la convierten en una película adictiva.
Hay una entrevista con Iván Zulueta disponible en:
Arrebato, la película completa, está disponible en la Red en:
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