"SABIOS CONSEJOS PARA EL VIAJERO NORTEAMERICANO" - William Saroyan

(extraído de "Me llamo Aram")

Un año mi tío Melik viajó de Fresno a Nueva York. Antes de subir al tren su tío Garro le hizo una visita y le previno de los peligros de viajar.
- Cuando subas al tren- le dijo el anciano-, escoge con cuidado tu asiento, siéntate, y no mires alrededor.
- Sí, tío- dijo mi tío.
- Momentos después de que el tren se haya puesto en marcha- dijo el anciano-, dos tipos con uniforme se acercarán por el pasillo y te pedirán el billete. No les hagas caso. Serán impostores.
- ¿Y cómo lo sabré?- preguntó mi tío.
- Lo sabrás- dijo el anciano-. Ya no eres un niño.
- Sí, tío- dijo mi tío.
- Cuando aún no hayas recorrido ni treinta kilómetros, un joven amable se acercará a ti y te ofrecerá un cigarrillo. Dile que no fumas. El cigarrillo llevará droga.
- Sí, tío- dijo mi tío.
- Cuando te dirijas al vagón restaurante una joven muy bonita se tropezará contigo intencionadamente y casi te abrazará- dijo el anciano-. Se deshará en disculpas y te parecerá muy atractiva, y tu impulso natural será cultivar su amistad. Vence tu impulso natural y entra y come. La mujer será una aventurera.
- ¿Una qué?- dijo mi tío.
- Una puta- gritó en anciano-. Entra en el vagón restaurante y come. Pide los mejores platos, y si el vagón está lleno, y la joven bonita se sienta frente a ti en la misma mesa, no la mires a los ojos. Si habla, tú hazte el sordo.
- Sí tío- dijo mi tío.
- Hazte el sordo- dijo el anciano-. Es la única manera de librarte.
- ¿De librarme de qué?- preguntó mi tío.
- De un lío tremendo- dijo el anciano-. Yo he viajado y sé de qué hablo.
-Sí, tío -dijo mi tío.
-Dejemos ya el tema -dijo el anciano.
-Sí, tío -dijo mi tío.
-No volvamos a sacar el tema -dijo el anciano-. Ya estaá todo dicho. Tengo siete hijos. He tenido una vida plena y honrada. No le demos mayor importancia. Tengo tierras, vides, árboles, ganado y dinero. Todo no se puede tener..., salvo durante un día o dos.
-Sí, tío -dijo mi tío.
-Cuando salgas del vagón restaurante para volver a tu asiento- dijo el anciano-, pasarás por el vagón de fumadores. Allí habrá una partida de cartas empezada. Los jugadores serán tres tipos maduros con los dedos llenos de anillos caros. Al verte te saludarán con simpatía y uno de ellos te invitará a entrar en la partida. Tú sólo diles: «No hablar inglés.»
-Sí, tío -dijo mi tío.
-Eso es todo -dijo el anciano.
-Muchas gracias -dijo mi tío.
-Sólo una cosa más -dijo el anciano-. Cuando te acuestes por la noche, saca tu dinero del bolsillo y mételo en uno de tus zapatos. Esconde el zapato debajo de la almohada, mantén la cabeza sobre la almohada toda la noche, y no duermas.
- Sí tío- dijo mi tío.
- Eso es todo- dijo el anciano.
El anciano se marchó y al día siguiente mi tío Melik subió al tren para cruzar los Estados Unidos hasta Nueva Cork. Los dos tipos con uniforme no eran impostores, el joven del cigarrillo con droga no apareció, la joven bonita no se sentó frente a mi tío en la misma mesa del vagó restaurante, y en el vagón de fumadores no había ninguna partida de cartas empezada. Mi tío metió su dinero en un zapato, escondió el zapato debajo de su almohada, apoyó la cabeza en la almohada y no pegó ojo en toda la noche la primera noche, pero la segunda noche abandonó el ritual.
El segundo día fue él quien le ofreció un cigarrillo a otro joven, y éste se lo aceptó. En el vagón restaurante mi tío se desvió de su camino par ir a sentarse a la mesa de una joven dama. Inició una partida de póquer en el vagón de fumadores, y mucho antes de que el tren llegara a Nueva Cork mi tío conocía ya a todos los que viajaban en él y todos le conocían a él. En una ocasión, mientras el tren pasaba por Ohio, mi tío y el joven que le había aceptado del cigarrillo y las dos chicas que iban a Vassar formaron un cuarteto y cantaron «The Wabash Blues».
Fue un viaje muy agradable.
Cuando mi tío Melik regresó de Nueva York, su anciano tío Garro fue a verlo de nuevo.
- Veo que tienes buen aspecto- le dijo-. ¿Seguiste mis instrucciones?
- Sí, tío- dijo mi tío.
El anciano se quedó con la mirada perdida en la lejanía.
- Me alegro de que alguien haya podido sacar provecho de mi experiencia- dijo.

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