ARTICUENTOS - Juan José Millás


CONFUSIÓN

Antes de que hubiera terminado de desenvolver el regalo de cumpleaños, sonó dentro del paquete un timbre: era un móvil. Lo cogí y oí que mi mujer me felicitaba con una carcajada desde el teléfono del dormitorio. Esa noche, ella quiso que habláramos de la vida: los años que llevábamos juntos y todo eso. Pero se empeñó en que lo hiciéramos por teléfono, de manera que se marchó al dormitorio y me llamó desde allí al cuarto de estar, donde permanecía yo con el trasto colocado en la cintura. Cuando acabamos la conversación, fui al dormitorio y la vi sentada en la cama, pensativa. Me dijo que acababa de hablar con su marido por teléfono y que estaba dudando si volver con él. Lo nuestro le producía culpa. Yo soy su único marido, así que interpreté aquello como una provocación sexual e hicimos el amor con la desesperación de dos adúlteros. Al día siguiente, estaba en la oficina, tomándome el bocadillo de media mañana, cuando sonó el móvil. Era ella, claro. Dijo que prefería confesarme que tenía un amante. Yo le seguí la corriente porque me pareció que aquel juego nos venía bien a los dos, de manera que le contesté que no se preocupara: habíamos resuelto otras crisis y resolveríamos ésta también. Por la noche, volvimos a hablar por teléfono, como el día anterior, y me contó que dentro de un rato iba a encontrarse con su amante. Aquello me excitó mucho, así que colgué en seguida, fui al dormitorio e hicimos el amor hasta el amanecer. Toda la semana fue igual. El sábado, por fin, cuando nos encontramos en el dormitorio después de la conversación telefónica habitual, me dijo que me quería pero que tenía que dejarme porque su marido la necesitaba más que yo. Dicho esto, cogió la puerta, se fue y desde entonces el móvil no ha vuelto a sonar. Estoy confundido.

1 comentario:

  1. Seguimos con lo de la comunicación, es decir con lo de la infracomunicación. Nos pasamos la vida hablando y no entendiéndonos. Puedes intercambiar millones de palabras y miles de infos con alguien y no alcanzar nunca un nivel de comprensión suficiente. ¿No te ha pasado con algunos de tus contactos o gente con la que hablas (esa que forma parte de tus vasos comunicantes) que por mucho que hablas siempre intuyes que hay algo de fondo que no acabas de alcanzar ni en lo que te acaban de comprender?¡pues eso! Nos llenamos de palabras a falta de hechos sentimentales mas consistentes. Con gente amiga hemos hablado por escrito y por teléfono lo que no hemos hecho en vivo y en directo. Hay un cierto pudor a hablar cara a cara de las cosas. La renuncia al verbo franco y a la explicación acaba por impregnar la gestualística y las posturas. El ser humano sin verbos en los que pueda confiar se convierte en una papilla amarga camino de ser un engrudo indigerible.

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